Oswaldo López
Economista principal de CAF en Brasil
Luego de haber sido una de las economías de América Latina que más rápido emergió de la crisis generada por el COVID-19, Brasil se enfrenta a un reto de mayor envergadura: consolidar un modelo de alto y sostenido crecimiento económico, que abra la puerta para resolver las históricas disparidades sociales que pesan sobre su desarrollo, como la pobreza o el desigual acceso a servicios públicos de calidad.
Tomando como referencia los datos del PIB de los últimos cincuenta años, la economía brasileña muestra dos características: un bajo crecimiento y una alta volatilidad. En este período, la actividad promedió un crecimiento de apenas 2,1 % por año, tasa bastante menor a la observada en economías emergentes como India (6,4 %) o Corea del Sur (5,0 %) en Asia, o el Perú (4,1 %) y Chile (4,4 %) dentro del contexto latinoamericano. Por su parte, la volatilidad, medida por el coeficiente de variación del crecimiento, más que duplicó la marca registrada por países emergentes de similar tamaño económico.
Aunque en estos resultados ha incidido el pobre desempeño en la acumulación de factores productivos, el principal determinante del modesto crecimiento económico es la baja productividad. En el trabajo “El desafío de aumentar la productividad de la economía brasileña”, recientemente publicada en la serie de Policy Paper de CAF, encontramos que la productividad laboral de Brasil en 2019 (antes de la pandemia) apenas fue 25,1 % de la mostrada por EE. UU., experimentando un muy bajo ritmo de catching-up, considerando que en 1950 este ratio era 21,0 %. Así, la baja productividad se erige como el principal factor detrás de la falta de convergencia del ingreso por habitante de Brasil respecto a las economías desarrolladas.
A través de un ejercicio de contabilidad del crecimiento se encuentra que la acumulación de capital (físico y humano) y de trabajo han sido los principales contribuyentes al crecimiento del PIB en los últimos treinta años, mientras que la Producción Total de los Factores (PTF) tiene una incidencia negativa en la mayoría del período.
La baja productividad de la economía brasileña es transversal en todos los sectores. La industria ha visto su productividad estancada en las últimas décadas, aquejada por las desfavorables secuelas que dejó sobre la inversión la inestabilidad macroeconómica de los años ochenta y los prolongados períodos de sobrevaluación de la moneda en épocas más recientes, que incidieron sobre la competitividad de la industria manufacturera. En las actividades de servicios, el comportamiento de la productividad laboral ha sido inestable, con una caída acumulada de 3,4 % durante las últimas tres décadas.
En el caso de la agricultura, si bien la productividad ha aumentado en los últimos años, resulta muy baja con relación a los países avanzados (por ej. EE. UU.). El aumento de la productividad por trabajador del sector agropecuario está fuertemente vinculado a los avances tecnológicos del agronegocio. No obstante, este comportamiento ha ocurrido de manera dual, con el sector agroindustrial marcando elevados gastos en tecnologías año tras año y el segmento de productores familiares, que concentran más de dos tercios de la masa de agricultores, con una muy baja capacidad para innovar. Esta divergencia de sistemas hace que la actividad agropecuaria agregada tenga un bajo promedio de productividad.
Siendo la baja productividad un problema transversal para toda la economía, las mayores ganancias de productividad se alcanzarían con una mejora productiva en cada sector económico mas que con una reasignación de recursos (capital o trabajo). Si cada uno de los sectores económicos brasileños pudiese igualar la productividad que tienen sus homólogos en EE. UU., la brecha productiva agregada entre los dos países se reduciría del 89% actual al 15%, proyectándose una convergencia total en menos de una década. Por el contrario, si Brasil llegase a reasignar sus recursos productivos (por ej. trabajo) de la forma que se encuentran en EE. UU., manteniendo los mismos niveles de productividad, sólo lograría reducir la brecha de productividad agregada hasta el 75%, sin conseguir una plena convergencia en el medio plazo.
La recuperación de la productividad agregada de la economía es una tarea compleja, que depende de las facilidades que encuentran las empresas para entrar y competir en el mercado, para adoptar nuevas tecnologías o para desplazar recursos (capital y trabajo) hacia firmas/sectores más productivos. El diagnóstico de los determinantes del bajo crecimiento económico de Brasil en las últimas décadas realizado en “El desafío de aumentar la productividad de la economía brasileña” revela que las empresas no consiguen desarrollar una dinámica favorable de productividad porque se enfrentan con severas distorsiones en varios ambientes claves.
En el reporte se hace referencia a varios de estos problemas, como el excesivo proteccionismo comercialque retiene la competencia. Brasil tiene una integración al comercio mundial restringida si se compara con otras economías emergentes de similar tamaño. En un mundo globalizado, Brasil ha quedado apartado de las principales cadenas de valor, posicionándose sólo como jugador importante en la exportación de materias primas con bajo valor añadido. Esta evidencia es destacada con mayor detalle en el Reporte Económico de Desarrollo-CAF 202: “Caminos para la integración”.
También, la baja calidad de insumos disponibles para las empresas, incluyendo servicios de infraestructura y logística, encarece los costos de producción e incide en la pérdida de competitividad. Esto ha traido como consecuencia una baja inversión en infraestructura (1,8 % del PIB promedio año), monto que ni siquiera permite cubrir la depreciación de los activos físicos (3,0 % del PIB por año). Los desincentivos a la inversión igualmente se generan por las distorsiones de los altos impuestos y restrictivas regulaciones laborales(Custo Brasil), así como por el alto costo de financiamiento que enfrenta el sector privado como resultado del sobreendeudamiento público. Por último, los rezagos en la capacidad innovadora también han incidido en las pérdidas de productividad. En Brasil, el factor de rezago en innovación respecto a los países líderes del Índice Global de Innovación responde a la eficiencia del gasto más que a su magnitud.
Si bien Brasil enfrenta importantes desafíos de corto plazo, como los riesgos inflacionarios o las preocupaciones fiscales que levantó las políticas de estímulos para combatir de la crisis de la COVID-19, es necesario no perder de vista la resolución de los viejos desafíos, como el bajo crecimiento económico. Propiciar ganancias de productividad en todos los sectores de la economía se torna una tarea fundamental para el próximo período de gobierno.