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Después de llegar a representar más de 30% de la población tras la primera década de este siglo, su crecimiento se estancó y ahora el covid-19 no solo ha rematado este estancamiento, sino que va a ocasionar un retroceso preocupante para el futuro de la región.
09 de junio de 2021
La pandemia ha golpeado fuertemente a todos los sectores socioeconómicos. Pero quizás uno de los golpes más difíciles de digerir para América Latina ha sido el ocasionado a las clases medias de todos sus países.
Después de llegar a representar más de 30% de la población tras la primera década de este siglo, su crecimiento se estancó y ahora el covid-19 no solo ha rematado este estancamiento, sino que va a ocasionar un retroceso preocupante para el futuro de la región. Esto tiene implicaciones importantes: cuanto más débil sean las clases medias y más numerosos los grupos de población vulnerable y pobre, menos opción de lograr superar la llamada trampa del ingreso medio.
Esta situación refleja inestabilidad. En épocas de crecimiento, las clases medias latinoamericanas han ido bien, pero en cuanto se produce un shock externo y los gobiernos no tienen capacidad para extender sus redes de protección social, aumenta la población vulnerable y pobre y se reducen las clases medias.
La emergencia sanitaria ha ocasionado este retroceso, pero solo sea la punta del iceberg. Las clases medias de la región se caracterizaban por haber sobrepasado a los grupos vulnerables y pobres. Según criterios internacionales, aquellas personas con un ingreso promedio de entre 10 y 50 dólares al día pertenecían a la clase media. Pero si bien el crecimiento de la región propició mayores ingresos familiares, las clases medias siguieron conviviendo con la informalidad laboral. Con esto, la posibilidad de llegar a la clase media y luego volver a caer en la pobreza o en la vulnerabilidad está relacionada con factores externos, agravados cuando afectan al sector informal.
“América Latina necesita integrar de mejor manera todos los mecanismos de aseguramiento que los Estados pueden dar a sus ciudadanos. Esto incluye no solo la protección social ante los riesgos de la salud, la vejez o el desempleo, sino también la provisión de buenos servicios de educación, salud, seguridad y justicia para toda su población, y no solo para aquella porción más aventajada. Sin un esquema de amplia cobertura y calidad en todas estas dimensiones será difícil ver consolidarse a las clases medias en la región”, asegura Lucila Berniell, ejecutiva principal de la Vicepresidencia de Conocimiento de CAF.
Durante la pandemia, aquellas personas que tenían ingresos informales se vieron golpeadas por la crisis, especialmente quienes trabajaban en sectores como el comercio minorista o la gastronomía, ya que allí se produjo una pérdida masiva de empleos por el shock de demanda asociado a las restricciones de movilidad. A esta situación se sumó la inexistencia de redes de protección social suficientemente extendidas, y el resultado fue que los trabajadores informales no contaron con una cobertura de ingresos en el momento del shock.
Se calcula que más de un tercio de los latinoamericanos (o 240 millones de personas) no tienen ningún vínculo con los servicios de protección social que brindan los Estados. Gran parte de ellos pertenecen a la clase media vulnerable, y existe una coincidencia cuantitativa con aquellos que tienen empleos informales. “A diferencia de los más pobres, que sí están generalmente cubiertos por programas como los de transferencias condicionadas de ingresos, la clase media informal en muchos países no recibe los típicos servicios de la protección social básica”, dice Berniell.
La pandemia también mostró debilidades en cuanto a la recopilación de datos sobre los colectivos más necesitados. En los primeros meses los Estados tuvieron que actuar de manera urgente para identificar a las personas que no tenían mapeadas, especialmente a los informales de clase media y vulnerable, y se perdió un tiempo valioso, ya que las ayudas no llegaron de inmediato. Estas ampliaciones en las ayudas para sostener los ingresos de los hogares enfrentaron dos grandes desafíos: cómo diseñarlas para no desincentivar la búsqueda de trabajo formal y cómo hacerlas sostenibles en el tiempo.
La caída de las clases medias coincide con el mayor descontento social, que ha ocasionado manifestaciones masivas en muchos países de la región. Las protestas sirven como recordatorio de que las sociedades latinoamericanas han cambiado en los últimos años, y ahora demandan mejores servicios públicos. La buena noticia es que las agendas de desarrollo de la mayoría de países latinoamericanos reflejados estas nuevas demandas sociales. Está por ver cómo se concretan en la próxima década.
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