Marcelo Dos Santos
Ejecutivo senior
El tema de la transición energética ha ganado impulso después de que 195 países ratificaran el acuerdo de París en 2015. El acuerdo prevé la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero para evitar que la temperatura global supere los 2°C al final del siglo, en comparación con la era preindustrial. Desde entonces, los esfuerzos globales se han centrado en una carrera contra el tiempo, y algunas regiones, como la Unión Europea (UE), han establecido metas para lograr una economía baja en carbono hasta el año 2050.
Podemos comparar este esfuerzo de descarbonización a una carrera de obstáculos, con varias barreras a superar en un corto espacio de tiempo. La primera barrera está asociada al tema de la matriz energética de un país, que es el conjunto de fuentes de energía disponibles para mover automóviles, hogares e industrias, mientras que la matriz eléctrica, contenida dentro de la matriz energética, es responsable de generar electricidad para distintas actividades económicas.
En 2020, según datos de la Agencia Internacional de Energía (AIE), el 82% de la matriz energética mundial y el 71,4% de la matriz eléctrica mundial provenían de fuentes no renovables. Para detallar un poco más estos datos, en Estados Unidos, estos indicadores representaron respectivamente el 92% y el 61%; en China el 90% y el 67%; en Alemania el 83% y el 59%; en el Reino Unido el 86% y el 58%; en Francia el 88% y el 78%; en Chile el 70,5% y el 46,3%; en Uruguay el 41,1% y el 23,8%; en Colombia el 75,6% y el 30,4%; y en Brasil el 50,3% y el 15,4%.
Según datos publicados por el Banco Mundial, en 2022, la población mundial alcanzó los 7,9 mil millones de personas y un PIB de 101 billones de dólares. En términos porcentuales, en comparación con el total mundial, Estados Unidos representó el 4,2% de la población y el 25,1% del PIB, China el 17,9% y el 17,7%, y la UE el 5,7% y el 13,9%. Para los países seleccionados de la región (Brasil, Chile, Uruguay y Colombia), estos porcentajes sumados fueron del 3,7% y el 4,6%.
Considerando toda la estadística presentada, se observa que muchos países tendrán un camino más largo y más costoso para llevar a cabo la descarbonización de sus economías, mientras que los países de la región, gracias al esfuerzo realizado en las últimas décadas para crear una matriz energética y eléctrica lo suficientemente robusta, diversificada y renovable, tendrán, por suerte, menores costos y menos tiempo asociado a este proceso y gozan de una ventaja comparativa sólida que impulsará la neoindustrialización verde en la región. Además, juntos, cuentan con un nivel de población y PIB relevantes en comparación con el contexto mundial.
El segundo obstáculo, girando la curva, será reducir las emisiones de CO2 y otros gases responsables por el calentamiento global. En 2021, según datos publicados por la Comisión Europea y la AIE, el mundo alcanzó las 37,8 Gt CO2 de emisiones. China, Estados Unidos, la UE, India y Rusia emitieron, juntos, el 65% de ese total, y los países de la región fueron responsables por el 1,74% de las emisiones globales. Desde la perspectiva de los sectores, el mayor emisor es el sector de la energía, seguido por el industrial y luego el de transporte, que, en conjunto, contribuyen con el 91,43% de las emisiones globales.
Para superar el segundo obstáculo, especialmente para los países desarrollados, que dependen de una matriz energética no renovable y son los principales emisores de CO2, se han puesto en marcha una serie de legislaciones con incentivos y subsidios para alcanzar el balance neto en emisiones en 2050.
Estados Unidos lanzó una legislación llamada Inflation Reduction Act-IRA, que es un paquete de USD 394 mil millones para fomentar los sectores de energía renovable con el objetivo de reducir las emisiones en las próximas décadas. En respuesta a esto, la UE prometió USD 1.090 mil millones para el mismo propósito, que están llamando EU-Green Deal Investment Plan. El Reino Unido, Japón y otros países también están buscando herramientas similares para acelerar el proceso de descarbonización.
