Diana Mejía
Especialista Senior en Inclusión Financiera CAF - banco de desarrollo de América Latina y el Caribe
En años recientes se ha generado una importante evidencia académica acerca del impacto de la inclusión financiera. Sin embargo, esta evidencia se ha centrado mayoritamente, y de manera sesgada, en el acceso que tienen las personas a los productos y servicios ofrecidos por el sistema financiero.
Un reciente meta-análisis o revisión de revisiones de Campbell Collaboration establece que “los impactos de las intervenciones de inclusión financiera son pequeños y variables”. Los 11 estudios de evaluación de impacto incluidos en este meta-análisis están relacionados con programas de inclusión financiera que buscan aumentar el acceso de las personas en situación de pobreza a los servicios financieros. En esta nota buscamos ampliar la perspectiva sobre este tema, agregando los conceptos de uso, calidad y bienestar. Para más referencias sobre estos temas, recomendamos también consultar la serie de blogs de CGAP “Evidence and Impact in Financial Inclusion: Taking Stock”.
Merece la pena plantear el problema del impacto de la inclusión financiera como un tema que va más allá del solo acceso a los productos y servicios financieros, ya que el concepto de inclusión financiera va mucho más allá de la denominada bancarización. En efecto, la inclusión financiera es un concepto de carácter multidimensional que incluye elementos tanto del lado de la oferta de productos financieros como del de la demanda, siendo sus dimensiones básicas el acceso, el uso, la calidad y el impacto sobre el bienestar financiero de las familias y las empresas.
Lo anterior implica que la inclusión financiera es un medio para lograr un mayor bienestar financiero por parte de la población.
Aun cuando en la mayoría de los países existen mediciones del acceso, uso y calidad de los productos y servicios financieros, hay pocas mediciones de su impacto sobre el bienestar de las personas. Por esta razón, desde CAF hemos venido trabajando en un estudio que proporciona una primera medición del bienestar financiero en América Latina, basada en la investigación realizada por el Consumer Financial Protection Bureau (CFPB) y los resultados de las encuestas de capacidades financieras realizadas por CAF en siete países de la región: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú. Además, estimamos los factores determinantes del bienestar financiero en cada uno de estos países.
El CFPB define el bienestar financiero como el estado en el cual una persona puede satisfacer plenamente sus obligaciones financieras actuales y en curso, puede sentirse segura de su futuro financiero, y es capaz de tomar decisiones que le permitan disfrutar de la vida.
El análisis por país muestra que los puntajes máximos se encontraron en Chile (66) y Colombia (63), seguidos de Bolivia (59) y Perú (58), y finalmente Ecuador (57), Paraguay (56) y Argentina (55).
Nuestros principales resultados muestran que: i) el índice de bienestar financiero brinda información más allá de las medidas financieras tradicionales; es decir, incluso cuando una persona es miembro de un grupo que está relativamente en desventaja, puede haber factores de compensación o estrategias que ofrezcan oportunidades para que estas personas aumenten su bienestar financiero; ii) las diferencias en el bienestar financiero promedio fueron mayores en función del comportamiento de ahorro que del comportamiento de endeudamiento. Este hallazgo sugiere que no tener o no usar productos formales para ahorrar puede ser más perjudicial para el bienestar financiero que no tener acceso al crédito formal; iii) personas con niveles más altos de conocimiento financiero y habilidades financieras tienen un mayor bienestar financiero en promedio; y iv) existen variables clave que explican el bienestar financiero, como la experiencia previa con el sector financiero, la comparación entre diferentes instituciones financieras antes de adquirir un nuevo producto financiero y la participación personal en las decisiones financieras del hogar.
En este sentido, los factores determinantes del bienestar financiero, de acuerdo con el estudio que venimos adelantando en CAF, están relacionados con conocimientos, actitudes y comportamientos financieros que van más allá del acceso a productos y servicios financieros por parte de la población de estos países.
