Agua, infraestructura y eficiencia operativa, pilares de la seguridad hídrica en América Latina
CAF presenta los avances de su reciente estudio sobre la seguridad hídrica en las ciudades latinoamericanas
La demanda de agua en América Latina se está incrementando como consecuencia de estándares de vida más elevados, las crecientes tasas de urbanización y la expansión de actividades productivas, como la agricultura para la exportación y los servicios vinculados al turismo. Además, los ya serios desbalances geográficos naturales entre la oferta y la demanda de agua se están agravando en muchos países por los efectos del cambio climático que modifican las tendencias históricas del ciclo hidrológico, elevan el nivel del mar afectando las zonas bajas costeras, y generan inundaciones y sequías más intensas.
Así emerge el concepto de seguridad hídrica que se ha venido incorporando progresivamente para definir el objetivo estratégico que debieran alcanzar los países en relación con la gestión de los recursos hídricos, en un contexto global marcado por la presencia de riesgos diversos. En 2016, el Foro Económico Mundial identificó la seguridad hídrica como el reto más importante a mediano plazo que enfrenta la humanidad en las próximas décadas.
La inseguridad hídrica incide directamente en el bienestar y desarrollo de los países de América Latina al estar relacionada con: (i) el suministro de agua potable y saneamiento en las ciudades y comunidades rurales; (ii) la garantía alimentaria y la expansión de la frontera de riego; (iii) la reducción de las pérdidas de vidas y costos económicos resultantes de inundaciones, sequías y desastres naturales; (iv) el suministro confiable y seguro de agua para la industria, la minería, el turismo y otras actividades productivas; (v) el tratamiento adecuado de las aguas servidas que generan las actividades productivas del recurso, para beneficio de la salud y control de la contaminación ambiental; (vi) la utilización del vasto potencial hidroenergético de la región; y (vii) la protección de los ecosistemas que proveen servicios ambientales esenciales para los ciudadanos de hoy y de mañana.
Ante este panorama, surge una pregunta básica, ¿tenemos suficiente agua, infraestructura y capacidad institucional para garantizar la seguridad hídrica en las ciudades latinoamericanas? Con el propósito de dar una respuesta objetiva, CAF ha realizado un estudio para revisar hallazgos en 26 ciudades latinoamericanas, analizando especialmente tres elementos fundamentales: la seguridad de la infraestructura hídrica disponible, la seguridad hidrológica de las fuentes de abastecimiento de agua y la seguridad de las redes de suministro. Esta investigación tomó como base un conjunto de ciudades representativo de la geografía de los países latinoamericanos y distintos modelos de gestión. En concreto, ciudades que representan 8 modelos privados y 18 públicos.
En una primera comparación realizada entre la disponibilidad de infraestructura troncal de cada una de las ciudades, se muestra su balance en relación a la demanda actual del recurso declarada por los operadores. Los resultados son preocupantes, apenas el 46% de las 26 ciudades tiene la infraestructura necesaria para cubrir la demanda de agua generada por los habitantes urbanos. Sin embargo, el grueso de la problemática no parece estar representado por la falta de infraestructura sino por la demanda ineficiente del recurso, que es el verdadero asunto a resolver en esta ecuación. Tomando como referencia los cálculos realizados en caso de que existiera una demanda eficiente, estimada en aproximadamente 80 metros cúbicos por persona al año, la cantidad de ciudades que podrían cubrir esa cuota se duplicaría, llegando a representar 9 de cada 10.
Por otra parte, con el objetivo de determinar si el sistema hidrológico provee suficiente agua para atender la demanda actual, se realizaron varias simulaciones de las cuencas. Se utilizaron modelos de circulación global, que incluyen escenarios de variabilidad climática, obteniendo datos de precipitación que al ser procesados con el modelo de WaterGAP se logran convertir los niveles de lluvia en escorrentía. Tomando en cuenta la escorrentía media mensual, proyectada para el periodo 2021-2050, las cuencas hidrográficas tendrían suficiente cantidad de agua para cubrir la demanda estimada, por lo que la hidrología aparentemente no es tampoco el mayor cuello de botella existente.
Viendo hacia el interior de la ciudad, la duda a resolver es ¿qué tan insegura es la gestión de la red de abastecimiento de agua? Para obtener una respuesta, se evaluaron tres indicadores: las pérdidas de agua en la ciudad, las tarifas cobradas por el servicio y la micro medición realizada en cada una de las ciudades. De esta forma se encontró que, de las 26 ciudades analizadas, en casos como Barranquilla y Guayaquil, por ejemplo, existen pérdidas que superan el 60% del agua total, mientras que solo Santa Cruz, en Bolivia, cuenta con bajo consumo y pérdida de agua. En líneas generales se observa una gestión ineficiente del recurso en la mayoría de las ciudades, con grandes pérdidas y aún mayores niveles de demanda per cápita, muy por encima de lo que se considera una demanda eficiente.
Los incentivos que existen actualmente para reducir las pérdidas de agua son claramente insuficientes. La principal consecuencia de esto es que el costo de la ineficiencia operativa se traslada al consumidor vía tarifa. Según el estudio, más de un tercio de estas ciudades posee una facturación anual alta, superior a US$ 100 por familia, 46% se encuentra en la parte media -entre US$ 50 y 100- y 19% tiene una facturación anual baja, inferior a US$ 50. Comparando estas cifras con el ingreso per cápita de las familias, vemos que en promedio las tarifas representan aproximadamente un 8% de ese ingreso, lo cual es relativamente alto si se compara, por ejemplo, con algunas ciudades de Estados Unidos en las que ese costo representa apenas entre el 1% y 2%.
Analizando este contexto, se puede inferir que tampoco el costo de la tarifa tiene un peso muy alto en cuanto a la garantía de la seguridad hídrica, mientras que sí parece ser el caso de los crecientes niveles de pérdidas y demanda de agua. Esto se debe a un patrón común de ineficiente gestión de la infraestructura y de las redes al interior de la mancha urbana, visto desde la perspectiva de CAF como el principal obstáculo a la seguridad hídrica en la región. En este sentido, considerando que existe infraestructura troncal para atender demandas eficientes de agua hasta más allá del año 2030 y que la hidrología superficial es suficiente para atender la demanda de las ciudades hasta 2050, la investigación realizada permite elaborar algunas recomendaciones sobre política pública en materia hídrica.
En primer lugar, se debe evaluar con mayor criterio la ampliación de infraestructuras de cabecera, especialmente en casos de altos niveles de demanda y pérdida de agua, al mismo tiempo que se debe fortalecer la gestión de la infraestructura troncal -y de la red- con el manejo integrado de los recursos hídricos. Adicionalmente, es necesario el continuo perfeccionamiento de la calibración de los modelos de simulación de la escorrentía bajo diversos escenarios climáticos, lo cual permite realizar proyecciones para una mejor toma de decisiones. En cuanto al diseño e implementación de políticas públicas, se requiere poner un especial énfasis en la prioridad de la gestión del agua subterránea -que para el 40% de las ciudades es la fuente más importante de agua- y la protección de las áreas de recarga de los acuíferos. Por último, es de imperante necesidad el aumentar la eficiencia, flexibilidad y resiliencia de las redes para optimizar la distribución de los volúmenes entregados a la puerta de la ciudad, mediante la creación de los incentivos regulatorios adecuados para la reducción de pérdidas de agua en las redes.