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Expertos coinciden que desde julio de 2015 América Latina entró en evento El Niño, esperando que se extienda hasta el primer trimestre de 2016. Varios países de la región han decretado estado de emergencia para hacer frente a sus efectos
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Hace siglos los pescadores de la costa norte de Perú notaron, El sector eléctrico de la región está expuesto a los efectos de este fenómeno y en consecuencia, compromete el desarrollo productivo de los países. A continuación veremos brevemente los principales riesgos que corren los sistemas eléctricos de la región en presencia del fenómeno El Niño.
El Niño afecta con sequía al Caribe, Colombia, el Nordeste de Brasil y Venezuela
El déficit de lluvias da origen a sequías, impacta severamente a las cuencas hidrográficas. El efecto más notorio que se produce sobre los sectores eléctricos de estos países es que la indisponibilidad de agua en los embalses afecta fuertemente su capacidad de generación hidroeléctrica, la principal fuente de generación en Colombia, Brasil y Venezuela. Además, se presentan altos niveles de erosión y por ende el desabastecimiento de agua facilita que la generación de incendios afecte grandes extensiones de vegetación, principalmente en lugares donde se localiza la infraestructura de generación, transmisión y distribución de energía eléctrica.
A manera de ejemplo, en Colombia la costa Caribe ha presenciado durante más de un año de intensos periodos de sequía, sin embargo no solo ha impactado el escenario de baja hidrología. En esta situación se producen incrementos en la generación termoeléctrica a base de combustibles fósiles, lo que a su vez presiona las tarifas de la electricidad, llegando incluso a producirse una insuficiencia en la capacidad logística para importar y almacenar combustibles suficientes que atiendan las necesidades eléctricas y de movilidad de las personas.
El Niño afecta con inundaciones a Perú, Sur de Brasil, Paraguay, Uruguay, Ecuador, Bolivia y Argentina
Al sur del subcontinente suramericano El Niño produce un incremento extremo en las precipitaciones, causando fuertes crecidas en los caudales. Por ejemplo, el Río Paraná, uno de los más grandes de América del Sur, sobre el cual se encuentran dos represas de primordial importancia, Yacyretá e Itaipú, ha visto su caudal medio duplicarse en 2015, dejando familias damnificadas y poblaciones en alerta.
Estas precipitaciones representan un riesgo ante la vulnerabilidad física tanto de la infraestructura la cadena del servicio eléctrico, como de viviendas y carreteras a la margen del río. Además, el grado de saturación de los suelos (capacidad máxima del suelo para absorber el agua) puede hacer que se produzcan deslaves, avalanchas de lodo, descargas eléctricas, ráfagas de viento, inundaciones en casas de máquinas, pérdida de torres de transmisión, postes de distribución e impacto en subestaciones, colmatación de embalses y necesidad de alivio de máximas avenidas que podrían generar impactos a las poblaciones aledañas y a la infraestructura de generación de energía.
En general, se puede decir que los riesgos de los países que se ven afectados por inundaciones durante el desarrollo del evento es la destrucción de la infraestructura existente, lo que representa una pérdida de las inversiones realizadas. Esta realidad levanta especial preocupación cuando se toma en cuenta que el ENOS es un evento recurrente.
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