La UE también aprobó un impuesto llamado Carbon Board Adjustment Mechanism-CBAM, que busca gravar los productos y/o bloquear la entrada de productos importados a la UE que excedan un límite permitido de emisión de carbono en su proceso de producción. Estos tipos de subsidios y proteccionismos catalizarán las inversiones en energía renovable, industria y transporte verde, y tienen el efecto de atraer, en una primera instancia, proyectos greenfield y recursos de inversionistas institucionales a estos países.
Los dos elementos, el cambio de la matriz energética y la reducción de las emisiones asociadas al avance de la tecnología, nos llevan a pensar que estamos en medio de la segunda revolución industrial, donde los motores para su consolidación pasan prioritariamente por la adopción de energías renovables y plantas industriales eficientes y sostenibles que generarán los insumos y productos manufacturados verdes del futuro, como el acero verde, el fertilizante verde, los productos químicos verdes, el cemento verde, entre otros insumos capaces de contribuir directa e indirectamente a la descarbonización de las cadenas de producción industriales y de transporte del mundo.
Otro tema, que está en el orden del día, es la utilización a gran larga escala del hidrógeno (H2) como combustible. El hidrógeno es uno de los elementos químicos más abundantes en la naturaleza y tiene un poder calorífico que puede ser hasta 10 veces mayor que otros combustibles. El proceso para obtener H2 puede derivar del gas natural y otros hidrocarburos, generando el llamado H2 gris, ya que libera CO2, aunque en menor cantidad en comparación con la quema de otros combustibles derivados de fuentes no renovables.
Por otro lado, el H2 Verde (H2V) se genera a partir de la separación de las moléculas de agua mediante electrólisis, liberando el hidrógeno separado del oxígeno. Este proceso consume una gran cantidad de energía y este insumo debe provenir de una fuente estable, renovable y certificada de generación de energía. El uso de H2V es ideal para hacer más eficientes los procesos industriales y de transporte y, por ende, descarbonizar estos sectores.
Con esta contextualización, ¿cómo los países de la región pueden enfrentar la avalancha de subsidios y proteccionismo otorgados por los países desarrollados y fomentar y financiar la industria verde? Como reflexión inicial, al analizar el IRA y el EU Green Deal, la decisión microeconómica y a largo plazo de un grupo industrial no debería basarse completamente en estos mecanismos y subsidios, considerando que, en caso de discontinuar la política de incentivos, el costo de producción o reubicación de una planta industrial podría resultar en la pérdida de miles de millones de dólares. Por lo tanto, no concentrar la producción en un solo país debería ser una opción más adecuada para los grupos industriales transnacionales en sus tomas de decisiones.
Otro elemento, asociado al aumento de la producción de H2V, es la idea de exportar este combustible, ya sea en forma de gas o amoníaco, desde los países de la región hacia los países desarrollados, lo que sería una forma de "comoditizar" otro valioso insumo de la región. Sin embargo, al no disponer de una tecnología disponible para el transporte a largas distancias y, aunque con el avance de la tecnología esta actividad se vuelva viable, los expertos señalan que existe un alto costo, alrededor del 40% de pérdida, asociado a la conversión de H2V a amoníaco líquido y luego a gas nuevamente. Por otro lado, utilizar el H2V en su lugar de origen significa una oportunidad para el Powershoring y la neoindustrialización verde de los países de la región.
El Powershoring es una estrategia empresarial que ayuda a la neoindustrialización verde de los países de la región que son ricos en energía renovable, barata, segura y abundante. También cuentan con una ubicación geográfica privilegiada, libre de conflictos geopolíticos, sin eventos climáticos severos y disponen de una infraestructura adecuada mínima, lo que es el caso de los países de la región.
Sumando estos atributos, se posicionan como una ubicación preferida para atraer plantas industriales con alto consumo de energía y capaces de producir nuevos productos manufacturados verdes que pueden ser consumidos en el mercado local o exportados a otras partes del mundo. En última instancia, el Powershoring ayuda a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial, genera créditos de carbono y apoya el proceso de descarbonización de procesos industriales y economías de países desarrollados.
