Las otras lecciones de la evaluación de impacto

Siempre que se hace una Evaluación de Impacto la atención está puesta sobre los resultados del análisis riguroso de la política en términos de su impacto sobre los beneficiarios. Sin embargo, estos aprendizajes no son los únicos que se generan; por el contrario, la gestión del proceso produce conocimiento en términos de los actores involucrados, el diseño de la intervención y su contexto, que son de suma utilidad no solo para la política en sí misma sino para futuras evaluaciones.

13 de junio de 2019

A continuación una lista tres de esos aprendizajes y algunos ejemplos prácticos:

  1. Evaluar implica relacionarse con los actores involucrados en la intervención y esa interacción genera aprendizajes. Características de los implementadores como su dinámica de trabajo, sus capacidades técnicas y políticas, así como los actores que son clave se ponen en evidencia al conocer a los equipos. Por ejemplo, la identificación de individuos que lideran y actúan como habilitadores del proyecto se convierte en un insumo de suma utilidad a lo largo del proceso de gestión de la evaluación y, en ocasiones, resulta crítico para la viabilidad del proyecto.
  2. Del mismo modo, cuando se evalúa se conocen a fondo las características de las intervenciones. Sus pormenores en términos de las limitaciones de su diseño, los desafíos en su gestión (disponibilidad de datos, logística), la concepción del proyecto en relación a las fases, tiempos y presupuesto se ponen en evidencia durante la generación de la estrategia de evaluación. Por ejemplo, una evaluación de un centro educativo con pocos postulantes - lo que genera un problema de poder estadístico - puede identificar la necesidad de incluir una campaña promocional como parte de la política del centro, aún cuando ésta no estuviese contemplada inicialmente.
  3. Pero el contexto de la política es otro factor clave que debe conocer un evaluador para poder adaptarse. Entender las restricciones políticas en términos de los intereses involucrados, como por ejemplo la vecindad de un ciclo electoral, o los desafíos asociados a los beneficiarios (cultura, intereses, etc.) como en el caso de la formación de jóvenes adolescentes, permiten tener un mapa de la geografía en la que se inscribe una iniciativa y las posibles fuentes de desafíos en la ejecución del plan.

De tal manera, aún en los casos donde la evaluación de impacto no pueda llevarse a cabo existe un universo de posibilidades de aprendizaje que los evaluadores pueden suministrar a sus contrapartes implementadoras y a otros evaluadores. La sistematización de estos aprendizajes, a partir de documentos y datos, permite incrementar las capacidades de todos los involucrados (academia, políticos, implementadores y evaluadores) para futuras intervenciones, tanto de la misma política o de otras similares; todo esto en el contexto de un mundo donde los evaluadores tienen un rol creciente en el proceso de diseño y gestión de las políticas públicas.

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