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Frank Vanoy
Ejecutivo Principal de la Vicepresidencia de Energía de CAF
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El estudio "La transición energética de América Latina y el Caribe: Una visión de sus oportunidades y desafíos hasta 2050", elaborado por CAF, describe los diagnósticos de expansión, necesidades de inversión en energía renovable y los avances regulatorios que favorecen la sostenibilidad en el sector eléctrico en América Latina y el Caribe.
El informe analiza el estado actual y las proyecciones futuras del sector eléctrico en la región, destacando la necesidad de descarbonización y la adopción de energías renovables al 2050. Se presentan dos escenarios: uno de continuidad o BAU - Business as Usual, que contempla una expansión del sistema eléctrico basado exclusivamente en criterios económicos y otro definido como de transición energética (TE) que también considera una expansión económica, pero con restricciones en las emisiones del sector eléctrico y la adopción de políticas energéticas contundentes para la electrificación y la reducción de los gases de efecto invernadero (GEI). Estos escenarios buscan representar los impactos de las inversiones necesarias en la cadena de valor de la energía eléctrica (generación, transmisión y distribución de energía).
El estudio identifica el potencial de la región para aprovechar sus recursos en energías renovables, especialmente solar y eólica, y expone la importancia de la digitalización de redes y tecnologías de almacenamiento para gestionar la intermitencia de estas fuentes. Además, realza la importancia de la colaboración entre sectores público y privado para lograr los objetivos de descarbonización.
Por citar algunos ejemplos, se distinguen las diferencias entre países en cuanto a su avance en la transición energética, como Brasil, Chile, Costa Rica y Uruguay ya avanzados en la descarbonización, mientras que otros como Argentina, México y Venezuela enfrentan mayores desafíos.
Dentro de las inversiones planteadas en los escenarios mencionados, se pueden destacar necesidades de inversión total para el escenario BAU en USD 875 mil millones y para el escenario TE por USD 1,24 billones, un 42% mayor que el BAU. De lo anterior resalta que en el escenario BAU se requiere un 79% de estas inversiones en la componente de generación y un 21% en redes de transmisión y distribución.
En comparación con el escenario BAU, el escenario TE muestra una mayor necesidad de inversión en tecnologías de almacenamiento y una menor dependencia del gas natural sin sistemas de captura y almacenamiento de carbono (CCS), reflejando un enfoque más fuerte en la descarbonización e integración de fuentes renovables. En el escenario TE, la inversión en tecnologías de almacenamiento representa el 23% de la inversión total en generación que son recursos capaces de proporcionar flexibilidad a los sistemas evaluados en el proceso de transición energética y uno de los factores que contribuyen a las diferencias de costos observadas en ambos escenarios, ya que debe tenerse en cuenta que estas nuevas tecnologías tienen un costo de inversión por kilovatio instalado (USD/kW) más elevado que la opción de gas natural tradicional considerada en el caso de Business as Usual.
El informe concluye con la identificación de cuatro ejes de acción para la transición energética: inversión en tecnologías maduras de bajo carbono como la solar y eólica, la necesidad de impulsar estas mismas tecnologías en mercados emergentes donde los retornos pueden ser mayores, fortalecimiento institucional y técnico, y apoyo al desarrollo de nuevas tecnologías como la electromovilidad y el hidrógeno verde. Estos ejes ofrecen una hoja de ruta para maximizar los impactos de la transición energética, diferenciando las oportunidades según el retorno esperado, el impacto en la descarbonización y la madurez de los mercados.
Es posible identificar que las acciones inmediatas deben centrarse en tecnologías maduras (como centrales solares y eólicas terrestres), mientras que las nuevas tecnologías (como almacenamiento con baterías, centrales híbridas e hidrógeno verde) tienen que ser exploradas para garantizar que alcancen su madurez en el mediano y largo plazo, así mismo sus costos no sean un vector restrictivo a la hora de implementar las tecnologías. Se enfatiza la importancia de adaptar las políticas a las particularidades de cada país para garantizar una transición efectiva y sostenible.
En conclusión, hay diferentes frentes de actuación para que los agentes públicos y privados apoyen la transición energética en América Latina y el Caribe. Sus características difieren entre países y con respecto a retornos, impactos y madurez de acción.