Luis Carranza
Ex Presidente Ejecutivo de CAF
Este artículo también se publicó en El País
En los últimos 50 años, en América Latina han surgido varias iniciativas de integración entre países con objetivos comunes de cooperación y prosperidad. Lamentablemente, estos esfuerzos han enfatizado la parte normativa y proyectos que en algunos casos lograron una buena penetración, pero que en general no han tenido la sostenibilidad necesaria para impulsar dinámicas de integración que contribuyan a cerrar las brechas productivas, impulsar los circuitos comerciales o modernizar las infraestructuras.
Desde esa perspectiva, el caso de CAF -banco de desarrollo de América Latina-, que este año cumple 50 años de existencia, es un caso atípico y representa un doble milagro. En primer lugar, se trata de una de las pocas instituciones que, surgida para y por la integración regional, se ha fortalecido y mantenido vigente año tras año. En segundo lugar, porque el crecimiento promedio de las principales variables financieras, cartera, activos y patrimonio, ha sido superior al 10% anual.
El éxito de CAF es también el éxito de los gobiernos y líderes de la región, que a lo largo de los años han demostrado que pueden aparcar sus tensiones políticas y respetar un mandato que tiene como fin último mejorar la calidad de vida de todos los latinoamericanos a través del apoyo técnico y financiero a las agendas de desarrollo nacionales y regionales.
Empezamos operaciones en 1970 con un capital de 25 millones de dólares provisto por los 5 países fundadores (Bolivia, Ecuador, Colombia, Perú y Venezuela), y hoy en día son 19 los países accionistas (incluyendo a España y Portugal) y estimamos terminar el 2020 con 13.000 millones de dólares de patrimonio. En 50 años hemos aprobado 188.000 millones de dólares en créditos para proyectos en vialidad, agua, electricidad, educación, salud, movilidad urbana y telecomunicaciones para apoyar el desarrollo sostenible de la región. Estas cifras incluyen 11.000 millones de dólares para 77 proyectos de integración en los últimos 20 años.
Los aportes de la institución a la mejora en las condiciones de vida de los latinoamericanos son también destacables: 77 millones de personas se beneficiaron de proyectos de movilidad urbana en los últimos 10 años; 29 millones se vieron favorecidos con proyectos de agua y saneamiento en los últimos 15 años; 2 millones de niños y jóvenes recibieron iniciativas en educación en los últimos 15 años. Además, sólo en 2019, financiamos la construcción, mejora y rehabilitación de 1.294 Km de carreteras; apoyamos a 23.213 pymes; financiamos infraestructuras energéticas que beneficiarán a más de 7 millones de personas, entre muchos otros proyectos.
Estas cifras evidencian el compromiso, el apetito y la necesidad de la región de impulsar procesos de desarrollo nacionales y regionales que refuercen la posición global de América Latina y que contribuyan a enfrentar los retos del desarrollo de las próximas décadas. En esta perspectiva, nuestro rol y utilidad como banco de desarrollo no solo se refleja en los aportes financieros, sino en el compromiso y la solidaridad. En la presente crisis generada por la covid-19, por ejemplo, habilitamos líneas de crédito de emergencia por más de 3.000 millones de dólares para atender las urgencias sanitarias y económicas de los países de la región.
Otro punto para destacar es nuestro compromiso institucional con el desarrollo sostenible y el respeto al medio ambiente. En 2019 neutralizamos el total de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que se estima hemos generado desde el inicio de nuestras operaciones.
Los retos de integración comercial, logística y financiera de América Latina son enormes, y de su resolución dependerá en buena medida el progreso de toda la región. Existen también grandes oportunidades que deberán concretarse en los próximos años. Por ejemplo, proyectos como el desarrollo de corredores de integración en la frontera sur de México que reducirá el contrabando, promoverá el turismo y la productividad local; la mejora de acceso de carga en la triple frontera que reducirá considerablemente el tiempo de tránsito de mercancías de Paraguay a Brasil, y la integración energética entre Panamá y Colombia que redundará en una mayor eficiencia y seguridad energética regional.
Sin perder nuestra identidad, nuestra apuesta para los próximos años se basa en fortalecer la capacidad financiera e institucional como la mejor forma para impulsar la economía regional. Para cumplir mejore este propósito promoveremos la incorporación de nuevos países extra regionales que, al igual que España y Portugal, comercian e invierten en América Latina. De esta manera, sumaremos nuevos aportes para lograr una mayor integración y un desarrollo sostenible que sitúe el bienestar de los latinoamericanos en el centro de nuestra acción.