Federico Vignati
Ejecutivo Principal de la Vicepresidencia del Sector Privado en CAF
Gracias a su abundante y diversa fauna marina, América Latina cuenta con una de las bases pesqueras más privilegiadas del mundo.
Hoy en día, dos países de la región (Perú y Chile) despuntan en los rankings globales de exportación pesquera, pero todavía queda mucho camino por recorrer para que obtengamos el máximo potencial de este recurso, en una actividad que, bien hecha, deberá contribuir a generar más empleos de calidad y a restaurar los ecosistemas que sustentan la biodiversidad biológica.
La importancia de las áreas marinas y costeras no solo recae en los beneficios económicos que la actividad pesquera pueda generar, sino que también implica la generación de oportunidades para la cohesión social, el esparcimiento y el sustento de comunidades que pueblan los más de 50 mil kilómetros de costas de la región. Adicionalmente, estos hábitats costeros y marinos brindan servicios ambientales que benefician a las economías locales y, en muchos países, representan un importante pilar de la economía.
Según el informe Beneficios de los océanos: Biocomercio azul y los servicios Ecosistémicos latinoamericanos, elaborado por CAF -Banco de Desarrollo de América Latina y presentado en una reciente publicación de la UNCTAD, la región tiene ante sí la posibilidad de diversificar e incrementar la actividad económica marino-costera , promoviendo la inversión en productos y servicios cuyos modelos de negocios contemplen la adición de valor y el uso ético y sostenible de este capital natural.
Es con esta perspectiva que desde 2016 desde CAF venimos trabajando, en colaboración con la UNCTAD y Programa MARES de Forest Trends, en la puesta en valor de los servicios ecosistémicos marino-costeros de nuestra región, a través de un enfoque de clústeres y de la promoción de los principios de biocomercio azul.
El trabajo realizado hasta el momento nos indica que existen oportunidades para la diversificación de la oferta actual, promoviendo la inversión en nuevas aplicaciones de los recursos marinos, sea para fines alimenticios de consumo humano directo o para insumos en las industrias farmacéutica y cosmética.
Este cambio de paradigma sobre los criterios del biocomercio podrá contribuir con un mayor valor agregado de la oferta regional, con el desarrollo de una nueva generación de empresas sostenibles, así como con la instalación de nuevas prácticas productivas que atiendan la demanda mundial por productos saludables y de procedencia ética.
También se verifica la importancia de dirigir esfuerzos a la creación de políticas que reconozcan y pongan en valor los servicios eco-sistémicos marinos y costeros, teniendo en cuenta tanto lo beneficios económicos directos como los servicios eco-sistémicos que contribuyen a la mitigación del cambio climático, la manutención de la biodiversidad y a los eventos climáticos extremos.
Para saber más sobre esta experiencia les recomiendo visitar la página de Biocomercio Andino.