Jorge Arbache
Vicepresidente de Sector Privado, CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe-
Después de años de esfuerzos extraordinarios por parte de los equipos de negociación, el Mercosur esperaba finalmente firmar el acuerdo comercial con la Unión Europea (UE) en la reciente Cumbre de Río de Janeiro. La firma no solo no tuvo lugar, sino que ahora parece ser un objetivo más lejano. El colapso del acuerdo fue una fuente de frustración para el Mercosur, pero no sería exagerado pensar que la frustración puede ser igual de grande o incluso mayor para la UE. Entonces, si estábamos tan cerca de la conclusión, como se anunciaba, ¿por qué no logramos el acuerdo?
La narrativa europea es que el acuerdo es perjudicial para el medio ambiente. Pero al parecer, la historia sería un poco diferente. Palabras recientes del presidente Macron ofrecen pistas para entender lo que está pasando: "Añadimos frases (al acuerdo) al principio para complacer a Francia, pero no es bueno para nadie, porque no puedo pedir a nuestros agricultores, a nuestros industriales en Francia, en toda Europa, que hagan esfuerzos, que apliquen nuevas reglas para descarbonizar, para abandonar ciertos productos, mientras se eliminan todos los aranceles para importar productos que no aplican estas reglas (...) No sé cómo explicar este acuerdo a un agricultor, a un productor de acero, a un fabricante de cemento francés o europeo".
Por lo tanto, las resistencias ya no se limitan a los intereses agrícolas; ahora, también la industria se opone al acuerdo. El caso del proteccionismo agrícola europeo es conocido, pero, ¿cómo explicar la incomodidad con la competencia manufacturera del Mercosur? Las explicaciones pasan, al menos en parte, por las propias normativas ambientales de la UE y las ventajas comparativas y competitivas de los países del Mercosur.
Uruguay y Paraguay tienen matrices eléctricas prácticamente 100% verdes, mientras que la de Brasil es 85% verde, niveles mucho más altos que los de la UE, que es del 39%. Con esta matriz, la región es altamente atractiva para el powershoring, la estrategia empresarial de ubicación geográfica de la producción asociada a la disponibilidad de energía verde, segura, barata y abundante. Pero las ventajas de la región no se detienen ahí. El Mercosur tiene el potencial de producir hidrógeno verde a precios altamente competitivos según los estándares globales, cuenta con grandes reservas de muchos de los minerales críticos más importantes para la nueva economía, como el litio, níquel, grafito, silicio, tierras raras, mineral de hierro de alto grado y muchos otros. Además, dispone de abundante agua dulce, diversos biomas y bosques, un inmenso potencial para la bioeconomía, tierras fértiles disponibles, mucha biomasa y un potencial incomparable para participar y expandir el mercado de carbono.
Pero las ventajas competitivas van incluso más allá. El Mercosur es líder mundial en tecnologías, modelos de negocios y producción de biocombustibles, y está protegido de los grandes temas geopolíticos que cada vez más determinarán la ubicación de las inversiones industriales. Además, el Mercosur es un candidato natural para participar en la diversificación geográfica de la producción manufacturera, asociada a la creación de redes de resiliencia frente a fenómenos climáticos extremos.
Con este conjunto único de atributos, el Mercosur puede producir bienes industriales con muchas menos emisiones que Europa y con un tiempo de llegada al mercado y una estructura de costos sin igual. En cuanto a la agricultura, puede expandir significativamente la producción al mismo tiempo que avanza en tecnologías sostenibles y regenerativas, el uso de tierras degradadas y otras técnicas amigables con el medio ambiente. El powershoring ya está atrayendo inversiones para la producción de manufacturas intensivas en energía, que incluyen acero, cemento, papel y pulpa, fertilizantes, SAF, vidrio, cerámica, química y otros sectores que necesitan descarbonizar para proteger la competitividad empresarial y cumplir con las normativas ambientales europeas.
Así es como el Mercosur se presenta al mundo como una fuente de soluciones para la descarbonización, el hambre y diversas industrias. Para Europa, además de otros beneficios, el Mercosur puede acelerar la descarbonización de sus cadenas de valor, piense, por ejemplo, en el impacto del acero verde de la región en la transición verde de la industria metalúrgica y, lo que es aún más importante, reducir, a través del powershoring, los plazos y costos de la descarbonización de su matriz eléctrica. Sin embargo, todo esto asusta a aquellos que se centran únicamente en el corto plazo, las ganancias financieras y la influencia política, y que dan poca importancia a los temas de interés colectivo y al bienestar de los consumidores.
Para que el Mercosur pueda aprovechar todo su potencial, será necesario que el comercio y el flujo de inversiones internacionales funcionen con libertad. Sin embargo, el comercio y la inversión se enfrentan a obstáculos sin precedentes debido al proteccionismo, la discriminación, los subsidios masivos y las normas y estándares técnicos fuertemente sesgados de los países desarrollados, especialmente en todo lo relacionado con la industria de la sostenibilidad. La OMC, a su vez, enfrenta bloqueos que dificultan su funcionamiento, precisamente en un contexto de cambios climáticos complejos.
Todo esto ya está generando barreras arancelarias y no arancelarias, así como desviaciones comerciales e inversiones preocupantes para América Latina y otras regiones en desarrollo. Todo indica que el colapso del acuerdo entre el Mercosur y la UE sería parte de este mismo movimiento. En última instancia, el comercio y la inversión pueden contribuir a abordar dos de los mayores problemas de la región, que son la pobreza y la desigualdad. Después de todo, ambos pueden generar empleo e ingresos de manera fundamental, y tener un impacto significativo en los Objetivos de Desarrollo Sostenible y en la transición hacia un futuro verde y equitativo. El acuerdo con el Mercosur debe ser visto, comprendido e interpretado desde una perspectiva amplia y ambiciosa, considerando todos los beneficios y ganancias, tanto para Europa como para la región y el mundo.