Patricio Scaff
Ejecutivo Principal
En 2015 la ONU fijó 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que debían cumplirse al 2030 y que están marcando las agendas del desarrollo a nivel global. En este momento estamos enfocando la recta final de este camino, que en América Latina y el Caribe está lleno de retos y oportunidades.
Con la finalidad de revisar los avances de la también conocida como Agenda 2030, durante la 78ava Asamblea General de la ONU (UNGA78) se llevó a cabo el SDG Summit los días 18 y 19 de septiembre de 2023. Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, hizo un llamado a avanzar “urgentemente” en el estímulo de los ODS con la movilización 500 mil millones de dólares anuales para cambiar una trayectoria que, de no sufrir un golpe de timón, no nos permitirá alcanzar los ODS.
A pesar de su abundancia en recursos naturales y riqueza cultural, América Latina y el Caribe enfrenta desafíos significativos en su búsqueda de un desarrollo sostenible e inclusivo que mejore la calidad de vida de sus habitantes. Nuestra región se caracteriza por una marcada desigualdad en la distribución de la riqueza, una brecha de productividad ligada a elevadas tasas de informalidad, una creciente polarización que está impidiendo la construcción de consensos y una alta vulnerabilidad a fenómenos naturales extremos y a otros efectos del cambio climático.
La pandemia del COVID-19 y la posterior crisis económica han provocado retrocesos en varios indicadores de los 17 ODS. A comienzos de 2023, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) alertó que solo un tercio de los ODS estaban en camino de cumplirse para 2030. Los ODS relacionados con la erradicación de la pobreza (ODS 1), la reducción de desigualdades (ODS 10), ciudades y comunidades sostenibles (ODS 11), acción por el clima (ODS 13), y la búsqueda de paz, justicia e instituciones sólidas (ODS 16) eran los más rezagados.
Frente a este panorama, el cambio de timón para cumplir con las metas acordadas por los 193 países miembros de la ONU en 2015 requiere un fortalecimiento del multilateralismo y la adaptación de la arquitectura financiera global para responder de manera más eficaz y rápida a las necesidades de desarrollo sostenible en la región.
Es esencial potenciar el papel crucial que desempeña la banca de desarrollo en la consecución de estos objetivos tanto en lo que respecta a la movilización de recursos como en el acompañamiento técnico sobre problemáticas de desarrollo. América Latina y el Caribe, que posee cada vez más países clasificados como de renta media o alta, debe desarrollar instrumentos financieros innovadores y orientados al impacto. Asimismo, la banca de desarrollo debe ser un motor en la construcción de alianzas, con las agencias y programas de las Naciones Unidas, con el sector privado, con la sociedad civil y con otros organismos multilaterales para evitar la duplicidad de esfuerzos y buscar las complementariedades. Por último, es necesario continuar trabajando en la implementación de medidas para garantizar una mayor transparencia y una rendición de cuentas efectiva, requisitos tanto para la legitimidad y la eficiencia de nuestro accionar como para la movilización de recursos de terceros.
Los ODS son una guía necesaria para abordar los desafíos que enfrenta América Latina y el Caribe. Para alcanzar estas metas, se requiere una inversión sustancial en proyectos y programas que fomenten el desarrollo sostenible, pero eso no es suficiente. Además, es esencial invertir en la producción, análisis, difusión y uso de datos para medir avances y tomar decisiones basadas en evidencia en la formulación de políticas públicas. Lamentablemente, muchos países de la región, especialmente en el Caribe, carecen de datos confiables que dificultan el monitoreo preciso de los avances y retrocesos.
Cuando llevamos la mitad del camino recorrido para llegar a 2030, tenemos la gran responsabilidad de coordinar esfuerzos para maximizar el impacto de las inversiones en proyectos y programas de desarrollo sostenible e inclusivo. CAF, en particular, ha fortalecido su coordinación con el sistema de las Naciones Unidas en los últimos años, firmando más de 45 acuerdos con más de 22 agencias y programas de las Naciones Unidas que se están traduciendo en una cooperación efectiva para nuestros países. Por ejemplo, junto al PNUD en el marco de UNGA78 lanzamos un programa para acompañar a nuestra región en el fortalecimiento de la gobernanza. Junto a la OPS estamos trabajando en la mejora de redes de servicios de salud o con UNICEF estamos trabajando en Panamá la protección de la primera infancia. Esto demuestra el compromiso de trabajar en conjunto para abordar los desafíos de desarrollo que no pueden resolverse de manera aislada.
Es por lo tanto necesario acelerar los esfuerzos colectivos para llegar a 2030 con resultados a la altura de las expectativas, en la línea de la declaración “orientada a la acción” adoptada durante la pasada Cumbre de los ODS: debemos fortalecer los medios para la implementación y, en particular, en la financiación para el desarrollo invirtiendo masivamente para facilitar transiciones energéticas, alimentarias, digitales justas y equitativas, así como una transformación en la educación y una sólida protección social en nuestros países, de lo contrario, no se cumplirán los objetivos.