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El empoderamiento económico y empresarial de las mujeres es una pieza clave para lograr la equidad de género y construir sociedades modernas, prósperas e inclusivas.
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Las sociedades modernas parecen tener claro que ha llegado el momento de que las mujeres desempeñen un rol social más equitativo, justo y prominente, que contribuya tanto a su empoderamiento como al desarrollo económico, social y político de los países.
Campañas como #NiUnaMenos en varios países latinoamericanos, #MeToo en Estados Unidos o #HeForShe a nivel global son solo el eco de una corriente de cambio que pretende equilibrar la balanza entre hombres y mujeres, especialmente en el ámbito laboral, familiar y en la seguridad.
En otras palabras, reivindican las mismas oportunidades laborales y los mismos salarios por el mismo empleo, una repartición de funciones familiares más equitativa, y una persecución eficiente de la violencia de género y del abuso sexual.
En el caso de América Latina, donde solo el 30% de las mujeres tiene una cuenta corriente -mientras que la tienen entre el 50 y 60% de los hombres-, todavía existen importantes retos para lograr un universo empresarial sólido liderado por mujeres. Entre las mejoras necesarias destacan las relacionadas con las adaptaciones legales para el acceso y uso de la propiedad, las restricciones jurídicas y culturales para que las mujeres hagan negocios, las políticas de financiamiento o la reducción de la violencia de género.
“La organización social de la economía ha estado tradicionalmente marcada por un fuerte sesgo de género y eso ha conducido a que en líneas generales muchas de las mujeres que crean empresas lo hagan motivadas por la necesidad y no por la oportunidad” explica Violeta Domínguez, coordinadora de la Unidad de Género en CAF –banco de desarrollo de América Latina.
La experta considera que los estereotipos de género en torno a las habilidades, la fuerza, el liderazgo y la maternidad de las mujeres han generado percepciones y obstáculos que ralentizan el crecimiento de las empresas lideradas por mujeres con respecto a las de los hombres.
En un intento de superar los obstáculos que limitan el desarrollo empresarial de las mujeres, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) propuso el Modelo de Intervención para el Desarrollo Emprendedor de las Mujeres que busca empoderar económicamente a las mujeres y el crecimiento de sus empresas.
En esta misma línea, CAF está trabajando con el modelo, con la finalidad de lograr que las mujeres obtengan autonomía económica a través de la provisión de habilidades, herramientas, recursos, y puedan así desempeñarse en un entorno favorable para el desarrollo de sus empresas y emprendimientos.
Adicionalmente, CAF ha incorporado la perspectiva de género dentro de las líneas de financiamiento que otorga, que aseguran que los proyectos fomenten la equidad. También ha puesto en marcha programas de educación financiera y empresarial -a través de alianzas regionales-, y apoya a organizaciones de mujeres que desarrollan mentorías a emprendedoras y ha generado acuerdos con instituciones financieras para que las líneas de crédito tengan incorporada la perspectiva de género.
Inclusión financiera de las mujeres
Según un informe reciente de CAF en América Latina los hombres siguen teniendo más capacidad de ahorro que las mujeres, pero cuando ellas se empoderan y toman las riendas de los recursos financieros del hogar, su gestión suele ser más eficiente. Además, las personas con un nivel educativo bajo, los residentes en zonas rurales, los jóvenes y los adultos mayores son los grupos con menos capacidades financieras y, por lo tanto, los que menos ahorran.
Entre las medidas para mejorar la situación, la publicación propone que los gobiernos creen estrategias diferenciadas para cada segmento de la población, especialmente aquellos con menores capacidades financieras, con el fin de mejorar las decisiones financieras de los individuos, lo cual tendría un impacto significativo sobre la pobreza y el fortalecimiento de la clase media.
La investigación afirma que el uso de mecanismos formales como las cuentas de ahorro mejora las capacidades financieras de los individuos, por lo que los programas de inclusión y educación financiera deben enfocarse no solo en la transmisión conocimiento sino también en difundir la importancia del ahorro para las familias.
La educación financiera puede tener un gran impacto en el bienestar de las familias, así como en la inclusión social, ya que facilita el uso efectivo de los productos financieros y ayuda a que las personas desarrollen las habilidades para comparar y seleccionar los que mejor se adapten a sus necesidades.
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