Federico Vignati
Ejecutivo Principal de la Vicepresidencia del Sector Privado en CAF
Las islas del Caribe, tradicionalmente, dependen económicamente -en gran medida- del turismo y la pesca, como motores económicos primarios y generadores de trabajo en segmentos donde otras industrias tienen poco o ningún alcance. Se estima que, en 2019 el sector pesquero proporcionó empleo estable a cerca de 350.000 personas en 17 países del Caribe, generando una producción valorada en más de USD 500 millones.
A pesar del impacto del COVID-19 en el Caribe y su efecto en los sectores de pesca industrial y artesanal, y turismo, con reducción en la demanda, consumo, empleo, y el aumento de la pobreza; hay que reconocer, que antes de la pandemia, la actividad económica asociada a los océanos en el Caribe, ya presentaba señales de contracción, con notoria reducción de los estoques de pescado y de la flota pesquera. De acuerdo con el Caribbean Regional Fisheries Mechanism, CRFM, en 2019 la producción pesquera en la región del Caribe había disminuido en un 40%, registrando su mínimo histórico en diez años. Los recursos pesqueros en el Caribe han sido clasificados por la FAO, como los más sobreexplotados del mundo, con un 55% de las poblaciones pesqueras comerciales sobreexplotadas.
El desempeño actual de la economía de los océanos del Caribe es también el resultado de una combinación de aspectos que requieren de atención a través del acceso a los fondos verdes, llamados a aportar significativamente más de lo que han hecho recientemente.
Entre las causas subyacentes de escenario actual, se destacan: (i) dificultad para impulsar enfoques regionales de conservación y aprovechamiento; (ii) dificultad en hacer cumplir políticas y marcos regulatorios existentes, a nivel nacional y en aguas internacionales; (iii) falta de recursos para la inversión en I&D, que permitan agregar valor y generar servicios más sofisticados; y (iv) dificultad en comprender y actuar de forma proactiva en el manejo de los ecosistemas marino-costeros.
La acción concertada para atender estos factores críticos, podría reforzar las ventajas comparativas de la región, preparándola para superar el reto de ecosistemas debilitados y del calentamiento global, así como, para impulsar una nueva generación de servicios y clústeres productivos asociados a la economía azul, con destaque para: (a) la seguridad alimentaria y el cuidado de la salud a través de la bioeconomía/biocomercio; (b) el impulso, a una actividad de ecoturismo sostenible manejada desde un enfoque territorial marino-costero integral; (c) la generación de energía limpia a través de la inversión en el manejo de recursos hídricos y geotérmicos; y (d) el financiamiento climático haciendo uso de los principios del carbono azul.
En CAF, trabajamos desde 2016 en un abordaje integral de economía azul, que ha generado importantes canales de comunicación con los países del Caribe, y que combina tres componentes para impulsar la diversificación, sostenibilidad y resiliencia:
- El primero es el enfoque eco sistémico (territorial), que examina el valor de los sistemas marinos y costeros en la provisión de bienes y servicios. A través de este enfoque se reconoce, por ejemplo, que los estoques de pescado, son el resultado de un ecosistema saludable y que por lo tanto para recuperar los estoques, habría que manejar de forma sostenible el ecosistema. Este es el abordaje de trabajo propuesto en el proyecto ¨Economía azul y Pesca Sostenible en el Caribe¨, una iniciativa regional que resulta del dialogo y colaboración del área ambiental de CAF con Belice, Barbados, Guyana, Jamaica, Panamá y St Lucia.
- El segundo es el enfoque de la cadena de valor, que se centra en el aprovechamiento sostenible de los recursos de la biodiversidad, desde una perspectiva de ventajas comparativas, desarrollo de mercados, así como de distribución justa y equitativa de beneficios. En CAF, tenemos una experiencia importante en el fomento del biocomercio, que ahora se aplica en el Caribe en las cadenas de valor de la pesca, acuicultura y el turismo.
- El tercer enfoque es la gestión adaptativa, que reconoce que las condiciones ambientales y climáticas están cambiando y que las intervenciones en infraestructuras portuarias y costeras, por ejemplo, deben apoyarse en la resiliencia natural que les ofrece el ecosistema, buscando tener una contribución positiva a su regeneración. Es en el ámbito de este enfoque, que CAF ha contribuido con la recualificación del desarrollo costero en Tobago, introduciendo esta perspectiva a los análisis y acciones de recalificación costera.
La COVID-19 ha hecho visible la fragilidad en la que se encuentran los recursos marinos en todo el mundo, inclusive en el Caribe. Sin embargo, esta pandemia, también nos ha llenado de esperanza, demostrando, como la vida marina puede recuperarse y repoblar espacios que se daban por perdidos, cuando se les ofrece las condiciones y el tiempo necesario para hacerlo.
La lección y el desafío pendiente es conciliar el éxito de la reactivación económica post COVID-19 en el Caribe, con el éxito de la regeneración de los ecosistemas marino-costeros, reconociendo que, en el cuidado de los océanos, se encuentra también, nuestra prosperidad.