Jorge Arbache
Vicepresidente de Sector Privado, CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe-
Al ensayar sus primeros pasos hace décadas, la globalización de la producción buscó en el bajo costo de la mano de obra el factor determinante para la ubicación de las inversiones industriales. Asia no tardó mucho en convertirse en el destino de la fabricación mundial. Tiempos después, entraría en juego el encarecimiento de la mano de obra y la búsqueda de reducir la dependencia de los suministros de China. Estos, junto con cuestiones geopolíticas, conducirían a un creciente revisionismo sobre la localización industrial.
A ellos se sumarían tres nuevos factores. La primera, y quizás la más importante, es la agenda ambiental, cuyo objetivo es reducir la huella de carbono de los productos. No sería exagerado pensar que ya estaríamos asistiendo a la transición de la globalización de la producción determinada por el costo de la mano de obra a la globalización de la producción determinada por el impacto ambiental. Este tema afecta particularmente a China. El segundo factor está asociado a la guerra en Ucrania, que generó grandes temores de seguridad, elevó significativamente los precios de la energía y su volatilidad, alimentó la inflación de costos y aumentó los riesgos de inseguridad energética.
No se espera que la volatilidad de los precios y el suministro de energía se normalicen en el corto plazo, lo que tendrá importantes repercusiones económicas a nivel mundial, pero sobre todo en Europa, que está muy expuesta a la agenda geopolítica y depende de las importaciones de energía fósil de Rusia. Para satisfacer sus necesidades, Europa está reactivando plantas de energía sucia y comprometiendo sus compromisos de neutralidad de carbono. El tercer factor es el aumento creciente del consumo de energía en la producción industrial debido a la tecnología. Estos factores ya están afectando las tasas de retorno e incluso la viabilidad económica de plantas industriales y ya están llevando a las empresas multinacionales a reconsiderar las estrategias de localización de inversiones globales.
Una reacción inmediata a todo esto es la política de nearshoring, que aboga por el traslado de plantas industriales desde China a países amigos, con mano de obra barata y cerca de los centros de consumo de Occidente. Pero es el “powershoring” el que parece servir mejor a las necesidades e intereses presentes y, sobre todo, futuros de las economías occidentales. Powershoring se refiere a la descentralización de la producción hacia países que ofrecen energía limpia, segura, barata y abundante y cercanos a los grandes centros de consumo, además de otras virtudes para atraer inversiones industriales.
América Latina y el Caribe (ALC) cumple con muchas de las condiciones de la economía de powershoring. Después de todo, la región está geográficamente cerca de América del Norte y Europa y varios países ya cuentan con matrices energéticas limpias o mayoritariamente limpias, mientras que otros caminan por el mismo camino. De hecho, la región en general ha definido la sostenibilidad como fuente prioritaria de crecimiento, tomando como punto de partida su enorme potencial en energía hidráulica, solar y eólica, además del enorme potencial de producción de energía a partir de biomasa, biogás, geotermia y biocombustibles.
Muchos países ya desarrollan políticas para fomentar la producción de hidrógeno verde, que también puede beneficiarse en la fase de transición de las generosas reservas de gas natural de la región para combinar los dos gases, aumentar la eficiencia y reducir costos. Las estimaciones indican que el costo del kilo de hidrógeno verde será muy competitivo en ALC, elemento decisivo para transformar a la región en una plataforma de producción industrial en general, pero de productos intensivos en energía en particular, como acero, arrabio, aluminio, vidrio, cemento y celulosa, por mencionar solo algunos sectores. Además de energía verde, competitiva y segura, la región también ofrece una amplia variedad de productos minerales y agrícolas para uso industrial. Y encima de todo esto está el alejamiento de la región de temas geopolíticos complejos.
No hay forma de que las regiones desarrolladas puedan reducir significativamente sus emisiones de CO2 sin desacelerar la tasa de crecimiento de sus economías, lo que podría conducir a una transición energética aún más lenta y políticamente más costosa. La necesidad de priorizar el uso de la energía, los compromisos con el Acuerdo de París, la exposición de la producción industrial a cuestiones geopolíticas y el aumento de los costes parecen subrayar el atractivo de ALC para Europa como socio para la seguridad energética y para acelerar la descarbonización, además de garantizar la seguridad del suministro industrial y reducir la presión del costo de la energía. La eventual entrada en vigor del Mecanismo de Ajuste Fronterizo de Carbono (CBAM, en inglés) será un factor atractivo adicional para las inversiones industriales europeas en ALC.
Pero los beneficios del powershoring son bidireccionales. Las inversiones industriales tendrían importantes repercusiones positivas en las áreas urbanas de ALC, que es donde se concentra la gran mayoría de la población, la informalidad y la pobreza de la región. Además, podría beneficiar a las pequeñas y medianas empresas, tener impactos sustanciales en la productividad y competitividad, generar impuestos, exportaciones y divisas, y ayudar a reducir la exposición de la región a los ciclos de materias primas que frustran los indicadores económicos, sociales y ambientales. También podría contribuir a impulsar la integración regional.
Para implementar un proyecto de este tipo, la región necesitará una hoja de ruta que fomente la inversión extranjera directa en el powershoring. Esto debe incluir políticas y regulaciones consistentes, coherentes y sólidas para la promoción, financiamiento y gestión de energía limpia, segura y barata, el desarrollo de proyectos de calidad, inversiones en infraestructura física y digital para atender zonas industriales y logística de exportación, promoción de inversiones en empresas de servicios profesionales, capacitación de trabajadores, acuerdos de facilitación de inversiones, reducción de burocracia, seguridad jurídica y mucha institucionalidad. También deberá estar presente el avance del acuerdo Mercosur-UE y el apoyo de los bancos de desarrollo nacionales y multilaterales para el financiamiento y reducción de riesgos y costos de los proyectos privados de powershoring.
ALC y la UE ya tienen una larga historia de alianzas y de compartir visiones, lo que justifica aún más el fortalecimiento de la relación transatlántica, que podría aprovechar experiencias ya exitosas, como los altos stocks de inversión directa que Europa ya tiene en la región.
Finalmente, la alta liquidez de los mercados a nivel global y la búsqueda de nuevos negocios y destinos de inversión son elementos adicionales que nos llevan a apostar que el powershoring será la bola caliente en los próximos años.