En esta misma línea, con BBVA Research publicamos el estudio “Vulnerabilidad financiera y comportamiento del consumidor: el papel de la salud financiera”, que analiza el efecto de la participación financiera en la vulnerabilidad financiera del consumidor, que es generalizada en países de América Latina. En el documento sugerimos la necesidad de observar el comportamiento financiero de los consumidores, a través de la salud financiera, con el objeto de analizar los efectos de dicha participación, en lugar de tener en cuenta solo el concepto de acceso financiero.
Nuestra hipótesis es que las ganancias de bienestar no se derivan únicamente de la tenencia de cuentas bancarias o del acceso a crédito, sino de su uso responsable. En primer lugar, desarrollamos un marco general estilizado para estudiar los mecanismos y proponer una medida para monitorear la salud financiera. En segundo lugar, trabajamos en la evidencia sobre cómo la participación en el sistema financiero afecta la vulnerabilidad en cinco países de América Latina, utilizando los resultados de las encuestas de capacidades financieras de CAF (Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú). Encontramos que la salud financiera tiene un mayor impacto en la vulnerabilidad financiera que el acceso financiero. De igual manera, el capital humano y la educación financiera también afectan la vulnerabilidad financiera. Cuanto mayor sea el nivel de estas variables, mayor (menor) será la probabilidad de ser financieramente seguro (vulnerable). Otro hallazgo es que la estructura de ingresos y el entorno en el que los individuos viven también afecta la vulnerabilidad financiera.
Por otra parte, la discusión acerca del impacto de la inclusión financiera también se ha extendido a la educación financiera. Un meta-análisis ampliamente difundido de Fernandes et al. (2014) indica que las intervenciones para mejorar la educación financiera tienen un impacto muy bajo en los comportamientos financieros estudiados, con efectos más débiles en la población de bajos ingresos. Por otra parte, según el estudio, el impacto de la educación financiera decae con el tiempo. No obstante, un reciente estudio elaborado por Annamaria Lusardi et al. (2019) recoge los resultados del meta-análisis de Fernandes et al. y amplía la evidencia pasando a analizar un número de estudios cinco veces mayor (de 13 a 68 con una muestra de individuos que pasa de 23.000 a 145.000). Este nuevo trabajo muestra evidencia clara de los efectos positivos de la educación financiera tanto en el conocimiento como en los comportamientos financieros.
CAF también ha estado trabajando en la primera evaluación rigurosa de grupos de ahorro rural en América Latina que hace parte del programa UNICAS de Cofide en Perú. Los resultados, aunque en línea con la literatura existente para África que muestra impactos positivos pero modestos, también revelan que los efectos sobre la productividad de las familias y sus ingresos se puede tardar varios años, lo cual puede explicar en parte por qué algunos resultados previos son poco auspiciosos. En el caso de Perú, se observa un proceso de graduación de estos grupos de ahorro rurales hacia el sistema financiero formal al cabo de más de 3 años de haber iniciado el grupo.
En conclusión, la evidencia científica evoluciona gradualmente, por lo que es necesario contar con más estudios que midan el impacto de la inclusión y educación financiera. El contraste entre los resultados de los estudios de Fernandes y Lusardi sugiere que es importante actualizar las revisiones sistemáticas de evaluaciones de impacto, así como tener en cuenta el carácter multidimensional de la inclusión financiera. Varios estudios se han centrado en la dimensión de acceso a productos financieros como el microcrédito, los ahorros o el dinero móvil. Por este motivo, es clave continuar ampliando la evidencia existente y fortaleciendo mediciones como la de bienestar o salud financiera que proponen vías potenciales a través de las cuales el uso y la calidad de los servicios financieros ayudan a las personas y familias a satisfacer sus obligaciones financieras, desarrollar resiliencia ante choques financieros y tomar decisiones que les permitan disfrutar de la vida y aprovechar las oportunidades que les brinda su entorno. Estos son los verdaderos beneficios de la inclusión financiera que, por su carácter sistémico, tardan tiempo en materializarse.