La riqueza natural de la Amazonía como base del desarrollo sostenible regional

Fecha artículo: 06 de septiembre de 2019

Autor del post - René Gómez-García

Coordinador de Negocios Verdes, CAF

El reporte del Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE) y la información publicada por la NASA/FIRMS al 21 de agosto de 2019, indican que el incremento en el número de puntos de fuego en los territorios de Brasil y Bolivia es al menos el 80% con respecto al año anterior y que solamente desde el 15 de agosto se han generado más de 9.000 puntos de fuego. National Geographic, Global Forest Watch, el INPE y la NASA también muestran que la deforestación ocurrida en 2019 supera a la de los tres años anteriores combinados.

Mientras se genera más información, el bosque amazónico sufre la sumatoria de un número inédito de incendios, afectando una extensión solamente comparable a los eventos observado durante El Niño de 2010.

La Amazonia contiene un ecosistema único conformado por el bosque tropical húmedo (44% del global), está inscrito en aproximadamente el 40% del territorio de América del Sur, participan ocho países: Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela, Guyana, Surinam y una provincia francesa de ultramar, Guyana.

La cuenca amazónica genera entre el 16% al 20% del agua dulce del planeta, contiene el 25% de la biodiversidad terrestre, más especies de peces que cualquier otro sistema fluvial, 6.000 especies de animales y al menos 40.000 especies de plantas, según la publicación de mayo del BM. Según el Fondo de vida silvestre (WWF), allí se descubre una nueva especie cada tres días. A pesar que la Amazonia solamente cubre el 1% de la superficie del planeta, alberga el 10% de todas las especies de vida silvestre que conocemos.

La Amazonía también cumple funciones de sumidero de gases de efecto invernadero (GEI) con un decreciente balance del oxígeno que genera respecto al carbono que secuestra y almacena, sin embargo los datos concuerdan que el bosque amazónico genera al menos el 10% del oxígeno del planeta. Parte de la riqueza de la Amazonía es también su población y su diversidad; alberga a 34 millones de personas, al menos 86 lenguas y 650 dialectos, según ONU Ambiente, 2016. 

Los incendios forestales también afectaron al bosque chiquitano boliviano, que cubre el 11% de la superficie del país. Este ecosistema de transición de la Amazonía al chaco americano, frágil por su característica de bosque seco tropical, ha sido particularmente vulnerable y es el que mayor atención requerirá para su restauración, que sin la acción del hombre, la actual destrucción sería prácticamente irreversible.

 

Causas de los incendios

El manejo del fuego en la Amazonía, como práctica tradicional con recurrencia anual en la presente estación es sujeta a regulaciones, planificación, monitoreo y evaluación en cada país. 

El avance de la frontera agrícola, la deforestación y la necesidad de buenas prácticas para el ordenamiento del territorio generan que nuevas actividades económicas sin planificación y nuevos actores sin el conocimiento del ecosistema procedan al manejo del fuego. Según los reportes climáticos, el año 2019 no es un año seco. Esto evidencia que el incremento de la temperatura y la disminución de la humedad relativa del aire dentro del bosque han sido generados principalmente por falta de la masa de árboles, incentivando el ciclo del fuego hasta escenarios de pérdida de control.

Los principales efectos de los incendios en la Amazonia implican a una extensión y escala lo suficientemente significativas para considerar que las variables que mantienen a este sistema están en peligro. Son los siguientes:

  • La Amazonía como regulador del clima y del ciclo del agua. La cuenca genera hasta el 50% de su propia precipitación, regula un complejo sistema de agua subterránea, genera hasta el 70% de la precipitación en partes de la cuenca del Plata, publicado por Lovejoy y Nobre en Science Advances, 2018 y UT Delft, 2010. También regula la humedad del aire en el subcontinente y transmite esta humedad a través de las corrientes oceánicas.

  • La Amazonía como regulador del ciclo del carbono y del ciclo de la energía. El bosque quemado no solamente ha anulado su función de absorber carbono sino el incendio libera el carbono almacenado durante muchos años, esta cifra está entre 180 a 300 TM/ha, generando un desastre ambiental que afecta localmente al bosque, a la población, al agua, al suelo.

