Jorge Arbache
Vicepresidente de Sector Privado, CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe-
El alto crecimiento económico ha sido durante mucho tiempo un objetivo de política económica en América Latina y el Caribe (ALC). Pero el PIB per cápita de la región creció un modesto 0,9% anual en promedio entre 1980 y 2021, con una desviación estándar de 2,6%. En otras palabras, hemos experimentado la combinación indeseable de bajo crecimiento y alta volatilidad que limita las posibilidades de mejorar la calidad de vida. El gasto público descontrolado, alta inflación, política monetaria inestable, alta exposición a choques externos, baja inversión, baja productividad, baja diversificación económica y alta informalidad han sido compañeros de viaje en la región. La aspiración de llevar la calidad de vida a estándares internacionales razonables es, por tanto, un sueño que aún está lejos de realizarse.
Para romper con este supuesto destino, será necesario, entre otros, promover actividades económicas com las que la región tenga una ventaja comparativa y competitiva y que generen muchos empleos de calidad. Una de estas apuestas es la agenda de sostenibilidad, pero desde una perspectiva que va más allá de la adaptación y la mitigación. Después de todo, ALC puede atreverse por su inigualable riqueza natural y biológica. Sin embargo, toda esta riqueza ha sido poco utilizada como plataforma para promover el desarrollo.
¿Cómo avanzar? Entre los caminos más prometedores se encuentran el desarrollo científico y tecnológico, las innovaciones y los nuevos modelos de negocio asociados a la sostenibilidad y las llamadas finanzas sostenibles.
De hecho, la región ya ha demostrado su potencial en ciencia, tecnología e innovación, como el programa de motores de etanol, el descubrimiento de nuevas moléculas y sus aplicaciones, químicos sustentables, tecnologías para agricultura y minería sustentables, innovadoras gestión del agua y los bosques, entre muchas otras tecnologías con un alto impacto en la diversificación y sofisticación económica. Sin embargo, todo esto ha tenido lugar en una escala aún limitada.
En finanzas sostenibles, aún queda camino por recorrer. Si bien el mercado global de finanzas sostenibles está creciendo a pasos agigantados, solo una fracción está destinada a la región. Según la UNCTAD, el mercado de finanzas sostenibles se está expandiendo rápidamente tanto en número de instrumentos y emisiones como en valor, y se estima que el stock de productos financieros sostenibles fue de 5,2 trillones de dólares en 2021, un aumento del 63% en comparación con 2020. Esto incluye fondos, bonos verdes, sociales y mixtos de sustentabilidad, bonos de carbono voluntarios, entre otros instrumentos. Sin embargo, la mayoría de esos productos están domiciliados y dirigidos a activos en países avanzados.
A modo de ejemplo, la emisión global de bonos sostenibles superó el trillón de dólares estadounidenses en 2021, pero ALC representó solo el 4,4% de ese monto. La mayoría de las economías emergentes enfrentan barreras para desarrollar sus propios fondos sostenibles. Esto puede explicarse, al menos en parte, por el tamaño limitado de los mercados y la percepción de riesgo. El lavado verde es otro desafío. La evidencia muestra que muchos de los llamados proyectos sostenibles se etiquetan a sí mismos. Si bien estos productos tienden a superar a sus pares en términos de sostenibilidad, los análisis preliminares revelan un rendimiento deficiente y sugieren que muchos proyectos pueden no estar a la altura de sus credenciales de sostenibilidad. Los proyectos que combinan alcance ambiental y social han tenido una alineación limitada con las comunidades locales y la Agenda 2030.
La relativa pausa en la agenda de cambio climático de los países avanzados provocada por las preocupaciones sobre la reciente crisis de energía fósil es una oportunidad única para que ALC se reposicione con mayor protagonismo en la agenda internacional de sostenibilidad. Pero, ¿qué debe hacer ALC para desarrollar todo su potencial y atreverse más?
Es necesario adoptar un plan de trabajo ambicioso pero realista. Este plan debería incluir mayores inversiones en C,T&I orientadas a la sostenibilidad, apoyo a startups, desarrollo de ecosistemas de emprendimiento y capital riesgo, formación, formación de directivos y colaboración con centros internacionales de C,T&I de referencia en sostenibilidad.
El plan también debe promover las finanzas sostenibles, lo que requiere fortalecimiento institucional y regulatorio, regulación sectorial específica, catastro, gobernanza, supervisión, seguimiento, auditoría, certificación, taxonomía, estandarización, trazabilidad, regulación de informes de sostenibilidad empresarial, mejora de la calidad de los proyectos y la lucha contra el lavado verde. También será importante abordar los riesgos climáticos sistémicos y sus repercusiones en el sector financiero, incluida la transición climática y la protección ambiental en los mandatos de gobernanza, la estrategia, la gestión de riesgos, la toma de decisiones de inversión y las prácticas de divulgación de los administradores de activos, bancos y aseguradoras. También será importante garantizar la coherencia entre las finanzas sostenibles y las políticas fiscales, tecnológicas, sectoriales y de desarrollo de capacidades. Todo ello dará mayor respaldo, seguridad, confiabilidad y previsibilidad a los instrumentos financieros y será determinante en la atracción de recursos hacia la región.
Finalmente, será importante involucrar a todas las partes interesadas para crear un ecosistema que integre la sostenibilidad a lo largo de toda la cadena de valor. Dada la etapa aún temprana de desarrollo de las finanzas sostenibles, las políticas y regulaciones deberán adaptarse en respuesta a eventuales cambios y situaciones específicas. Si bien las políticas y regulaciones financieras sostenibles deben tener en cuenta el contexto de cada país, la colaboración será importante para garantizar la coherencia necesaria con los estándares internacionales. Todo este esfuerzo puede ser decisivo para crecer más y mejor y promover la calidad de vida en la región.