Julián Suárez Migliozzi
Representante de CAF -banco de desarrollo de América Latina-, Chile
La expansión demográfica, el desarrollo económico impulsado por el crecimiento industrial, la concentración urbana y el cambio climático han configurado un escenario global en el cual la demanda por agua, que crece a razón del 1% interanual, se ha multiplicado por seis en los últimos 100 años.
Paralelamente, más de la mitad de la población mundial (unos 3.500 millones de personas) vive en áreas con potencial escasez del recurso agua en períodos de al menos un mes al año, y se estima que para el 2025 más del 60% de la población mundial estará expuesta a condiciones de estrés hídrico.
Estos datos reflejan uno de los mayores retos que enfrenta la seguridad hídrica: las sequías. Pero también cabe sumarle el estrés producto de inundaciones, episodios llamados a intensificarse como consecuencia del cambio climático, y que tienen implicancias particularmente devastadoras América Latina, una de las regiones más vulnerables del planeta.
Para cumplir las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) relativas al agua, y bajo la premisa de que no es condición suficiente hacer más, sino que debemos necesariamente hacerlo mejor, tenemos que repensar cómo las sociedades y los Estados pueden oportunamente hacer frente a estos desafíos. En este contexto, la innovación, el uso de nuevas tecnologías y el aprovechamiento del Big Data en la gestión del agua ganan relevancia, ya que están llamados a favorecer la planificación, ejecución y operación de las inversiones en el sector.
La innovación pasa necesariamente por el desarrollo de nuevas tecnologías, pero también por el desarrollo de modelos innovadores de gestión, financiamiento y gobernanza, concibiendo los recursos, incluso los ya utilizados, como potenciales nuevos recursos. Por ejemplo, cada vez es más frecuente el aprovechamiento de aguas residuales tratadas para fines agrícolas, industriales e incluso para consumo humano, lo cual reafirma el enfoque de la economía circular. También se está avanzando en la recarga artificial de acuíferos, tanto con aguas claras como con aguas residuales tratadas. Algo similar se observa en el desarrollo de plantas desalinizadoras, que cada vez tienen costos más competitivos.
Estos avances tecnológicos, no obstante, difieren sustancialmente entre regiones, agudizando las brechas de desarrollo. A diferencia de la situación que se registra en Europa, en América Latina todavía 32 millones de personas no tienen acceso básico al agua, más de 90 millones no tienen aún acceso básico al saneamiento, y el porcentual de aguas residuales tratadas es sumamente limitado.
Sin embargo, América Latina también ha avanzado en la materia, y se observan formas organizativas innovadoras, tales como los modelos asociativos a nivel rural, o la aplicación de tecnologías novedosas de cosecha de agua que se aplican particularmente en el ámbito rural, pero también en algunas ciudades de la región, como la captación de agua de niebla y otras experiencias en materia de filtración o desinfección para dotar de agua segura. Estas experiencias, al igual que las primeras, merecen ser sistematizadas, replicadas y escaladas.
En cuanto a la agricultura, la competencia por los escasos recursos hídricos en muchos lugares es intensa, hecho que supone una limitación para la producción de alimentos para cientos de millones de personas. Mediante la innovación y el uso de tecnologías avanzadas se pueden producir más alimentos por unidad de agua en todos los tipos de sistemas agrícolas, calculándose que un aumento del 35% en la productividad del agua podría reducir el consumo adicional de agua de cultivo del 80% al 20%.
El Sistema Automático de Información Hidrológica (SAIH) desarrollado en España, sólo por mencionar un caso, es una excelente iniciativa de la cual América Latina podría recoger valiosas lecciones a replicar. Este sistema ofrece modelos de lluvia-escurrimiento y datos en tiempo real que anticipan las sequías y también precipitaciones e inundaciones. No obstante, estos desarrollos, así como otros sistemas de alerta temprana, requieren no sólo de la oportuna gestión de datos confiables y de algoritmos sofisticados que la tecnología simplifica, sino que también dependen de formas socio-organizativas eficientes y de una eficiente y eficaz gobernanza.
Precisamente con este propósito de aprendizaje bidireccional que se realizó en Madrid la cuarta edición de los Diálogos del Agua América Latina-España, un encuentro iberoamericano que promueve el diálogo sectorial, con énfasis en el intercambio de conocimiento en favor de iniciativas innovadoras en la gestión de los ciclos del agua.
Para avanzar hacia modelos de gestión del recurso hídrico más innovadores, es indispensable generar espacios para acercar las experiencias y compartir los desafíos globales mediante el debate, la reflexión y la generación de propuestas. Con cooperación, alianzas y una buena gestión del conocimiento aplicado a la gestión del agua será menos improbable acortar brechas y apuntar al desarrollo sostenible de América Latina.