Las relevantes diferencias en la contabilidad de las emisiones necesarias para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París

Fecha artículo: 28 de enero de 2024

El Acuerdo de París de 2015 estableció la meta de limitar el calentamiento global a 2°C, y preferiblemente a 1,5°C, con respecto a los niveles preindustriales. Para lograrlo, y así evitar un escenario potencialmente catastrófico para el planeta, es necesario reducir drásticamente las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) de origen antropogénico en el corto plazo y alcanzar un nivel de cero emisiones netas durante la segunda mitad de este siglo (en 2050 para la meta de 1,5°C o en 2070 para la meta de 2°C).

El primer balance mundial (Global Stocktake en inglés) del Acuerdo de París, cuyos resultados se dieron a conocer en la COP28, arrojó conclusiones que no son alentadoras. Según este, para alcanzar las metas acordadas se necesita reducir las emisiones para 2030 en un 43% con respecto a los niveles de 2019. Los compromisos de los países, expresados en sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional, apuntan a una caída de las emisiones para 2030, con respecto a 2019, de apenas el 2 % (este porcentaje aumenta al 5,3 % si se consideran los compromisos condicionales). Es decir, es necesario un esfuerzo colectivo sustancialmente mayor.

Pero hay una complejidad adicional. Una parte de la reducción de emisiones que proponen los países proviene de actividades relacionadas con el uso de la tierra (por ejemplo, reducción de la deforestación o aumento de la reforestación). Y la complicación se produce porque el criterio que los países utilizan para contabilizar estas emisiones y absorciones (y para fijar sus metas nacionales) difiere del criterio que emplea el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) para hacer las proyecciones climáticas (y para determinar la trayectoria de emisiones globales que hay que conseguir para lograr una cierta meta de calentamiento global).

La complejidad de medir las emisiones del uso de la tierra y porqué importa

La medición de las emisiones del sector de Uso de la Tierra, Cambio de Uso de la Tierra y Silvicultura (UTCUTS) es compleja porque se trata de actividades en las que ocurren, de manera simultánea, emisiones y absorciones de carbono que se originan en factores antropogénicos y naturales que en la práctica son difíciles de separar. Por ejemplo, la reforestación de una superficie implica una mayor absorción de carbono de origen antropogénico debido al cambio en el uso del suelo, mientras que el crecimiento de esa masa forestal producido por el efecto fertilizante asociado al aumento del CO2 atmosférico implica una mayor absorción de carbono que se considera de origen natural.

Hay dos formas aceptadas globalmente para contabilizar estos flujos. Por un lado, en las estimaciones de las emisiones globales del IPCC, solo se consideran dentro del sector de UTCUTS los flujos antropogénicos, mientras que los flujos naturales forman parte del rol de la tierra como sumidero natural de carbono. La separación de ambos componentes se hace con base en modelos que permiten estimar el crecimiento de la vegetación derivado de la mayor presencia de CO2 en la atmósfera y los flujos asociados a este crecimiento.

Por otro lado, los países contabilizan las emisiones del sector de UTCUTS en sus inventarios nacionales con base en las directrices de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC). Estas normas simplifican el cálculo de las emisiones de este sector al permitir que se incluyan todos los flujos que se producen en tierras forestales que los países declaran como “gestionadas”, sin distinguir si estos flujos son de origen antropogénico o natural.

Debido a que la absorción de CO2 por los bosques y otros sumideros naturales de carbono está aumentando como resultado de las mayores emisiones (la absorción por la fotosíntesis se potencia al haber más CO2 en la atmósfera), y a que estas absorciones se contabilizan como parte del sector de UTCUTS en los inventarios nacionales, pero no en los modelos contables, las emisiones del sector de UTCUTS que arrojan los inventarios nacionales tienden a ser menores que las de los modelos contables. De acuerdo con Gidden et al. (2023) las diferencias son significativas: se calcula que son entre 4 y 7 Gigatoneladas de CO2 (GtCO2) por año, lo que equivale al 10% de las emisiones globales de GEI.

Estas diferencias son relevantes para evaluar el avance hacia el cumplimiento de los objetivos del Acuerdo de París, toda vez que las metas de reducción de emisiones mencionadas antes se refieren a los flujos antropogénicos únicamente. Como el criterio de la CMNUCC para la confección de los inventarios de los países tiende a subestimar las emisiones del sector de UTCUTS, se está calculando erróneamente que estamos más cerca del nivel emisiones deseado. Una forma de ver esto es que, si las proyecciones climáticas del IPCC se basaran en el criterio de los inventarios nacionales, en lugar del criterio de los modelos globales como ahora, la meta del 1,5°C de calentamiento global requeriría una reducción de emisiones para 2030 de entre 3 % y 6 % superior y el objetivo de emisiones netas cero se debería alcanzar entre 1 y 5 años antes (Gidden et al., 2023). En otras palabras, el progreso colectivo actual hacia el objetivo de limitar el calentamiento global es aún menor de lo que parece.

Las emisiones de América Latina y el Caribe según los diferentes criterios de medición

La diferencia en los criterios de contabilidad de las emisiones del sector de UTCUTS es especialmente relevante en América Latina y el Caribe, región en la que este sector es el principal emisor de GEI, con una participación del 38% en 2019. Según Grassi et al. (2023), las emisiones del sector de UTCUTS en la región según los inventarios nacionales son un 50 % más bajas que las estimadas con base en los modelos globales del ciclo del carbono, una diferencia que ronda 1 GtCO2 por año.

El gráfico adjunto muestra las emisiones del sector de UTCUTS (promedio anual entre 2000 y 2020) según ambos criterios. Según los modelos globales, de los 33 países de América Latina y el Caribe, 23 son emisores netos en este sector y 10 son sumideros netos. En cambio, según los inventarios nacionales, sólo 15 son emisores netos y 18 son sumideros netos. Asimismo, de los 13 países que son emisores netos según ambos criterios, en 6 de ellos las emisiones según los inventarios nacionales son más bajas que las que arrojan los modelos globales.

En definitiva, las diferencias de criterio para contabilizar las emisiones del uso de la tierra son relevantes al momento de evaluar el avance hacia los objetivos del Acuerdo de París. Los resultados del primer balance global ponen de manifiesto la necesidad de aumentar la ambición climática en el corto plazo para mantener estos objetivos al alcance. El esfuerzo adicional que se necesita es aún mayor cuando se tienen en cuenta en el análisis las diferencias de criterio en la medición de las emisiones de UTCUTS.

Florencia Buccari

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Florencia Buccari

Oficial de la Dirección de Investigaciones Socioeconómicas de CAF

Buenos Aires, Argentina

Máster en Desarrollo Económico en University of Nottingham. Licenciada en Economía en la Universidad Nacional de Córdoba. Sus intereses de investigación se centran en la evaluación de programas y políticas públicas, y en las áreas de economía del medioambiente, de la educación y del desarrollo.  

Pablo Brassiolo

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Pablo Brassiolo

Economista Principal, CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe-

Ph.D. en Economía en la Universitat Pompeu Fabra (España). Master en Economía en la misma universidad y en la Universidad del Cema (Argentina). Licenciado en Economía en la Universidad Nacional de Córdoba (1997). Sus intereses de investigación se centran en las áreas de economía laboral, desarrollo económico, economía de la familia, y evaluación de programas y políticas públicas. Anteriormente, se desempeñó como economista de investigación en el IERAL de Fundación Mediterránea (Argentina) y como docente en la Universitat Pompeu Fabra, en la Universidad Nacional de Córdoba y en la Universidad Empresarial Siglo 21 (Argentina). Ver publicaciones

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