América Latina, una región económicamente escasa de agua

El déficit que presentan los servicios de agua y saneamiento va más allá de la disponibilidad del recurso; tiene más que ver con la falta de infraestructura e inadecuados sistemas de gobernabilidad.

07 de junio de 2017

Durante el siglo pasado, la demanda de agua creció el doble de lo que lo hizo la tasa de población. En el caso de América Latina, hoy en día la región más urbanizada del planeta, esta tendencia fue todavía más acuciada, hecho que acentuó la escasez económica del agua, entendida como el acceso limitado a este recurso por motivos de capital humano, institucional y financiero.

La escasez económica del agua en la región es uno de los factores responsables del débil crecimiento económico, ya que compromete la prestación de los servicios básicos de agua y saneamiento (vitales para la inclusión productiva de los ciudadanos), el desarrollo de la agricultura irrigada y otras actividades económicas como el turismo, la industria y la minería.

Adicionalmente, el costo de la mala calidad del agua y saneamiento representa entre el 1 y 2% del PPIB de algunos países latinoamericanos.

Para reducir las áreas y sectores afectados por la incertidumbre de la economía del agua, un informe reciente de CAF, "Inseguridad Económica del Agua en Latinoamérica: de la abundancia a la inseguridad", propone las siguientes cuatro medidas:

  • Fortalecer la gobernabilidad de las empresas de agua potable. Para buscar mayor transparencia al informar sobre su desempeño, es necesario mejorar el marco de rendición de cuentas de los servicios públicos de agua y saneamiento, los cuales deben estar vinculados a objetivos de eficiencia, y aumentar los incentivos de rendimiento. Asimismo, es importante avanzar en la implementación de políticas de gestión de las demandas, así como incrementar (y hacer más productivas) las inversiones.
  • Aumentar la eficiencia en áreas irrigadas y en la agricultura de secano. Para que la agricultura pueda cubrir la creciente demanda de alimentos en un futuro, deben alcanzarse mejoras en la productividad del agua. Sistemas de irrigación en la costa pacífica del Perú, por ejemplo, han demostrado que la suma de unas condiciones macroeconómicas estables, una mayor transparencia en la distribución de los derechos del agua y la difusión de tecnologías (como la irrigación por goteo), permite contribuir con mayor impacto al aumento de la productividad del agua en la agricultura, y a la promoción de innovación y emprendimiento en el sector.
  • Disminuir los niveles de contaminación en las aguas superficiales e incrementar la protección de cuencas.  Solo el 20% de las aguas residuales reciben tratamiento efectivo en la región, y el grado de contaminación de muchos de los ríos urbanos, que llegan a tener concentraciones de demanda biológica de oxígeno similares a cloacas abiertas, tiene un impacto negativo en la calidad de vida de los ciudadanos y en la degradación de la tierra.A pesar de las múltiples iniciativas y las grandes inversiones realizadas para disminuir la contaminación, hasta ahora los resultados han sido insuficientes. Tomando en cuenta que una tercera parte de las ciudades latinoamericanas es informal, para una remoción más efectiva de contaminantes es necesario desarrollar una estrategia explícita para la construcción de conexiones individuales e infraestructura general que se adapte a la alta densidad y a los patrones irregulares de la urbanización.
  • Una gestión sostenible de las aguas subterráneas.  Los problemas de sobreexplotación y contaminación de aguas subterráneas que están sufriendo países como México, Brasil, Paraguay, Argentina o Perú, exigen profundizar los esfuerzos realizados en la captación y análisis de información, el desarrollo de herramientas de planificación y modelización, y programas orientados a reducir la sobre distribución de derechos de agua.

Hasta la fecha, la escasez de agua en América Latina se ha tratado desde una perspectiva nacional, olvidando generalmente la regional. Pero esta situación está empezando a cambiar. El potencial de colaboración por explotar aún es bastante amplio, y distintas experiencias en la región muestran que podría facilitar el aprendizaje entre los países para avanzar hacia un enfoque más efectivo y mejor informado respecto a los problemas del agua que son comunes.

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