  • La Amazonía como un Ecosistema clave para la migración hacia una economía más verde y baja en baja en emisiones de GEI. Los incendios forestales ciertamente no contribuyen positivamente a la dinámica que nos conduce a alcanzar las metas de desarrollo sostenible (ODS), ni las metas climáticas del Acuerdo de Paris, ni las metas en biodiversidad de Aichi, sin embargo esta realidad presenta una oportunidad para avanzar con mayor fortaleza en tareas de integración y así unir esfuerzos y recursos para su mejor conocimiento analítico, conservación efectiva y uso sostenible. 

 

La acción de CAF

Desde CAF apoyamos, desde hace varios años, a los países de la región a preservar su biodiversidad y a manejar de forma eficiente los desastres naturales y los incendios forestales. En el caso de la Amazonía, tenemos los siguientes proyectos:

  • Programa Amazonía sin Fuego. El programa se realizó en Bolivia (2012-2015) y en Ecuador (2014-2019), y logró fortalecer las capacidades sobre el manejo integrado del fuego y sobre técnicas y usos alternativos al uso del fuego en actividades agropecuarias. Además, estableció estrategias nacionales para el manejo integral del fuego y planes operativos para prevención, control, remediación de incendios forestales,  entre otros. El programa también formó a 32 brigadas comunitarias de 1.235 miembros, sensibilizó a 14.998 actores locales para que asuman compromisos con respecto al uso del fuego y capacitó a 10.300 personas capacitadas en manejo integral del fuego 2013 – 2015 y 2017 – 2018. En Ecuador, el proyecto incluye al componente de acceso a financiamiento, habiendo capacitado a funcionarios de instituciones financieras locales en la evaluación de planes de negocios asociados a cadenas de valor con prácticas alternativas al uso del fuego. A los beneficiarios asociados en PYMEs se capacitó en diseños de productos verdes, en reducción de riesgos ambientales en agronegocios y se puso en servicio material educativo en prevención de incendios forestales divulgados en unidades demostrativas. Durante la ejecución del proyecto en cada uno de los dos países se redujo hasta un 80% la incidencia de puntos de fuego y extensión de incendios en el bosque.

  • El Proyecto regional de fortalecimiento de capacidades para la gestión integrada del fuego – Amazonía sin Fuego regional. En el ámbito y en alianza con la OTCA se estructuró este proyecto. Con base a los resultados alcanzados por los proyectos de Amazonía sin Fuego en Brasil, Ecuador y Bolivia, este proyecto propone un alcance regional con el objetivo de reducir la incidencia de incendios forestales mediante la implementación de un abordaje de manejo integral del fuego (MIF), para contribuir a proteger el medio ambiente y mejorar las condiciones de las poblaciones locales.

  • El proyecto para una gestión sostenible del paisaje amazónico. Actualmente en estructuración en apoyo al gobierno de Bolivia en alianza con el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF), el proyecto apunta al incremento de los ecosistemas forestales, a la reducción de bosques nativos, al ordenamiento territorial con gestión del bosque, al incremento de ecosistemas restaurados y a la coordinación efectiva entre el sector público y privado.

La Amazonía es un sistema de vida imprescindible para el balance ecológico regional y global, y por eso requiere la mayor atención para su conservación, de tal manera que los servicios ambientales que genera reviertan la tendencia decreciente que la ciencia nos muestra y  que las medidas que los países en forma individual y mancomunada puedan poner en práctica sean oportunas y eficaces. 

René Gómez-García

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René Gómez-García

Coordinador de Negocios Verdes, CAF

Es Ingeniero Civil del Instituto de Tecnología y Educación Superior de Monterrey, México, también tiene un M.Sc. en Riego e Ingeniería Agrícola de la Universidad Estatal de Utah y un Doctorado en Ingeniería Civil y Ambiental en la especialidad de hidrología, de la Universidad de California. Trabaja con un equipo orientado a valorar el capital natural de América Latina a través de soluciones del siglo XXI con un enfoque para la conservación efectiva de los recursos, el crecimiento económico y la inclusión social. A lo largo de su carrera participó en los proyectos de inversión más emblemáticos de América Latina. También ha escrito libros y artículos técnicos y además, enseña a nivel universitario.    

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