Oswaldo López
Economista principal de CAF en Brasil
Brasil se ha convertido progresivamente en el foco de atención regional sobre la generación de energías renovables y la transición energética. El aprovechamiento de sus extensas cuencas hidrográficas (Amazonas, São Francisco y Paraná) le ha permitido desarrollar una de las matrices energéticas más limpias de mundo, con más del 68% de su electricidad producida en plantas hidroeléctricas. Sin embargo, el abanico de energía renovable va más allá del origen hídrico, observándose un acelerado avance en otras fuentes alternativas, como la solar o la eólica, las cuales ya aportan más del 22% del total de electricidad del país.
La base de crecimiento de estas nuevas fuentes de energía se encuentra en la región del Nordeste. Por su posición estratégica, con buenos vientos y abundante sol a lo largo del año, el Nordeste se ha convertido en un actor fundamental en la generación eléctrica a partir de fuentes renovables. En la región se produce el 68% de toda la energía solar y eólica de Brasil. Sólo los estados de Rio Grande del Norte y Bahía concentran el 60% de la potencia de generación eólica nacional, sumando más de 2.800 turbinas de viento en sus territorios, según datos de la ABEEólica.
En medio de estos resultados, el Nordeste ha logrado alcanzar, de manera agregada, su pleno abastecimiento energético a partir de fuentes renovables. Al 15 de febrero de 2024, el reporte semanal de la Operadora Nacional de Energía Eléctrica señalaba que la producción de electricidad limpia (hidro, eólica y solar) en el Nordeste (15.439 MWmed) superaba a toda la carga de consumo ocurrida en ese período (13.114 MWmed), siendo el único territorio en Brasil con capacidad de “exportar” energía limpia hacia el resto de las regiones. Si bien estos resultados ya posicionan al Nordeste en la avanzada del proceso de transición energética nacional, la región también presenta grandes ventajas comparativas para desarrollar hidrógeno verde: “el combustible del futuro”.
El hidrógeno está llamado a ser uno de los pilares de la descarbonización energética a nivel mundial en las próximas décadas. La energía a partir del hidrógeno es sumamente ventajosa, dada la abundancia de este elemento químico en el planeta y su compatibilidad con el medio ambiente al no emitir CO2 o dejar residuos negativos en el aire en su proceso de generación. Sin embargo, esta energía puede ser altamente contaminante si la electricidad utilizada en el proceso de separación del vector del hidrógeno proviene de energías contaminantes, como es el caso del hidrógeno gris (fósil) o el hidrógeno azul (carbón).
Aquí gana relevancia el hidrógeno verde, en la medida que su proceso sólo utiliza energías de fuentes renovables. Dada su versatilidad, esta sustancia es una alternativa viable para los procesos productivos altamente intensivos en energía, donde la reducción de emisiones de carbono es difícil de lograr, como el transporte aéreo y naval, la producción de fertilizantes, la metalurgia o la fabricación de cemento y acero.
El Nordeste brasileño, con sus favorables condiciones naturales y capacidad de generar energía limpia, tiene un gran potencial para configurar un polo de producción de hidrógeno verde. La región tiene una enorme línea costera que además de facilitar el proceso intrínseco de la hidrólisis, aloja una de las más importantes redes portuarias del país, con la mayor cercanía geográfica nacional a los importantes mercados europeos consumidores de este tipo de combustible.
En enero de 2023, el estado de Ceará marcó un hito histórico al atestiguar la producción de la primera molécula de hidrógeno verde realizada en el país. Este logro formó parte del proyecto de Investigación y Desarrollo del Complejo Termoeléctrico Pecém (UTE Pecém), que busca generar combustible limpio con garantía de origen renovable. Este paso, sin duda, posicionó a Ceará, y a todo el Nordeste, en la punta de lanza del conocimiento en el área de hidrógeno renovable brasileño.
El desarrollo de la industria del hidrógeno verde puede ser la llave para la transformación socioeconómica del Nordeste, a partir de un modelo económico de mayor crecimiento, capaz de generar empleos y de cerrar las brechas sociales que padecen sus habitantes. En contraste con sus riquezas energéticas, el Nordeste es una de las regiones más pobres y desiguales del país, con gran concentración de la renta (la segunda mayor del país, de acuerdo con el índice de GINI del ingreso), baja productividad (la más baja entre todas las regiones de Brasil), elevados ratios de pobreza e importantes brechas en indicadores de salud y educación comparado con el resto de las regiones del país. Si bien en los en los últimos años la calidad de vida de los nordestinos ha venido mejorando, la región aún presenta los indicadores socioeconómicos menos favorables del país.
Si bien el mercado de hidrógeno verde aún se encuentra en una etapa inicial a escala global, su crecimiento luce irreversible, tomando en cuenta que constituye, quizá, la alternativa más prometedora para sustituir al combustible fósil como principal medio de energía. Los retos que tiene que superar la industria nordestina del hidrógeno verde para incorporarse a este crecimiento son importantes; desde reducir su aún elevado costo de producción (frente al hidrogeno gris o azul), construir una apropiada infraestructura de transporte y almacenamiento, hasta establecer un marco regulatorio que norme la producción y comercialización de este mercado.
CAF-banco de desarrollo de América Latina y el Caribe sigue muy de cerca el avance de la industria de hidrógeno verde en el nordeste brasileño, tomando en cuenta que esta región ha sido el centro neurálgico de las operaciones de crédito en el país, habiendo mantenido una activa capilaridad con más de 16 entidades subnacionales, y considerando que el apoyo a la transición energética de la región constituye un pilar de su estrategia corporativa. En consecuencia, impulsar la producción del hidrógeno verde a través del financiamiento de proyecto de infraestructura física, de servicios o de investigación contribuirá a que el Nordeste logre superar los escollos propios de la industria del hidrógeno verde, y más importante aún, reducir sus grandes desafíos sociales, a la vez que contribuirá con el objetivo de hacer aún más verde la matriz energética del continente.