Enrique Zapata
Especialista en Transformación Digital de CAF
Vivimos en una transformación global sin precedentes marcada por tres tendencias: primero, una demanda creciente de más y mejores servicios, calidad de vida y expectativas de respuesta inmediata. Segundo, estructuras de autoridad rígidas y lentas para adaptarse a las necesidades fluidas y dinámicas de la economía y sociedad actual. Tercero, la revolución de los datos y la tecnología y su creciente adopción por parte de los gobiernos para ser más proactivos e inteligentes.
Más allá que una era de cambio, esto representa un cambio de era. En el fondo es una evolución de los paradigmas sociales e institucionales que vivimos, entendidos como las normas sociales, incentivos y conductas políticas y económicas individuales y colectivas incrementalmente complejas. De acuerdo con el Foro Económico Mundial, este cambio, estrechamente ligado con los avances tecnológicos contemporáneos, está transformado la manera en que viven, trabajan e interactúan los individuos y la sociedad. Particularmente las tecnologías digitales y los datos nos permiten entender y accionar la nueva realidad compleja en la que vivimos, y también a dar sentido a la realidad y a encontrar nuevos patrones y maneras de actuar.
Para los gobiernos, esto significa un cambio en cómo hacer las cosas para adecuarse a este nuevo paradigma. Junto con este cambio sistémico, los gobiernos de todos los niveles enfrentan retos relativos a presiones demográficas incrementales, crisis de confianza en las instituciones, presiones presupuestarias y falta de agilidad en la prestación de servicios públicos y administración interna. Basta decir que para 2050, 7 mil millones de personas vivirán en ciudades, al tiempo que índices como el de la calidad regulatoria y desigualdad está en números negativos. No es coincidencia, pues, que el 75% de los latinoamericanos no confíen en sus instituciones, y que cada vez más gobiernos democráticamente electos impulsen agendas tiradas a los extremos; a la derecha y a la izquierda.
Las presiones presupuestarias de los gobiernos exacerban este panorama. La disponibilidad limitada de recursos y mayor demanda ciudadana giran su uso para sostener programas sociales y gasto corriente, mermando la capacidad de operación, atracción y retención de talento altamente especializado e innovación. Esto cierra un círculo vicioso, en donde los viejos problemas se siguen abordando con las fórmulas de antes, al tiempo que la capacidad de experimentar con nuevas soluciones es limitada.
El potencial del GovTech
En este contexto, nuevos enfoques de cooperación y asociación entre instituciones públicas y actores privados puede ayudar a zanjar la brecha que tienen los gobiernos para adecuarse al nuevo paradigma del siglo 21.
GovTech es uno de estos sectores, puesto que permite a los gobiernos la oportunidad de ser más eficientes, abiertos y tecnológicamente avanzados, al tiempo que se apoyan sectores de alto valor agregado con la procura pública. La clave está en entender que eficiencia, apertura y avance tecnológico no son metas objetivos hacia las cuales avanzar. Por el contrario, son ámbitos de operación concretos. Actividades accionables, que bien realizadas tienen la capacidad de adecuar a los gobiernos a las necesidades, exigencias y realidades actuales del mundo actual.
Desde esta perspectiva, los ecosistemas GovTech en todo el mundo deben transitar a una nueva conceptualización de su propia identidad. El Govtech no puede ser más sólo una actividad, un sólo tipo de negocio, o solo fondo. Para alcanzar su máximo potencial, Govtech debe ser visto como un movimiento sistémico capaz de crear un cambio estructural en todo el sector público, no sólo en el ámbito de la innovación. En el pasado, sectores como FinTech han logrado esto, al tomar un rol cada vez más central en la industria financiera bajo esta perspectiva. Los actores en el ecosistema GovTech deben hacer lo mismo, reconociendo que tanto la demanda del gobierno, como la oferta de las startups se necesitan mutuamente para prosperar y abordar las exigencias del ciudadano-consumidor actual.
Esto tiene implicaciones importantes para gobiernos, sector privado y ciudadanía. Para el gobierno, esto significa trabajar en el desarrollo de políticas Govtech exhaustivas, que al mismo tiempo lo beneficien mediante el incremento de capacidades, talento, inteligencia e implementación de políticas públicas. Para el sector privado, significa colaboración y exigencia para lograr las condiciones adecuadas para la rentabilidad, pero también corresponsabilidad en la generación de valor público. Finalmente, para el ciudadano significa una nueva manera de beneficiarse y relacionarse con el gobierno a través de la microterciarización de etapas específicas de la provisión de servicios públicos.
Los cambios de época representan oportunidades para aquellos que los reconocen. Una conceptualización adecuada de GovTech es necesaria para reconocer su potencial completo para el futuro de los gobiernos que todavía luchan por alcanzar al presente y adecuarse a las necesidades de las personas al entrar en la segunda década del siglo 21.