Matías Italia
Oficial de la Dirección de Investigaciones Socioeconómicas
Este blog está escrito por Walter Cont y Matías Italia.
El acceso a la electricidad no es uno de los principales problemas de los hogares de América Latina y el Caribe (ALC). Según datos del Banco Mundial, en 2018 más del 98% de la población accedía al servicio en la región (similar a la reportada por los hogares de 11 ciudades de América Latina en la Encuesta de CAF, ECAF 2019).
La calidad del servicio puede aproximarse por la frecuencia y la duración de las interrupciones del sistema. En el año 2017, se registró un promedio de 4,8 interrupciones para un conjunto de distribuidoras seleccionadas de países de América Latina y el Caribe, cuadruplicando los valores de Europa y Estados Unidos (1,2 y 1,3, respectivamente). Además, las interrupciones duraron en promedio casi 10 horas más en los países de la región que en Europa (11,4 horas vs. 1,7 horas). Una situación similar se observa en las respuestas de la ECAF 2019, donde el 42% de los hogares de América Latina afirma que ha tenido interrupciones en el servicio por problemas del proveedor durante el último año, y el 21% indica que la última interrupción duró más de 12 horas. Este patrón también se encuentra en la Encuesta de Empresas del Banco Mundial (2016-2017), donde el 57% de empresas de ALC reportó algún corte de electricidad.
Para atender la demanda del servicio, entre las distintas estrategias que intentan mejorar la calidad y reducir los requerimientos de capacidad, se encuentran aquellas que buscan administrar la demanda y, en particular, el consumo en horas pico. La digitalización de las redes y la información sobre consumos en tiempo real da lugar a la posibilidad de tarificar el servicio con precios dinámicos, permitiendo que los consumidores puedan ajustar sus hábitos de consumo. Existen distintos esquemas de precios dinámicos, como los precios en tiempo real y los descuentos por reducción de consumo en períodos críticos, entre otros.
Sobre estos últimos descuentos, su efectividad radica en la disposición de los usuarios a reducir consumos, o simplemente en trasladarlos a otro periodo no crítico. Por ejemplo, un estudio realizado en Latvia encuentra que cambios en el horario de uso de determinados electrodomésticos, como la lavadora y el lavavajilla, es posible reducir el consumo durante la hora pico entre 24% y 13,5%. Por otro lado, un estudio en Brasil estima una reducción más modesta -entre el 5% y 9%- en la factura mensual de los hogares, dependiendo del tamaño del hogar y del estado de Brasil.
Sin embargo, ¿los ciudadanos están dispuestos a cambiar sus hábitos? Para responder esta pregunta la ECAF 2019 incorporó un experimento que consistió en evaluar la disposición de los encuestados a cambiar el horario en el que usan determinados electrodomésticos (utilizados en hora pico, como por ejemplo la lavadora, el lavavajillas, el horno eléctrico, la plancha, entre otros), si se los recompensaba con una reducción en su factura mensual. Los encuestados fueron divididos al azar en tres grupos, y cada uno recibió un porcentaje de descuento distinto entre las siguientes opciones: 10%, 20% o 50% (los primeros dos porcentajes, en línea con los identificados en las experiencias de Brasil y Latvia).
Sobre los encuestados que utilizan electrodomésticos en hora pico, el Gráfico 1 presenta el porcentaje de ellos que aceptaría ajustar el consumo en cada ciudad de la ECAF, cuando se les ofrece un descuento del 10%. En promedio, el 87% de los encuestados está dispuesto a cambiar el horario en el que usa sus electrodomésticos. El porcentaje de respuestas no cambia significativamente al aumentar los incentivos (88% para un descuento de 20% y 89% para un descuento de 50%).
En la ECAF también se estudiaron distintos factores que puedan explicar conductas diferentes (género, edad, nivel educativo e ingresos). Solamente se encontró que los encuestados con mayores ingresos (25% superior) están menos predispuestos a cambiar sus hábitos.
A modo de conclusión, un mayor involucramiento por parte de los usuarios (acompañando por un mínimo de incentivos) puede contribuir a reducir el consumo durante los períodos de mayor consumo. Sin embargo, para lograr otorgar dichos incentivos se requiere de esquemas de precios dinámicos (para que los cambios de patrones de consumo se trasladen al gasto del usuario); micro-medición; y adaptaciones regulatorias que separen las tareas de distribución (servicio regulado) y comercialización (servicio en competencia).