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Las denominadas Empresas B (de bienestar) pretenden convertir al sector privado en un actor determinante para lograr el desarrollo integral, sostenible y equitativo.
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Consideradas como una de las innovaciones jurídicas, sociales y económicas más prometedoras en lo que va de siglo, las empresas B están logrando llevar la responsabilidad social corporativa a otro nivel. Ya no se trata de expresar la voluntad de tener un impacto positivo en ciertos aspectos sociales, sino de convertirlo en un objetivo prioritario como parte de su mandato.
De hecho, los accionistas de las empresas B especifican en el contrato de constitución de la sociedad la misión de obtener un impacto social y ambiental positivo, además de perseguir la rentabilidad económica adscrita en el ADN de todos los negocios. En otras palabras, a través de su actividad comercial, estas empresas contribuyen a solucionar problemas sociales, a humanizar los negocios y a la sostenibilidad del planeta.
Surgidas en Estados Unidos hace aproximadamente doce años, esta nueva forma de entender el papel de la empresa privada se está asentando exitosamente en América Latina. En los últimos cuatro años más de 1.000 empresas han utilizado la evaluación de impacto B en la región, y más de 300 han obtenido la certificación.
En la actualidad existen empresas que incorporan la ética en los negocios en Chile, Colombia, Argentina, Brasil, Uruguay, Perú, Ecuador, México y Paraguay, que abarcan 60 industrias, y además la región tiene la Empresa B más grande del mundo: Natura Cosméticos de Brasil.
A nivel global existen más de 2200 empresas certificadas como B en 42 países, distribuidas en 130 industrias, desde multinacionales hasta pequeños negocios.
Entre los rasgos distintivos de estas empresas destacan la buena gobernabilidad, la obligación de mantener una distancia razonable entre los salarios más altos y más bajos; la búsqueda de un impacto en todas las facetas de la actividad; y la promoción de la transparencia y la gestión socio-ambiental.
"Un número creciente de investigadores y líderes económicos consideran que el movimiento de las Empresas B representa una de las claves para construir la nueva economía; una economía cuyo éxito se mida por un triple impacto: la maximización de utilidades financieras conjuntamente con la generación de valor social y ambiental", asegura Ana Mercedes Botero, directora de Innovación Social en CAF, uno de los organismos que más activamente está apostando por la implementación de este tipo de empresas en Latinoamérica que, por lo demás, también rescata la ética en la forma de hacer negocios.
Avances de las empresas B en América Latina
En los últimos años han sido muchos los actores sociales que han unido esfuerzos para promover las Empresas B. Precisamente desde la innovación social de CAF se ha impulsado, en alianza con Sistema B, la creación de marcos legales nacionales que facilitan su proliferación y asentamiento. Adicionalmente, durante los últimos se han desarrollado encuentros con grandes y pequeñas empresas de la región, así como con representantes públicos, con la finalidad de lograr una evolución en el sistema financiero y empresarial latinoamericano.
La alianza del movimiento B y CAF comprende el desarrollo de legislaciones favorables a las empresas con propósito; la consolidación de una red global de conocimiento que sistematice modelos de negocio de triple impacto; y la generación de una oferta de valor atractiva para estas empresas, que incluye el fortalecimiento y difusión de herramientas de medición de impacto y de benchmarking social y ambiental.
En este sentido, en junio se celebró la primera Conferencia Internacional de Abogados B, en la que participaron destacados juristas y abogados de Latinoamérica, Europa y Estados Unidos para debatir los retos legales que plantean las Sociedades de Interés y Beneficio Colectivo (BIC, por sus siglas en inglés) en el actual contexto regional y global. Como parte de la alianza CAF con el Movimiento B, se fortaleció la creación de grupos jurídicos en varios países con la finalidad de promover legislaciones que favorezcan el surgimiento de dichas empresas.
Este tipo de empresas superan el paradigma tradicional de la búsqueda exclusiva de la rentabilidad y representan un inmenso potencial para cambiar la sociedad en que vivimos, para hacerla más humana, más acorde con el bienestar de sus ciudadanos y más consecuente con los desafíos globales. Paralelamente, representan una oportunidad para que el sector privado contribuya significativamente al desarrollo de América Latina.
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