Daniel Ortega
Director de evaluación de impacto en CAF -banco de desarrollo de América Latina
¿Más policías o mayores esfuerzos en la prevención del crimen? ¿Mejores políticas educativas o más mano dura?
Estas son algunas de las preguntas que rondan por la cabeza de cientos de expertos de todo el mundo cuando piensan en cómo reducir la inseguridad ciudadana. Y si lo pensamos desde América Latina, donde la tasa de homicidios es tres veces mayor que la media mundial, las respuestas son apremiantes.
La buenas noticias son que, en este camino, parece que hemos dado con la tecla adecuada, o al menos tenemos indicios para pensarlo. Se trata del patrullaje por puntos calientes, un método desarrollado por primera vez en EEUU que emplea herramientas estadísticas para concentrar el esfuerzo policial donde más se necesita, y que combina algunos elementos disuasorios y de control social con acciones de refuerzo en las comunidades.
El punto de partida es sencillo: el crimen no ocurre en todas partes ni a todas horas. Si se documenta y analiza con detenimiento la información necesaria, se suele encontrar que una fracción muy desproporcionada del delito se concentra en espacios y horarios muy reducidos. Tal es el caso de las ciudades de Cali, Medellín, Bogotá y Barranquilla donde, según un estudio realizado con varios colegas en 2014, encontramos que el 50% de los homicidios ocurrían en tan sólo un 7% del territorio.
Identificar estos puntos calientes permite luego reorientar los recursos públicos destinados a la lucha contra el crimen -patrullaje, cámaras de seguridad, programas sociales preventivos-, priorizando esas zonas. Aunque se podría pensar que el crimen simplemente se desplazaría a otras áreas, la evidencia empírica indica que eso sólo sucede parcialmente, porque las condiciones que facilitaban el crimen en esos puntos no se replican fácilmente en otras zonas.
En América Latina existen pocas experiencias documentadas sobre el impacto de programas de puntos calientes. Entre las ciudades documentadas están el municipio Sucre de Caracas (que incluye Petare, una de las zonas más violentas de la ciudad) y las ciudades colombianas de Medellín y Cali.
En el municipio Sucre, por ejemplo, encontramos que el 80% de los homicidios ocurrían en sólo un 6% del territorio, como se ilustra en el mapa. Con base a esta información, se diseñaron estrategias de patrullaje que priorizaban la visita a los puntos calientes en los horarios de mayor incidencia del crimen. Los resultados de esta forma de patrullaje fueron positivos y representaron un aprendizaje importante para los funcionarios del municipio, quienes ahora ven en la evaluación de impacto rigurosa una herramienta útil para hacer más efectivas sus políticas.
Colombia es otro de los países donde se está documentando el impacto del patrullaje en puntos calientes, en un esfuerzo que realizamos junto a la Policía Nacional y a la Universidad de los Andes. En Medellín, se identificaron 816 puntos calientes, y en 359 de ellos se realiza un patrullaje adicional al habitual durante 15 minutos continuos, cuatro veces al día, todos los días de la semana. En vista de que los puntos con patrullaje adicional se seleccionaron al azar, cualquier diferencia que se observe en los niveles de crimen entre los puntos tratados y los de control se puede atribuir al programa. Si bien el estudio se encuentra en plena implementación, los resultados preliminares ya arrojan resultados prometedores.
La credibilidad metodológica, así como el compromiso de los formuladores de política en este programa, ya ha motivado el interés de las autoridades en Cali, y promete convertirse en un referente en América Latina para la toma de decisiones basadas en la evidencia.
La región más insegura del mundo
El patrullaje en puntos calientes deberá ir acompañado de acciones que refuercen desde las instituciones públicas a los sistemas judiciales y que apuesten por ofrecer oportunidades dignas a los grupos sociales más proclives a delinquir, especialmente a los jóvenes.
Estos esfuerzos cobran especial relevancia en América Latina, una región que registra más del 30% de los homicidios globales (a pesar de representar sólo el 8% de la población). De las 20 ciudades más inseguras del planeta, las 19 primeras están en Latinoamérica. Y por si fuera poco, sólo en Centroamérica, 18.000 personas mueren cada año a causa del crimen.
El problema de la inseguridad en América Latina es complejo y debe ser abordado desde múltiples enfoques. Sin embargo, saber que la ciencia y los hacedores de política están trabajando juntos para generar respuestas más eficientes a la violencia, significa que vamos en la dirección correcta. Las experiencias del patrullaje por puntos calientes y sus buenos resultados son prueba de ello.