Paloma Ruiz
Experta en transporte urbano en CAF
Desde mi ventana en Lima he visto una enorme mancha negra en el Océano Pacífico, cerca de la orilla del mar. Me he sorprendido al descubrir que era una bandada de miles de aves, posiblemente interesadas en un banco de peces bajo la superficie del agua. El espectáculo ocurría a unos cuatro kilómetros de mi ventana, pero he podido verlo gracias a una transparencia en el aire inusitada en esta ciudad.
También oigo pájaros y las hojas al moverse con el viento del otoño que va llegando. Casi he conseguido olvidar las alarmas de los automóviles estacionados y no porque (por fin) las fabriquen menos sensibles al paso veloz de pesados autobuses, sino porque han desaparecido los vehículos. Y hablando de autobuses, he dejado de escuchar la feroz competencia por pasajeros en la avenida de atrás, que solía materializarse en acelerones y frenazos, gritos de jaladores y bocinas de los taxis.
Con todo lo malo, la pandemia nos ha traído también algunos beneficios. La gran pregunta ahora es si podremos disfrutarlos cuando por fin salgamos de la crisis. O si cuando termine el confinamiento la limpieza y el orden desaparecerán.
Dijo Quevedo que cuando decimos que todo tiempo pasado fue mejor, condenamos el futuro sin conocerlo. Si la movilidad urbana latinoamericana de la era pre-coronavirus fue mejor que lo que viene, entonces los condenados seremos nosotros, los ciudadanos. Si el miedo al contagio y la necesidad de mantener las distancias se traduce en pánico al uso del transporte público, si todos los que tienen un automóvil lo usan y los que pueden, compran uno, entonces la contaminación y la congestión alcanzarán niveles muy superiores a los anteriores, sin siquiera haber solucionado las necesidades de transporte de la mayoría de la población -que ni tiene vehículo ni puede comprarlo.
Afortunadamente, las autoridades en todo el mundo se están moviendo rápido para evitarlo. En ciudades como Nueva York, Vancouver o París se están planificando cientos de kilómetros de nuevas rutas ciclistas para el fin de la cuarentena. Y mientras escribo, el Ministro de Transportes de Perú anuncia carriles exclusivos para transporte no motorizado, en Buenos Aires analizan la concesión de microcréditos para la compra de bicicletas en los sectores de menos recursos y en Bogotá celebran la implementación de más de 100 kilómetros de nuevas ciclo-rutas. Si además se toman medidas que otorguen calidad y confiabilidad al transporte público, el Coronavirus puede ser la oportunidad de transformación en las ciudades de América Latina.
Servicios de transporte público formales de calidad y suficiente cobertura
En muchos servicios de transporte latinoamericanos ya aseguran una distancia mínima entre pasajeros durante la cuarentena. Más adelante el reto será desmasificar los modos masivos de las ciudades para evitar el contagio y el repunte de la pandemia. Habrá que reducir drásticamente la demanda en hora punta, para lo que ayudará una delicada coordinación entre autoridades y empresas, para flexibilizar horarios y fomentar tanto el trabajo remoto como la caminata y el uso de bicicletas y scooters. Ante la imposibilidad de controlarlos, las autoridades evitarán que los servicios informales de transporte de pasajeros sigan funcionando. En ciudades como Lima, donde la oferta informal posiblemente cubre alrededor del 30% de la demanda, para que las medidas tengan éxito, los usuarios deben poder acceder a alternativas asequibles, ya sea de transporte individual seguro o de transporte público formal. Durante la cuarentena los operadores han cambiado rutas y horarios para servir mejor a los trabajadores de servicios esenciales. Este ejemplo de colaboración público-privada debe ser replicado en la nueva etapa, para asegurar que el sistema de transporte público llegue a los distritos donde vive la población más vulnerable. En los países de la región, donde muchos de los sistemas están altamente concesionados con múltiples transportistas independientes, la era COVID-19 ha puesto de manifiesto la necesidad del sector público en la ecuación, para desarrollar estándares y protocolos, coordinar a los diferentes agentes y dar apoyo financiero que garantice la oferta. En un sector que provee un servicio público esencial, esto representa la oportunidad hacia el fortalecimiento institucional, la integración multimodal, la cobertura y la calidad.
Mejoras significativas en la calidad del aire y descenso drástico de la congestión
De acuerdo con una investigación previa, antes de la cuarentena tres estaciones de monitoreo ambiental de Lima registraban valores de material particulado en el aire entre tres y cinco veces mayores que los máximos recomendados por la Organización Mundial de la Salud. Durante la cuarentena, los datos del servicio de meteorología peruano presentan una reducción de emisiones de entre el 50 y el 75% para las mismas estaciones. Las cifras son demasiado buenas como para no intentar mantenerlas. Y, de hecho, las medidas anunciadas para la vuelta a las calles pueden ayudar a lograrlo. Los incentivos a la movilidad no motorizada junto con una probable salida de circulación de transporte informal necesariamente contribuirán a una disminución de las emisiones en todas las ciudades de la región.
Además, podría esperarse un descenso significativo de horas perdidas en el tráfico: sólo calculando la diferencia entre el espacio que ocupan automóviles y combis obsoletas y el que ocupan personas caminando o montando una bicicleta o un scooter, podemos hacernos una buena idea de cuánto podría mejorar la fluidez del tránsito. Para lograrlo, autoridades y empresas deberán ayudar a proveer incentivos para peatones y ciclistas, como dotarles de más y mejor infraestructura, limitar la velocidad de automóviles y vehículos de transporte público, aumentar la fabricación de bicicletas y scooters, o proveer ayudas para que cualquier ciudadano pueda comprarlos o alquilarlos. Teniendo en cuenta que las autoridades encarnarán un rol más proactivo en la organización y la seguridad de los servicios y en la administración de la infraestructura para transporte público e individual -contribuyendo al orden en la circulación, podría hacerse realidad la reducción de la congestión en las calles América Latina.
¿Cuántas veces han escuchado eso de que para que el transporte de su ciudad funcione, tendría que empezar todo de nuevo? Pues ya está sucediendo. El COVID-19 está dando lugar a experimentos impensables hace unos meses. En mi opinión, ésta es la gran oportunidad de las ciudades de América Latina para mejorar la calidad de vida, reduciendo drásticamente la contaminación, la congestión y la informalidad de la movilidad urbana.