¿Qué elementos deben contemplar los programas de educación financiera para reducir la brecha de género?

Fecha artículo: 26 de noviembre de 2020

Autor del post - Karina Azar

Ejecutiva de la Dirección de Análisis y Evaluación Técnica del Sector Privado

Este blog está escrito por Karina Azar y Diana Mejía.

Los niveles de educación financiera en América Latina son bajos. De acuerdo con los resultados de las encuestas de capacidades financieras de CAF realizadas en 7 países de la región, menos de la mitad de la población conoce conceptos financieros básicos como tasa de interés simple y compuesta, el valor del dinero en el tiempo y la relación entre riesgo y rentabilidad.

Al analizar las diferencias de género en materia de educación financiera, observamos que existen importantes brechas a nivel internacional, que se evidencian aún después de tomar en cuenta el estado civil, la educación, el nivel de ingreso y otras características socioeconómicas.

Estos resultados tienen implicaciones importantes, por cuanto las mujeres tienden a vivir más que los hombres y a interrumpir sus carreras profesionales por la maternidad, lo que conduce a que tengan necesidades de ahorro diferentes.

En general, las encuestas de capacidades financieras realizadas por CAF dan cuenta de que no solo es menos probable que las mujeres respondan correctamente a preguntas sobre conocimientos financieros básicos, sino que es más probable que respondan que no saben las respuestas a preguntas de educación financiera básica.

Así las cosas, las brechas de género en educación financiera están relacionadas tanto con un menor nivel de conocimientos financieros, como con una menor confianza por parte de las mujeres. Un experimento realizado en Holanda muestra que las mujeres saben menos de temas financieros que los hombres, pero saben más de lo que creen que saben.

Los principales hallazgos relacionados con las brechas de género en materia de educación financiera a partir de los resultados de las encuestas de capacidades financieras de CAF se pueden resumir en:

  • Las mujeres son menos seguras que los hombres respecto a sus conocimientos y habilidades, lo que se refleja en menos confianza en asuntos financieros y más aversión al riesgo.
  • Las mujeres y los hombres tienen diferentes estrategias para hacer frente a las situaciones extremas. Por ejemplo, en un contexto en el que los ingresos no son suficientes para cubrir los costos de vida, las mujeres tienden a recortar los gastos, mientras que los hombres prefieren encontrar maneras de ganar dinero extra.
  • Las mujeres tienden a ahorrar menos y, por lo tanto, a acumular menos riqueza, en un contexto donde típicamente su posición dentro del mercado laboral es más débil.

 

  • Las mujeres tienen menores probabilidades de ahorrar activamente a través de productos financieros formales.
  • Las mujeres son más propensas que los hombres a ahorrar dinero en efectivo en su casa o en clubes informales de ahorro, también son menos propensas a invertir en activos riesgosos y con mayores rendimientos.
  • Las mujeres muestran más dificultades que los hombres para elegir adecuadamente los productos financieros.

Por otra parte, como muestra la evidencia, las mujeres que se involucran de forma activa en la planificación y manejo de los recursos del hogar, revelan tener mejores actitudes y conductas financieras. Este segmento de mujeres tiene menos aversión al riesgo, manifiesta vigilar personalmente sus finanzas y es más propenso a planificar en función a metas financieras de largo plazo.

Un estudio reciente de Fundación Capital y la Universidad del Pacífico realizado en Colombia a través de dos versiones de Lista, una aplicación de educación financiera diseñada para tablets que ya cuenta con evidencia rigurosa de impacto, muestra que un mayor nivel de educación financiera por parte de las mujeres aumenta su capacidad de ahorro y disminuye los hábitos financieros perjudiciales, reduciendo el estrés financiero en la pareja y mejorando la relación. De igual manera, la participación e involucramiento de los hombres en los programas de educación financiera para mujeres es clave para garantizar que las decisiones financieras del hogar sean tomadas por la pareja, al tiempo que se incorporen temas relacionados con habilidades de negociación y liderazgo, dinámicas de poder y familiares y la importancia del trabajo no remunerado, entre otros. 

