Infraestructuras amigables con la biodiversidad
América Latina debe apostar a que las infraestructuras brinden oportunidades de desarrollo y conserven la biodiversidad de los ecosistemas.
Generalmente el desarrollo de infraestructura se encuentra asociado a dos conceptos, supuestamente antagónicos: desarrollo y conservación. Por un lado, la inversión en infraestructura se relaciona con el desarrollo y la prosperidad de los países. Por ello existe una importante inversión en carreteras que nos conectan y viabilizan el comercio; hidroeléctricas, que permiten llevar energía a los hogares y a las industrias; postas médicas, que llevan más y mejor salud a la población, entre otros.
Pero también se asocia a la perdida de la biodiversidad y al deterioro del ambiente, a la transformación de ecosistemas, hechos que están generando que nuestra vida en el planeta tierra, y la inversión que hacemos en ella para el desarrollo de infraestructura, sea más riesgosa.
Este contexto nos plantea el siguiente desafío, ¿es posible que las infraestructuras brinden oportunidades de desarrollo y conserven la biodiversidad del planeta?
Para comenzar, es importante que se reconozca el valor de la biodiversidad desde una perspectiva que va más allá de lo estético; la biodiversidad tiene un papel fundamental en el funcionamiento de los sectores productivos y de servicios, reduciendo, evitando y mitigando sus impactos negativos. Asimismo, gracias a los ecosistemas sanos, gozamos de servicios esenciales, y que desde una perspectiva política y económica, son fundamentales para la estabilidad social, la paz y la competitividad de los países.
Igual de importante es reconocer que las infraestructuras, resultado de la ingeniosidad del ser humano, tienen efectos significativos en el desarrollo de la economía y la calidad de vida. Sea para el abastecimiento y tratamiento del agua, saneamiento, transporte, comunicaciones y/o manejo de residuos, así como otras orientadas a demandas sociales de base, como la salud y educación, en todos los casos, las infraestructuras son ampliamente reconocidas por su importancia.
En este contexto, resulta importante integrar nuevas reflexiones que son resultado del reconocimiento de grandes problemáticas de nuestro tiempo y donde una mirada al pasado puede servir como referencia, pero no debería determinar las decisiones de nuestro futuro en un contexto crítico de calentamiento global y pérdida masiva de biodiversidad como el que vivimos hoy.
En un contexto donde el cambio climático global es un hecho aceptado por los círculos científicos más respetados del planeta, es importante hacerse distintas preguntas.
¿Cómo podemos conciliar el progreso y el avance de infraestructuras con la conservación y recuperación de servicios ambientales? ¿Tenemos la tecnología, la experiencia suficiente y la capacidad de conciliar el avance de las infraestructuras con la conservación y uso sostenible de la biodiversidad? ¿Nos falta tecnología o voluntad política? Las preguntas son muchas y las respuestas no son simples.
No importa si el punto de partida es económico o ecológico, tanto la inversión como la biodiversidad están en riesgo y ambas están íntimamente ligadas, lo importante es reflexionar y debatir sobre ello. Este debate, muy posiblemente, debería de sustentarse en por lo menos dos principios:
- La disposición de mantener el desarrollo y la prosperidad, buscando evitar un colapso en los sistemas ambientales actuales
- La necesidad de incorporar compromisos alcanzables de mitigación de impactos negativos en la biodiversidad y los servicios ambientales en obras de infraestructuras.
En cualquier caso, el desafío que debemos alcanzar es el de distanciar el crecimiento de infraestructuras con el de la pérdida de biodiversidad y degradación de los servicios ambientales. El desafío y la oportunidad que tenemos, es el de buscar formas viables y creativas, con la tecnología que ya existe y que es adecuada, para que las inversiones en infraestructuras puedan ser parte de una solución, en materia de conservación de biodiversidad, en vez de parte del problema.
La pregunta final es: ¿cómo podemos liderar este cambio cualitativo?