Jorge Arbache
Vicepresidente de Sector Privado, CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe-
Pronto habrá otra COP que, una vez más, se ocupará del cumplimiento del Acuerdo de París para limitar el aumento de la temperatura media del planeta a 1,5C. Estos esfuerzos son más que necesarios, después de todo, a pesar de que la temperatura media del planeta está aumentando más rápido de lo previsto y de que existen pruebas inequívocas de la relación entre el cambio climático y el aumento de la intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos, hasta ahora no hemos visto el sentido de urgencia que la situación requiere.
Lo que sí vemos es una gran y creciente atención a las oportunidades de negocio asociadas al cambio climático y a las políticas dirigidas a los intereses locales, cuando la cuestión trasciende las fronteras y requiere cooperación y una acción coordinada y colectiva. A modo de ejemplo, más del 85% de los nuevos proyectos de energía verde se concentran en algunos pocos países desarrollados y en China, como si fuera posible salvarse solo, mientras que los países en desarrollo enfrentan grandes dificultades para acceder a financiamiento y tecnologías para la adaptación y mitigación.
Aunque los esfuerzos de los países avanzados y China por avanzar en la transición energética son importantes -al fin y al cabo, son los mayores emisores de gases de efecto invernadero-, aún pasarán varias décadas hasta que sus matrices eléctricas sean neutras en carbono. La preocupación crece aún más cuando presenciamos retrasos y relajaciones en los objetivos y políticas medioambientales de varios países avanzados y cuando también asistimos a una creciente ola popular de oposición a las políticas de descarbonización. Esta cuestión se está volviendo tan compleja y divisiva que ya forma parte de las campañas electorales e incluso está llevando a las empresas a revisar sus planes de inversión verde en esas economías.
Para preservar el planeta, será necesario utilizar un arsenal más amplio de instrumentos, uno de los cuales es el comercio internacional. De hecho, la interconexión económica entre países ofrece oportunidades únicas para la descarbonización. Pensemos en el powershoring. América Latina y el Caribe (ALC) tiene la matriz eléctrica más verde del mundo y varios países ya cuentan con matrices prácticamente verdes o muy verdes, fruto de ventajas ambientales comparativas, importantes esfuerzos previos de inversión en energías renovables y el desarrollo de tecnologías y cadenas de valor de biocombustibles y otras tecnologías sostenibles. Todo ello sitúa a la región en una posición privilegiada en términos de plazos de comercialización y estructuras de costes atractivas para producir manufacturas verdes. Además, los políticos y la población en general apoyan las políticas de sostenibilidad.
Pensemos en los casos del acero verde y el combustible de aviación sostenible (SAF). Los países de ALC disponen de mineral de hierro de alta calidad, amplios recursos hídricos y energía renovable para producir hidrógeno verde (H2V), elementos necesarios para la producción de acero limpio, un insumo crítico para ecologizar muchas cadenas de producción en todo el mundo. Los países de la región también cuentan ya con la biomasa y otras condiciones necesarias para producir SAF de forma muy competitiva.
Al abarcar las cadenas industriales de uso intensivo de energía y acelerar el suministro de productos manufacturados ecológicos al mundo, el "powershoring" reduce los costes y los plazos de la descarbonización, ayuda a hacer frente a la resistencia a las políticas medioambientales en los países avanzados y sirve a los intereses corporativos de competitividad, cumplimiento y descarbonización. Por tanto, el "powerhoring" promueve la eficiencia al tiempo que sirve a los intereses de todos.
Pero hay otros canales a través de los cuales el comercio internacional puede acelerar la descarbonización. El comercio fomenta la difusión de tecnologías más limpias e innovadoras, facilita el acceso a tecnologías de energías renovables, promueve la eficiencia energética mediante el intercambio de conocimientos y productos innovadores, y estimula cadenas de suministro más ecológicas. El comercio internacional también recompensa, a través del mercado, a los países que tratan de liderar las inversiones y las tecnologías en prácticas sostenibles, estimulando una carrera mundial en busca de nuevas soluciones. El mercado mundial de créditos de carbono y servicios medioambientales también fomenta la descarbonización y la conservación. Y el comercio internacional puede servir de plataforma para la colaboración y las asociaciones.
Pero a pesar de los evidentes beneficios del comercio para la descarbonización, existen retos. Las políticas ecológicas proteccionistas, discriminatorias y subvencionadas aplicadas por los países avanzados ya están provocando profundas distorsiones en los sistemas de precios y en la asignación de recursos e inversiones, alienando principalmente a los países en desarrollo. Asimismo, las políticas que conducen a la práctica parálisis del sistema de solución de controversias y otros marcos institucionales dentro de la OMC también limitan la contribución del comercio a la descarbonización.
Otro reto importante es la imposición unilateral por parte de los países avanzados de reglas, normas, certificaciones y otros mecanismos y barreras no arancelarias que neutralizan las ventajas medioambientales comparativas y competitivas, especialmente para los países de ALC. La falta de un arbitraje internacional imparcial y equilibrado para determinar y monitorear los estándares, normas y barreras no arancelarias en el área verde pesa a la hora de convertir la agenda de descarbonización en una agenda inclusiva y de empoderamiento colectivo. Otro reto es la enorme desigualdad en el acceso a tecnologías sostenibles y a financiación y garantías para hacer viables las inversiones verdes en los países en desarrollo. Por último, es esencial que haya coherencia y equilibrio entre las políticas medioambientales, comerciales y de desarrollo económico y social para que la descarbonización tenga en cuenta las inmensas diferencias y necesidades entre países.
El comercio es quizá la agenda con el enfoque más holístico para promover la descarbonización. Al fin y al cabo, el comercio acelera el tiempo y reduce los costes de la transición, además de combinar la agenda climática con las agendas de interés nacional, la transición verde y justa y los intereses corporativos. Por lo tanto, no es exagerado considerar que el comercio es uno de los catalizadores más poderosos en la lucha contra el cambio climático y contra la resistencia a las políticas de sostenibilidad.