¿Es la transición energética por el cambio climático negocio para América Latina?
Cuando el cambio climático le dijo al petróleo: “tenemos que hablar”, quedó claro que la relación iba a cambiar y América Latina no sería ajena a esta nueva realidad. La disminución del uso de los combustibles fósiles para frenar el calentamiento global llegó para quedarse y la región tendrá que adaptarse para atender una mayor demanda de energía eléctrica verde y una reducción gradual de las rentas producidas por los hidrocarburos en las últimas décadas.
“Para generar una unidad de Producto Interno Bruto (PIB) se requiere 56% menos de petróleo comparado con la crisis de 1973 cuando el petróleo jugó un rol fundamental en la geopolítica mundial. Se prevé que el pico de la demanda del hidrocarburo se producirá durante la próxima década y luego vendrá una disminución, por lo que las principales proyecciones de reducciones están hacia 2050, con cifras que van desde 95 hasta 25 millones de barriles diarios”, señala Francisco Monaldi, director del Programa de Energía para América Latina del Instituto Baker, de la Universidad Rice, en la primera jornada del XXI Taller Interno Anual sobre economías de la región, realizado por la Dirección de Estudios Macroeconómicos de CAF.
“La vida de la industria petrolera se puede alargar en la medida que sea competitiva, pero es inexorable que las rentas y regalías que cobran los países tendrán que reducirse para seguir atrayendo inversión; ello implicara que bajará el rol protagónico que ha tenido el sector en los años recientes”, agregó Monaldi.
La otra cara de la moneda está en el aumento de la demanda de metales protagonistas en América Latina como el cobre y el litio, que son fundamentales para aumentar la cobertura y la transición hacia una producción energética más eficiente. Según proyecciones de la Agencia de Energía (EIA) de Estados Unidos, la demanda de cobre se duplicará hacia 2040, mientras que la de litio crecerá más de 40 veces.
“El almacenamiento de energía mediante baterías de litio y otras herramientas va a ser un habilitador clave en la transición masiva hacia la energía renovable variable, que es la energía eólica y solar, fundamentales para la mitigación del cambio climático y al mismo tiempo para garantizar la seguridad y confiabilidad del sistema”, sostiene Lisa Viscidi, directora del programa de Energía, Cambio Climático e Industrias Extractivas del Diálogo Interamericano.
El aumento de precios del cobre y el litio tendría un impacto positivo en los países mineros de América Latina, particularmente en Chile, Perú y México que tienen las mayores reservas de cobre en la región y cerca del 40% de la producción mundial actual. En el caso del litio los países con mayor potencial son Argentina, Bolivia, Chile y Brasil.
Oportunidades en la región
América Latina parte sobre la base de una matriz energética amigable con el ambiente, debido a que la mayor parte de la generación se realiza por medio de hidroeléctricas. Paralelamente, se avanza en proyectos como parques eólicos y solares que robustecen el sistema.
“Una oportunidad para la región es contribuir al crecimiento de los países financiando intervenciones en el segmento negativo de costos de la curva de abatimiento de emisiones de gases de efecto invernadero”, afirma Juan Benavides, Ph.D. en Economía Minera e investigador asociado de Fedesarrollo.
La integración energética en América Latina es un desafío que se puede transformar en oportunidad para frenar el calentamiento global, aumentar la cobertura, eficiencia y atraer inversión privada en los próximos años. Sobre este asunto, Fernando Branger, ejecutivo senior de CAF, destacó: “las interconexiones eléctricas juegan un rol fundamental en este tema de incorporar las energías intermitentes porque se pueden lograr compensaciones entre los países y es un aspecto importante que se puede incluir en la agenda política para lograr una integración regional”.
Finalmente, los expertos coinciden en que uno de los mayores desafíos en la región está en el sector transporte, que representa alrededor del 20% de las emisiones de gases de efecto invernadero. A pesar de los avances en el uso de vehículos eléctricos en los sistemas de transporte masivos, todavía queda mucho camino por recorrer en infraestructura de carga, reducir los costos para los vehículos individuales y regulaciones óptimas, entre otros.