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29 de noviembre de 2024
La Orinoquía, con 445.511 km², es el segundo mayor ecosistema de sabana neotropical, con alta biodiversidad. Sin embargo, solo el 5% está protegido y enfrenta amenazas de expansión agrícola, minería, infraestructura sin planificación y cambio climático.
03 de octubre de 2024
El ecosistema de la Orinoquía, compuesto por los Llanos Orientales en Colombia y los Llanos del Orinoco en Venezuela, es el segundo mayor ecosistema de sabana neotropical, cubriendo una superficie total aproximada de 445.511 km2. Este ecosistema presenta una alta heterogeneidad en paisajes y vegetación, donde existen mosaicos de sabana y bosque, influenciados por la migración estacional de la Zona de Convergencia Intertropical (ITCZ). Durante el LGM (Último Máximo Glacial), predominaban las hierbas de sabana, indicando condiciones climáticas secas. La transición al Holoceno se caracterizó por un ligero aumento en las especies forestales, sugiriendo una transición a un clima más húmedo. Entre aproximadamente 10.000 y 7.000 años antes del presente (cal yr BP), las sabanas eran abundantes, y pocas especies de bosque, incluyendo la palma Mauritia, también eran comunes pero raras, lo que indica un clima cálido y húmedo. Después de aproximadamente 7.000 cal yr BP, el bosque de galería comenzó a expandirse, sugiriendo un cambio a un clima más húmedo. Las palmas Mauritia aumentaron significativamente después de 4.000–3.000 cal yr BP, posiblemente impulsadas por una mayor precipitación media anual y/o una temporada húmeda más larga. El inicio de la ocupación humana sigue siendo incierto, pero se ha vinculado con el tiempo de expansión de Mauritia, un período en el que los incendios, posiblemente de origen antropogénico, fueron más frecuentes (Piraquive-Bermúdez & Behling, 2022).
La región alberga una diversidad ecológica alta y proporciona diversos servicios para la fauna local y las poblaciones humanas. Sin embargo, ha recibido poca atención en términos de conservación en comparación con los ecosistemas amazónicos o andinos adyacentes, con solo el 5% de su área protegida o monitoreada como parte de unidades de conservación. (Piraquive-Bermúdez & Behling, 2022).
La pérdida de la biodiversidad en la Orinoquía se debe al cambio de uso de suelo por el aumento de zonas agrícolas y ganaderas, la deficiente planificación territorial urbana y rural que desencadena en la construcción de infraestructura sin resguardos ambientales y genera la pérdida de hábitats y la fragmentación del paisaje junto con la minería que además contamina los cursos de agua y degrada el ecosistema. Por otro lado, los conflictos de interés limitan la protección de áreas con alto valor ecológico, la escasa infraestructura y regulación de tratamiento de aguas grises e industriales contamina las aguas continentales y finalmente el cambio climático amenaza en la variabilidad de temperaturas y precipitaciones junto con la pérdida de humedales debido a graves sequías.
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