Un dilema para María y más de 100 millones de latinoamericanos que viven en asentamientos informales

Miles de personas provenientes del campo o de otras áreas urbanas de América Latina se asientan donde pueden en el centro o en la periferia de las ciudades, buscando un porvenir mejor para sus hijos, así no cuenten con las condiciones mínimas para vivir. Este fue uno de los problemas discutidos en la conferencia de Hábitat III del 17 al 20 de octubre en Quito.

26 de septiembre de 2016

A María le llegó el agua al cuello. Literalmente. De repente, y estando aún en la cama, vio como el río cubría lentamente el piso de su casa, luego sus muebles, para llegar después a la altura de las láminas pegadas en la pared de madera. El río no avisó esta vez, como sí lo había hecho hace 10 años. Nadie imaginaba que aquella inundación se repetiría tiempo después.

Tanto ella como las 36 familias que viven en la costanera se han acostumbrado al barrio. Su ubicación es muy práctica. Está a 10 minutos caminando del centro comercial de la ciudad y eso le permite a María llegar en poco tiempo para vender en la esquina que ya es suya, dejando en el camino a su hija de 3 años para que alguno de sus amigos la cuide.

El agua nuevamente es impiadosa y destruye lo poco que tiene. Al igual que sus vecinos, María debe rápidamente salir a buscar maderas y cartones para improvisar una casita en una de las plazas de la ciudad en la que vivirá un año y 3 meses, especulando con la ayuda del gobierno o la de alguien más. Una ayuda que finalmente nunca llegará.  Así, el río vuelve a ser una opción. Si pasaron 10 años para que la inundación vuelva, de repetirse ese lapso, sobra tiempo para pensar qué hacer.

Hay alternativas para María. La primera de ellas es mudarse a un nuevo barrio que construyeron a 7 kilómetros de donde vive ahora.  Los funcionarios del gobierno le informaron que las casitas están muy bien, que tienen piso, paredes y techo de verdad, y que no va a tener que pagar prácticamente nada para adquirirla. Sólo tiene que dejar su casa y firmar un papel para no volver a la orilla del río. Ella duda. Pregunta si hay una guardería y una escuela cerca para su hija y si bien la respuesta es negativa, intentan alentarla diciéndole que a poca distancia, a unas 20 cuadras le informan, hay una muy buena en la que hasta pueden darle de comer a la niña.

El problema es que el transporte público aún no pasa por el barrio. María no tiene carro ni moto y tampoco una bicicleta, aunque con esfuerzo podría comprarla y con ella dejar a la niña en la escuela y continuar hacia su trabajo. Sin embargo, las calles no son seguras y la avenida que conecta el barrio no tiene espacio para bicicletas. ¿Con quién dejar a la niña?, ¿cómo llegar al trabajo? Una vecina le dice que lo piense bien, que en el nuevo barrio tendrá que pagar por todo, por el agua, la electricidad, el gas, hasta para que saquen de su puerta la basura, le advierte entre asombrada e incrédula.

Una segunda opción es quedarse. Escuchó que van a rellenar el lugar para que el agua no suba más, que hay gente en el gobierno que piensa que esa es la solución. Sin embargo, la duda persiste porque hubo otros funcionarios  que visitaron el sitio y mencionaban el humedal, resaltando la importancia de que no se toque y que en el futuro nadie viva sobre esa tierra. 

¿Qué hacer? Le gustaría quedarse allí. Tiene su trabajo cerca. Tiene el hospital y la futura escuela para su niña. Tiene sus amigos y los vecinos de toda la vida. Tiene una historia. ¿Pero si lo del humedal es cierto y por dudar se queda sin nada? ¿Dónde vivirá?

María desconoce que ni ella ni sus vecinos están solos enfrentando este tipo de dilemas. Millones de latinoamericanos, se estima que más de 100 millones, sufren este y otros múltiples problemas al vivir en asentamientos irregulares. La falta de respuestas efectivas a las demandas que de ellos surgen, suele enmarcarse en una trama compleja de debilidades institucionales, valores y cosmovisiones contrapuestas, ausencia de coordinación entre los responsables de política, falta de planificación y de creatividad para pensar una solución en la que todos ganen.

Estas respuestas impactan sobre múltiples dimensiones y requieren responder dilemas tales como: ¿cuáles son los derechos de María y cuáles los de su hija?, ¿cómo dialogan esos derechos con los del resto de los ciudadanos? ¿son diferentes?; si es la equidad un valor que enmarca la gestión urbana, ¿cuál es la vara para medirla con María y sus vecinos?; ¿quién o quiénes son los responsables de abordar una solución a este problema?; ¿cuáles serían las medidas más efectivas?, ¿cómo concretarlas?

Para delinear algunas respuestas se requiere primero comprender la complejidad de las dimensiones que abarcan el problema. Algunas tales como las vinculadas a la política regional, visión urbana, gobernanza, empleo, género, apego al lugar, medio ambiente, instrumentos de gestión (regulaciones, incentivos, recursos financieros), son apenas una muestra y cabe solo mencionarlas para dar cuenta de la complejidad del abordaje.

¿Por dónde empezar?, ¿qué habría que aconsejarle al jefe de gobierno?, ¿qué habría que aconsejarle a María?

Desde el Programa Ciudades con Futuro y la política Pro Inclusión, en CAF -Banco de Desarrollo de América Latina- buscamos contribuir con las respuestas a estos dilemas y mejorar la implementación de políticas. La conferencia de Hábitat III constituyó una excelente oportunidad para intercambiar experiencias y profundizar en el conocimiento de esta problemática y las soluciones posibles para más de los 100 millones de personas que esperan una solución al igual que María.

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