Sergio Díaz-Granados
Presidente Ejecutivo, CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe-
Colombia
En julio de 2024 se cumplieron 80 años de los acuerdos de Breton Woods, que dieron paso a la creación del Banco Mundial y del FMI. El año que viene, la ONU también se convertirá en octogenaria. Nacidos en época de postguerras, los organismos que dan forma a la arquitectura financiera y de cooperación internacional han sobrevivido a varias transiciones existenciales e identitarias y, en este momento, con la Agenda 2030 a la vuelta de la esquina, se acercan a un nuevo punto de inflexión. Es momento de acelerar la acción.
En un mundo acechado por múltiples crisis, no podemos despreciar la experiencia acumulada por estos organismos, sino que debemos aprovecharla para encontrar nuevas soluciones. En el horizonte están la necesidad de fortalecer el multilateralismo para amortiguar la creciente polarización global, y la urgencia de crear nuevos instrumentos financieros para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y establecer nuevos marcos de cooperación más allá del 2030. En América Latina y el Caribe, por ejemplo, se estima que dos tercios de estos objetivos no se cumplirán por falta de financiación.
Estos grandes retos, que también enfrentamos organismos regionales como CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe-, son cruciales para construir un mundo más equitativo, democrático, seguro y respetuoso con el medio ambiente, algo que no se logrará sin una colaboración más activa entre gobiernos, organismos multilaterales, sector privado y nuevos actores del sur global.
El presente y futuro de la arquitectura financiera y de cooperación internacional los discutiremos la semana que viene en la Asamblea General de la ONU en Nueva York, donde se presentará el “Pacto para el Futuro”, una iniciativa que busca renovar la cooperación internacional, fortalecer el multilateralismo y crear un nuevo marco para abordar desafíos como la paz, la seguridad, los derechos humanos o las transiciones verdes, digitales y sociales. En este foro global, debemos asegurar que la voz de América Latina y el Caribe esté bien representada.
La creación de la nueva hoja de ruta para el cumplimiento de los ODS no es una cuestión técnica, sino de voluntad política. Y esta voluntad política está enfocada en un objetivo claro: evitar que las brechas de desarrollo se enquisten y generen más desigualdades.
Las discusiones globales deben devolver la esperanza a la región. América Latina y el Caribe ha enfrentado todo tipo de crisis en los últimos 15 años que han provocado un estancamiento del crecimiento, de la productividad y de las clases medias, un aumento de la pobreza, y todo ello ha llevado a una creciente desafección en las democracias y un déficit de confianza en las instituciones.
Uno de los pilares del nuevo desarrollo global deben ser los instrumentos financieros: necesitamos que sean más potentes, innovadores, escalables y con más impacto, y que se adapten a la heterogeneidad de regiones como la latinoamericana y caribeña.
Por ejemplo, los fondos de deuda, el uso de garantías o los seguros contra catástrofes son soluciones viables para financiar proyectos como carreteras, redes de energía y sistemas de agua potable. Estos fondos no solo proporcionan el capital necesario, sino que también diversifican las fuentes de financiamiento y atraen una mayor cantidad de inversión para los proyectos. El canje de deuda por naturaleza, la emisión de bonos verdes y los certificados de biodiversidad son otros instrumentos valiosos.
La “dataficación” de los activos naturales también es un enfoque innovador que convierte activos naturales en datos cuantificables, lo que facilita la identificación de oportunidades para el desarrollo económico mientras se preservan los ecosistemas. Esto optimiza la gestión de los recursos naturales y permite modelos de financiamiento que promueven la inversión en infraestructura verde y resiliente.
Los organismos multilaterales tenemos un papel crucial en apoyar la financiación y la mitigación de riesgos en proyectos de desarrollo y en atraer recursos financieros internacionales. Desde CAF, por ejemplo, trabajamos para movilizar el ahorro interno hacia todo tipo de proyectos de infraestructura, educación, ambiente, salud o desarrollo territorial, lo que contribuye a una mayor integración regional y a un entorno más estable para la inversión en América Latina y el Caribe.
Otro de los pilares de la nueva hoja de ruta del desarrollo es la gobernanza global. La creciente desconfianza en las instituciones se alimenta del aumento de las desigualdades, las crisis económicas y la falta de respuestas efectivas a problemas globales como el cambio climático, las pandemias y los conflictos armados. Por eso, es importante fortalecer la gobernanza en todas sus formas y niveles para habilitar las posibilidades de desarrollo.
En 2024 y 2025 se celebrarán grandes reuniones globales en las que CAF amplificará la voz de América Latina y el Caribe para que tenga más incidencia en las tendencias de financiamiento al desarrollo de la próxima década. La inminente Asamblea General de las Naciones Unidas, la COP16 de Cali, el G20 de Río de Janeiro, la Cumbre Iberoamericana de Cuenca, la APEC de Lima, la COP30 de Brasil y la Cumbre de Financiación Sostenible de Sevilla en julio 2025 también serán escenarios clave para actualizar los sistemas multilaterales y financieros.
América Latina y el Caribe debe llegar a estas grandes citas con una posición firme para facilitar un mayor flujo de recursos para el desarrollo sostenible y ampliar el acceso que tienen los países iberoamericanos en materia de financiamiento.