Jorge Arbache
Vicepresidente de Sector Privado, CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe-
Una de las características de la economía latinoamericana es la presencia excesivamente alta de las pequeñas y medianas empresas en el tejido productivo, en el empleo y en la producción. Lo que nos distingue es la excesivamente baja productividad, competitividad y dinamismo de esas empresas y el hecho de que estén principalmente enfocadas al consumo local, pagando bajos salarios y generando empleos de baja calidad. Como resultado, las pymes son vistas como parte del problema y no como una solución a nuestro atraso económico y social. Pero las cosas no tienen por qué ser necesariamente así, y hay muchas razones para ello.
Hemos visto cambios cada vez más rápidos e intensos en las preferencias y canastas de consumo de los consumidores, especialmente a favor de los servicios. De hecho, el consumo se ha ido diversificando por regiones y por características demográficas, de ingresos y otras, lo que ha sido posible gracias a tecnologías sofisticadas pero relativamente económicas de gestión y producción flexible, que permiten la personalización a precios asequibles, en contraposición a la masificación y estandarización.
La pandemia ha acelerado los tiempos y las tendencias y ha contribuido aún más a los cambios en los patrones de consumo. Porciones cada vez mayores de la población comenzaron a comprar a través de canales digitales, lo que está provocando cambios profundos en las relaciones entre empresas y consumidores, requiriendo modelos de negocio más dinámicos, adecuados y adaptados a las nuevas circunstancias y necesidades de los consumidores. La creciente preocupación de los clientes por temas como la sostenibilidad y la producción local y los requisitos normativos ambientales, sanitarios y sociales también han contribuido a transformar los mercados.
Es probable que las preferencias de los consumidores y las condiciones del mercado sigan cambiando, lo que requerirá que las empresas estén aún más preparadas para transformarse también. Sin embargo, las empresas grandes y burocráticas no siempre cuentan con las estructuras organizativas, la formación, el conocimiento, la flexibilidad y la granularidad necesarias para mantenerse al día con los rápidos cambios de los mercados. En este contexto, las empresas ágiles, flexibles y con un buen conocimiento del terreno pueden beneficiarse y marcar la diferencia.
De hecho, la pandemia ayudó a revelar la capacidad innovadora y adaptativa de las pymes para desarrollar nuevos productos y servicios adaptados a las nuevas realidades. Todo esto está fomentando un sinfín de oportunidades y diversificación empresarial. El desafío para las pymes es aprovechar esas oportunidades y aprovechar todo el enorme potencial de crecimiento.
Para ello será necesario abordar varios temas, y uno de los más importantes es el de la transformación digital. Las plataformas, aplicaciones y redes sociales se están convirtiendo en el canal y la herramienta para el mantenimiento y supervivencia de millones de pequeñas empresas existentes y para el desarrollo de nuevos negocios.
Pero avanzar en la transformación digital entre las pymes requiere atención a agendas habilitadoras, como cobertura de internet, velocidad de conexión y logística, y otras agendas, como inclusión digital de la población, digitalización de cadenas de valor y transformación digital integral de operaciones, por mucho además de los canales de marketing y ventas. También será necesario abordar cuestiones regulatorias asociadas a facilitar la entrada de empresas a los mercados y fomentar la innovación, así como medidas de coherencia y armonización regulatoria y garantías de los derechos de los consumidores y trabajadores.
Otro tema pendiente es el de la formación. La transformación digital entre las pymes no tendrá éxito sin la asistencia técnica y los avances en las capacidades de los empleados y directivos para poder utilizar y aprovechar al máximo todos los beneficios y recursos de esas tecnologías.
Dado que solo una parte limitada de la población de la región ya se dedica a las compras en línea, los beneficios comerciales potenciales de la transformación digital para las pymes siguen siendo enormes. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el crecimiento de las ventas online en la región se basa más en el aumento del número de nuevos clientes que en el incremento del valor medio de las entradas, que crece lentamente. Por lo tanto, en igualdad de condiciones, el beneficio relativo de la participación de las pymes en la transformación digital puede ralentizarse a medida que aumenta el número de empresas digitalizadas. En este contexto, la capacidad de innovar y brindar a los clientes algo más, como la calidad y el soporte posventa, por ejemplo, marcarán la diferencia en la competitividad.
La transformación digital será más beneficiosa para las pymes en cuanto más logren absorber los excedentes del consumidor asociados a las compras digitales. En este sentido, el poder de mercado excesivo de las herramientas de pago y las plataformas de mercado puede llevarlas a hacerse con una participación alta y creciente de ese excedente, comprimiendo los márgenes e induciendo una competencia destructiva. Una respuesta eficaz serían las normas y políticas de competencia que promuevan mercados abiertos y accesibles con protección de datos y condiciones justas y razonables, especialmente para las pequeñas empresas. Estas medidas fomentarían la transformación digital entre las pymes.
La digitalización ayudará a aumentar la productividad y la competitividad y allanará el camino para un patrón de crecimiento más resiliente y sostenido para las pymes, ayudándolas a ser parte de la solución para el desarrollo socioeconómico de nuestra región.