Silvia Oteyza
Ex-Directora de Sostenibilidad Social en CAF
"De pequeño yo recuerdo que con mi papa cosechábamos un quintil de café diario, y eso no alcanzaba para la subsistencia de toda la familia. Ahora, gracias a las técnicas de cosecha y al manejo de nuestra empresa, cosecho 50 o 60 quintiles diarios. Hemos construido una casa, los niños van a la escuela con sus uniformes, y todo eso gracias a que aprendimos a ser empresarios, a valorar nuestro producto y a negociar el precio de nuestra cosecha".
Esto es lo que me dijo José Vargas, cafetero de la cuenca del canal de Panamá, en un reciente viaje que hice al país para ver los avances de un proyecto de empoderamiento productivo.
Sus palabras reflejan a la perfección la situación de miles de habitantes de zonas rurales, no solo en Panamá, sino en toda América Latina: en muchas ocasiones, la mejora de sus capacidades humanas, sociales y productivas son el elemento que les ayuda a salir de la pobreza, gracias, sobre todo, a un importante ejercicio de empoderamiento.
Pero el trabajo de empoderar y capacitar a los más vulnerables para que sean dueños de su destino no es tan simple como podría parecer. Por un lado, requiere una organización comunitaria y una detección de vocaciones productivas y, por otro, es imprescindible que exista un proyecto viable desde el punto de vista económico. En otras palabras, el trabajo exitoso consiste en provocar el desarrollo de habilidades que satisfagan las demandas reales de los mercados, pues de otra manera, las capacitaciones no se transforman en valor.
Esta es la lógica y la práctica que implementamos en Ciri Grande y Trinidad, ambas cuencas hidrográficas del canal en Panamá, y que benefició a 90 agricultores, quienes salieron de la pobreza y ahora son agentes de su propio desarrollo. El proyecto, desarrollado por CAF junto a la Fundación Natura, es un ejemplo de que las inversiones en iniciativas de desarrollo tienen que ir acompañadas de intervenciones enfocadas en la formación de habilidades humanas y capacidades productivas (oficios, autoempleo, actividades productivas en campo, emprendimientos, etc.) con la finalidad de lograr su auto inclusión en la sociedad.
En este sentido, CAF ha atesorado valiosas experiencias de empoderamiento productivo con las comunidades vulnerables. En los últimos años, las metodologías de generación de ingresos aplicadas han sido variadas, algunas mejor adaptadas que otras, pero todas implementadas junto a organizaciones locales que apuestan a la inclusión productiva y el empoderamiento económico como una poderosa herramienta para la lograr la equidad, la inclusión social y la superación de la pobreza, en tanto mejoran los ingresos de dichas comunidades.
El desarrollo de proyectos de turismo rural comunitario es una de nuestras experiencias más representativas en este terreno, ya que genera una fuente de ingresos alternativa a la agricultura y pone en valor costumbres culturales de comunidades en áreas turísticas, alrededor de carreteras y tendidos eléctricos.
Otro ejemplo lo encontramos en la capacitación en oficios de construcción de sistemas de agua en zonas empobrecidas y aisladas, que por un lado implica la creación de empleos y, por otro, gracias al propio trabajo, ayuda a traer agua a los hogares más necesitados, especialmente los que se encuentran en zonas rurales. Una muestra adicional es la capacitación en cultivos orgánicos que aumenta la productividad y el poder de negociación de campesinos pobres, al tiempo en que conservan las fuentes de agua que permiten la expansión de los canales fluviales de intercambio comercial.
Todo esto nos habla de importantes cambios en la interpretación del desarrollo: la capacidad de prosperar que tienen las naciones y los pueblos pasa por entender que, antes que máquinas, los activos productivos son personas. Y gran parte de las personas que podrían contribuir al desarrollo, hoy día no lo hacen porque no cuentan con las habilidades necesarias. Es por esto que en CAF nos empeñamos en capacitar, formar y entrenar a los latinoamericanos más necesitados en conocimientos que generen un empoderamiento productivo.
Es sabido que en América Latina cerca de 175 millones de personas viven en condiciones de pobreza. La responsabilidad de cambiar esta realidad nos compete a todos, y es desde cada uno de nuestros lugares que podemos realizar acciones concretas para sustituir pobreza por prosperidad y exclusión por su opuesto.
