Silvia Oteyza
Ex-Directora de Sostenibilidad Social en CAF
Nada más llegar a una barriada, favela o barrio joven de cualquier lugar del mundo vemos condiciones de vida precarias, situaciones socio-económicas adversas, personas atrapadas en la pobreza y la exclusión. Pero si afinamos la vista también veremos vocaciones productivas, gente con ideas claras para avanzar en sus quehaceres e individuos ingeniándoselas para superar su realidad. En definitiva, apreciaremos el potencial humano para su desarrollo.
De las impresiones y certezas que obtenemos en este tipo de experiencias se puede extraer una de las afirmaciones más trascendentes para todos los que trabajamos en el ámbito del desarrollo: la capacidad de las personas para hacer y ser algo está directamente relacionada con las oportunidades que tienen o dejan de tener.
En otras palabras, si no se tiene acceso a servicios básicos, a un empleo digno o a un transporte y una alimentación adecuada, el desarrollo del ser humano será limitado. Y es justamente la ausencia de oportunidades y de herramientas lo que en muchas ocasiones hace que los pobres no dejen de ser pobres.
Esta reflexión es muy importante en el momento de implementar proyectos de desarrollo, ya que sitúa el empoderamiento de las personas -y no tanto el mero crecimiento económico- en el núcleo de la acción. Y es que en muchas ocasiones la mejora de las capacidades productivas supone el punto de inflexión que les ayuda a salir de la pobreza, gracias, sobre todo, a un importante ejercicio de empoderamiento que les abre el espectro de oportunidades, tanto laborales como vitales.
Por eso, desatar el potencial productivo de los más vulnerables tiene que ser el motor de las iniciativas de desarrollo. Pero la realidad no es tan simple como la teoría. Para que el trabajo de empoderar y capacitar a los más vulnerables sea exitoso será imprescindible que exista una organización comunitaria y una detección de vocaciones productivas y, al mismo tiempo, un proyecto viable desde el punto de vista económico. El trabajo exitoso consiste en provocar el desarrollo de habilidades que satisfagan las demandas reales de los mercados, pues de otra manera, las capacitaciones no se transforman en valor.
En este sentido, para tener éxito en las iniciativas de empoderamiento productivo es importante tener la certeza de que más allá de sus necesidades apremiantes, los vulnerables tienen el potencial de aprovechar las oportunidades que se les presentan.
En CAF -Banco de Desarrollo de América Latina- tenemos algunos ejemplos de cómo el empoderamiento productivo es una poderosa herramienta para sacar de la pobreza (de forma permanente) a los habitantes de las comunidades más desfavorecidas de la región.
Lecciones aprendidas
Históricamente se han cometido algunos errores, especialmente cuando perdemos de vista que el desarrollo de las naciones tiene que ver con el desarrollo humano particular y no universal.
A manera de ilustrar, les traigo una anécdota: hace algunos años en un congreso sobre pobreza en Londres, se planteó que un mecanismo de inclusión para mujeres en una aldea de un país africano era llevar un acueducto hasta su caserío para evitar que dichas mujeres caminaran por horas en aquella llanura árida en búsqueda de una fuente limpia de agua para lavar los enseres y mantener una higiene personal.
Para la lógica occidental, esta intervención es una buena implementación de política y por tanto un proyecto que, en teoría, iba a redundar en bienestar para estas mujeres. Pero en la realidad representó una catástrofe en la vida de ellas, pues con esta política se eliminó la única posibilidad de esparcimiento que tenían este grupo de mujeres, para quienes el momento de partir juntas a la fuente de agua era además una oportunidad para conversar, intercambiar experiencias, entre mujeres, con sus amigas y familiares. Las horas "ganadas" con la llegada del proyecto se tradujeron en horas adicionales de trabajo pesado en la comunidad.
Hemos aprendido. Por eso, la banca de desarrollo llega a estos rincones de la geografía, no solo con proyectos de infraestructura que abona el terreno para el desarrollo económico, sino también con proyectos que buscan, dentro de la diversidad étnica, cultural y económica, nivelar las facultades sociales y productivas de las personas que allí se encuentran, con el objetivo de generar capacidades para que las propias personas creen vidas significativas y relevantes para sí mismos. Vidas plenamente adecuadas a sus criterios de desarrollo y prosperidad, para procurar el desarrollo humano de forma más amplia, y esto supone, a fin de cuentas, la verdadera riqueza de los países.