Hacia un sector agroalimentario más sostenible
Diversos estudios recomiendan no ampliar mucho más las tierras dedicadas a la agricultura –salvo aquellas ganadas a zonas eriazas–, y menos aún si se trata de procesos de deforestación
El reciente reporte del IPCC titulado “El Cambio Climático y la Tierra” destaca la necesidad de reforzar la sostenibilidad de los sistemas agroalimentarios para mitigar su impacto sobre el cambio climático.
Históricamente, las cadenas de valor en este sector han usado los factores tierra y agua para sostener cultivos y ganadería bajo una gran diversidad de sistemas de producción, desde cacao en agroforestería de comunidades amazónicas, hasta grandes extensiones de granos transgénicos para la exportación. Pero en los últimos años se ha producido una importante tecnificación de procesos, y algunos países han incorporado la robótica, apps y blockchain, entre otras tecnologías.
Esta tecnificación está llamada a responder al crecimiento previsto de la población hacia el 2050. Diversos estudios recomiendan no ampliar mucho más las tierras dedicadas a la agricultura –salvo aquellas ganadas a zonas eriazas–, y menos aún si se trata de procesos de deforestación. Esto significa que se deberá mejorar sustancialmente la productividad sin crecer en extensión ni en una dependencia de mayores volúmenes hídricos.
Las tecnologías aplicadas a la ganadería y agricultura tradicionales han llevado a que el uso de la tierra para estas actividades genere el 23% de las emisiones antrópicas de gases efecto invernadero (GEI). Si la demanda de los patrones de consumo se mantiene con una alta presión sobre la producción de carne u otros exigentes en agua y tierra, bajo métodos no sostenibles, las cadenas irán dejando un balance poco alentador en cuanto a emisiones de GEI, deforestación y desertificación. Y las regiones más perjudicadas serán África, Asia y América Latina y el Caribe.
Desde 1961 hemos duplicado nuestro consumo per cápita de aceites vegetales y carnes, y las calorías totales se han incrementado en aproximadamente dos tercios. Además, la pérdida de alimentos por ineficiencia en las cadenas de suministro hasta el consumidor, y lo que éste luego desecha por no aprovecharlo adecuadamente, bordea el 30% de todo lo producido . Todo esto sucede en un contexto global donde 2 mil millones de adultos sufren de sobrepeso u obesidad, y otros 821 millones siguen desnutridos. Si profundizamos estos patrones, en un escenario de cambio climático se espera una reducción de rendimientos —en particular en los trópicos—, aumentos de precios, pérdida de calidad de los nutrientes y mayores alteraciones en la cadena de suministro, que a su vez acentúan la inseguridad alimentaria global.
Ante todo esto, el potencial de expansión debe ir de la mano con una mejora en la eficiencia. La agricultura bajo riego es el mayor consumidor de agua en el mundo y en América Latina no es la excepción, ya que representa casi el 75 % del consumo total. A medida que el uso del agua aumenta y son evidentes los efectos del cambio climático, las zonas con escasez de agua se expanden. Los casos reportados de sobreexplotación de los acuíferos en diversos países de la región van en aumento y existe mayor competencia por el agua. Estas son razones de peso para apostar por la gobernanza público – privada del sector agroalimentario.
La innovación de marcos regulatorios, estándares sostenibles privados, incentivos para incorporar mejores prácticas, mecanismos de financiamiento verde así como para alentar innovación tecnológica que reduzca el impacto climático de la actividad, hacen parte de la agenda. Entre otros esfuerzos destacables, desde CAF estamos aportando al conocimiento en materia de agricultura en ambiente controlado, una forma de producción que no requiere de grandes ampliaciones de tierras, no utiliza agroquímicos, tiene mucho menores mermas y pérdidas al estar más cerca de los centros de distribución y consumo y ahorra grandes cantidades de agua.
A nivel de sector privado, estamos ayudando a fortalecer los gremios empresariales del sector en varios países, alentando la incorporación de conocimiento para hacer más eficientes y sostenibles las cadenas de producción y comercialización de alimentos.