Según una noticia publicada recientemente, una planta de acero verde que se está instalando en Europa, producirá una lámina de acero con un valor final un 20% mayor que la lámina de acero común, con un uso intensivo de H2V. Los países de la región que atraigan este tipo de planta seguramente tendrán una ventaja comparativa para recibir la inversión y reducir esta diferencia, considerando que son uno de los mayores productores de minerales de alta calidad en el mundo, cuentan con una matriz eléctrica de un 71% derivada de fuentes renovables y, al utilizar el H2V, tienen la capacidad de contribuir directa e indirectamente a la descarbonización de las economías de los países desarrollados y más contaminantes del planeta.
Otra noticia, publicada recientemente, expone el plan de Estados Unidos de aumentar en USD 1 mil millones los subsidios para impulsar el uso del H2V. Los subsidios anunciados anteriormente, como el IRA y The Bipartisan Infrastructure Law, que suman más de USD 8 mil millones, solo para el H2V, resultan insuficientes para garantizar las inversiones necesarias, por parte del sector privado, en los hubs regionales de hidrógeno en ese país.
El motivo detrás de que el plan no despegue, se basa en la falta de contratos a largo plazo (offtakers), que garanticen la producción, venta y uso del H2V en el mercado, y en la incertidumbre sobre la política real de descarbonización de la economía de Estados Unidos. Este retraso, inesperado, otorga más tiempo a los países de la región para avanzar con la narrativa en torno al Powershoring.
Adoptar el Powershoring como estrategia para forjar una política industrial moderna para los países de la región sería una de las claves para que estos países puedan desbloquear todo su potencial y convertirse en una solución viable para el mundo en términos de descarbonización. La restricción fiscal que enfrentan estos países es un punto a considerar, ya que sería inviable asociar fondos públicos para enfrentar los pesados subsidios anunciados por los países desarrollados.
En este contexto, una política industrial debería contar con subsidios mínimos y temporales para promover la industria de electrolizadores y nuevas industrias verdes, capacitar mano de obra especializada, reacondicionar zonas industriales, financiamiento de bancos oficiales, promover las capacidades de los países en el extranjero, fortalecer la estabilidad regulatoria y la previsibilidad jurídica y otorgar atención a la coordinación ejecutiva de actores públicos y privados, entre otros.
Los bancos de desarrollo y públicos como el BNDES, Banco do Brasil, BNB, BRDE, BDMG, Caixa Econômica, FDN, Bancoldex, CORFO, BancoEstado, deberían alinearse para ofrecer productos, servicios financieros y no financieros dirigidos a la agenda del Powershoring y priorizar los proyectos más maduros, low-hang-fruits. Además, deberían movilizar recursos internacionales de bancos multilaterales, como CAF -banco de desarrollo de América Latina y del Caribe, para hacer frente a los pesados subsidios anunciados por Estados Unidos, la UE y otros países. También, fondos de inversión locales e internacionales con una visión regional, como Pátria, Vinci, Atlantica, Actis, Blackstone, Moneda, CAF-AM, Ashmore, BNP Paribas y BTG, deberían apoyar la atracción de recursos institucionales para invertir en proyectos de alto impacto asociados al Powershoring en los países de la región.
La carrera parece ser larga, sin embargo, a partir del tercer o cuarto obstáculo, los competidores comenzarán a igualarse y el catching-up, en términos de matriz energética, gracias a los pesados subsidios, se reducirá o incluso se eliminará. Llegando a este punto de la carrera, los países de la región deberían haber superado varias otras barreras, internas, en su camino para convertirse en proveedores sólidos de insumos y productos manufacturados verdes para el mundo, y así no perder la latente oportunidad de convertir sus economías en más prósperas, con menos desigualdad, menos volatilidad, más oportunidades y experimentar un crecimiento sostenible, sostenido y duradero.