El pasado 10 de noviembre se llevó a cabo el panel FinEquityALC – Derribando barreras para la inclusión financiera de la mujer en ALC: ¿Qué sabemos y qué podemos comenzar a resolver hoy?, en el cual se realizó una mesa de trabajo sobre qué elementos deberían contemplar los programas de educación financiera para las mujeres. Es así como se debatió sobre el hecho de que los programas de educación financiera deberían diseñarse teniendo en cuenta que, si bien el eje central son las mujeres, estas hacen parte de segmentos heterogéneos.  Lo anterior implica que, para que las iniciativas de educación financiera tengan mayor impacto, deben considerar los diferentes grupos poblacionales de mujeres: cabeza de hogar, líderes de mipymes y empresarias, indígenas, migrantes, jóvenes, habitantes en zonas rurales, entre otros.  Dicha segmentación permite que las entidades públicas y privadas encargadas del diseño de programas de educación financiera puedan: (i) diseñar los contenidos para maximizar el aprendizaje sobre el acceso y uso de los productos y servicios financieros; (ii) contextualizar los mensajes; (iii) garantizar representatividad por medio del aprendizaje entre pares; y (iv) entender necesidades y problemáticas específicas.

Por medio de intervenciones de educación financiera que incorporen el diferencial de género se pueden aportar aprendizajes sobre mecanismos de entrega de los servicios financieros que resulten más efectivos de acuerdo al grupo de mujeres objetivo y su contexto. Por ejemplo, entregar contenidos de educación financiera utilizando medios digitales puede resultar muy útil para grupos de mujeres emprendedoras en zonas urbanas que tengan una alta conectividad, pero pueden presentar limitantes a la hora de ser dirigidos a mujeres en zonas rurales. 

Asimismo, los contenidos tienen mayor impacto si son contextualizados y personalizados según los grupos de mujeres contemplados en los programas de educación financiera.  Ejemplo de ello son los contenidos diseñados para mujeres rurales, los cuales buscan alcanzar un nivel básico de alfabetización financiera sobre productos como el ahorro o el crédito, de forma tal que posteriormente puedan insertarse en el sistema financiero formal.  Adicionalmente, la información que se pueda recabar por medio de los canales de atención y de resolución de consultas de las instituciones financieras resulta un insumo clave para segmentar y entender las necesidades específicas de las mujeres a partir del análisis de sus quejas y dudas más frecuentes.

Lo anterior también está vinculado con el uso de canales de entrega por medio del aprendizaje entre pares, lo cual hace que las mujeres tengan modelos a seguir y puedan recibir conocimientos por parte de otras mujeres que ya han experimentado sus mismas necesidades.  Estos programas han sido muy útiles en grupos de mujeres empresarias, por ejemplo, que contemplan temas como finanzas personales y del negocio.

Por último, se resalta también la importancia de entender las problemáticas y necesidades específicas de los diferentes segmentos de mujeres.  Esto hace que los programas estén más enfocados en llevar conocimientos sobre los “dolores” que tengan las mujeres dependiendo del momento en el que se encuentren en su ciclo de vida, así como su perfil en cuanto a sus actitudes y comportamientos financieros.

Si bien cada vez más entidades públicas e instituciones financieras son conscientes de la importancia de desplegar programas de educación financiera para mujeres, se hace relevante que los mismos también consideren las dinámicas de poder y el contexto en el cual cada mujer se encuentra para que dichos programas tengan mayor impacto en su bienestar financiero.

Los resultados anteriormente mencionados tienen importantes implicaciones de política, ya que las mujeres que participan en la toma de decisiones financieras de sus hogares pueden desarrollar mejores capacidades financieras, por lo que programas que busquen promover el empoderamiento femenino a través de la inclusión en los procesos productivos pueden tener también réditos favorables sobre las conductas y actitudes que asuman las familias para alcanzar mayores niveles de bienestar financiero para toda la sociedad.

Por esta razón es crucial que los programas de educación financiera se enfoquen en aumentar la autoconfianza de las mujeres y que, a nivel de la política pública, se incorpore el enfoque de género en las estrategias nacionales de educación financiera de los distintos países de América Latina que están adelantando esfuerzos de coordinación y cooperación entre los sectores público y privado.

 

Karina Azar

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Karina Azar

Ejecutiva de la Dirección de Análisis y Evaluación Técnica del Sector Privado

Desde noviembre del 2015 acompaña las operaciones del sector privado brindando valor agregado desde la óptica de políticas públicas para la productividad.  También integra el equipo de género e inclusión financiera de CAF, diseñando intervenciones para el cierre de la brecha de género en América Latina.  Se ha desempeñado como Investigadora en firmas consultoras como OCO Global, y como Asesora y Coordinadora de Inversiones en ProBarranquilla.  Cuenta con una Maestría en Desarrollo Territorial Sostenible otorgada en consorcio entre la Sorbona – Paris 1, KU Leuven y Universidad de Padova.

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