En los últimos años América Latina ha logrado avances
considerables en el terreno de la gestión del agua, pero
todavía debe mejorar para garantizar que todos los latinoamericanos
-especialmente aquellos en zonas rurales, ciudades pequeñas y zonas
marginales de grandes ciudades- accedan de forma segura y
estable a servicios de agua y saneamiento de calidad.
Para lograrlo, en los próximos años los países de la región
deberán comprometerse a invertir más en la seguridad
hídrica, algo que también puede ayudar a dinamizar
las economías regionales para que logren superar el clima de
desaceleración actual. De hecho, se calcula que una
gestión poco eficiente de los servicios de agua y saneamiento puede
causar pérdidas de hasta un 1% del PIB en algunos países de la
región
A continuación presentamos los principales desafíos de
América Latina para lograr que la buena gestión del agua se
convierta en un aliado del crecimiento económico:
- Avanzar en el camino hacia la seguridad
hídrica: es necesario garantizar la disponibilidad
física de recursos hídricos para disminuir la
vulnerabilidad de las personas frente a los riesgos de los
fenómenos extremos como escasez o inundaciones, y favorecer
el desarrollo social y económico. Este objetivo se
convierte en todo un reto por el proceso de cambio climático. Este
año América Latina es una de las regiones más
afectadas por el fenómeno El Niño, por lo que es, si cabe,
más importante poner especial atención a las cuestiones que
atañen a la sostenibilidad social y ambiental en el uso del
recurso.
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- Universalizar los servicios de agua y
saneamiento: a pesar de que la región ha mostrado
importantes avances hacia una gestión integrada del
agua, hay 34 millones de latinoamericanos que aún no
cuentan con acceso a fuentes mejoradas de agua y 112 millones sin
acceso a saneamiento. Los países deben aumentar los
niveles de cobertura e incrementar la calidad de estos
servicios para atender las necesidades de desarrollo
humano, especialmente en ciudades pequeñas y zonas
rurales, además de las áreas informales de las grandes ciudades, ya
que allí habitan las poblaciones más vulnerables.
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- Mejorar los procesos de depuración de aguas residuales
y drenaje urbano: para evitar la degradación del medio
ambiente resulta esencial incorporar adecuadamente estos elementos
dentro del ciclo urbano del agua y aumentar la
capacitación del personal encargado para mejorar el rendimiento de
las instalaciones. Se necesitan programas nacionales que
aumenten la cobertura del tratamiento de aguas servidas de
forma progresiva, realizando una planificación previa con un
enfoque de cuenca y acompasando estos esfuerzos con la debida
creación de capacidades de gestión y
mantenimiento. Adicionalmente, las aguas servidas
pueden suponer un beneficio importante por la reutilización de
nutrientes en beneficio de la agricultura de riego, o los
aprovechamientos energéticos de la biomasa.
- Desarrollar el potencial
hidroeléctrico:América Latina posee el 20% de la capacidad
hidroeléctrica mundial, aunque solo ha desarrollado una cuarta parte de
esta. La hidroelectricidad, al ser una las fuentes de
generación eléctrica más económicas, puede incrementar la
producción energética de la región si los países realizan
mayores esfuerzos de planificación e implementación de proyectos
para contar con una mejor infraestructura que
permita desarrollar ese potencial. Además se deben tener en cuenta
las variables ambientales y sociales, sin las cuales se podría
estar limitando esta promesa de un gran volumen de generación
renovable de origen hidráulico.
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- Aumentar la productividad del agua en la
agricultura:se calcula que en 2050 la demanda de
alimentos crecerá un 60% y América Latina es una de las
dos regiones del mundo que puede extender sus áreas cultivables en
la proporción requerida. Para contribuir a satisfacer la creciente
demanda, la región necesitará aplicar una cuidadosa
combinación de herramientas para cerrar las brechas de rendimiento
agrícola a través de la intensificación, el aumento de la
productividad por unidad de agua, la expansión del regadío donde
sea viable y la reducción de residuos y pérdidas
en la cadena alimentaria. La agricultura es un sector clave
para el desarrollo socioeconómico regional: representa el
5% de su PIB y genera el 16% del empleo.
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Para aprovechar estas oportunidades es imprescindible que
los trabajadores del sector cuenten con la preparación y los
conocimientos necesarios. Esto incluye la actualización constante
de sus capacidades para adaptarse a las nuevas herramientas que la
tecnología pone al alcance de los técnicos. CAF está haciendo
esfuerzos para apoyar a los países en la creación y mantenimiento
de estas capacidades.