¿Hecho en China o hecho para China?
Con las reformas económicas iniciadas a fines de la década de 1970 China pasó de ser una economía rural y agraria a una economía urbana centrada en la exportación de bienes industriales, lo que la llevó a ser conocida como la "fábrica del mundo". Las reformas ayudaron a promover una formidable transformación económica, que consistió en sacar a más de 800 millones de personas de la pobreza y la miseria en un período de tiempo relativamente corto.
Las reformas también han tenido enormes repercusiones en la economía mundial, especialmente en los flujos comerciales y los precios relativos. Pero ese modelo de desarrollo, que se basó en la acumulación de capital y mano de obra barata, ha llegado a su fin y el país ya ha entrado en una segunda ola de grandes transformaciones económicas.
Estas transformaciones tienen dos ejes. Por un lado, como resultado de la formación de una clase media cada vez más rica y exigente, que pronto se elevará a más de mil millones, el consumo interno está ganando importancia como una fuerza impulsora para el crecimiento económico. Por otro lado, el sector de servicios y el conocimiento están desempeñando un papel de liderazgo en la matriz de producción, que está cambiando la estructura económica. Estas transformaciones están cambiando profundamente el patrón de inserción de la economía china en la economía internacional. La OCDE publica bases de datos que proporcionan evidencia de tales cambios (Comercio de valor agregado, TiVA). La contribución de las exportaciones a la economía nacional, el mercado laboral y el crecimiento económico ha disminuido y es probable que continúe disminuyendo en los próximos años, mientras que la contribución del consumo interno ha aumentado.
Existe una tendencia a reducir la contribución de los insumos importados a la producción, que resulta, al menos en parte, del aumento de las capacidades nacionales, incluida la ciencia y la tecnología, y la actualización tecnológica. Los datos de TiVA también muestran que, si bien China confía y participa relativamente menos en las cadenas de valor mundiales, se está integrando cada vez más con las cadenas de valor regionales de Asia. Estas cadenas están ganando protagonismo en la producción y exportación de bienes a otras regiones y en el suministro al mercado de consumo chino. Además, los datos muestran que China se está convirtiendo en el eje económico de la región. El aumento significativo de las inversiones directas chinas, combinado con los proyectos de la Iniciativa Belt and Road, que tienen como objetivo proporcionar logística y conectividad a las cadenas de suministro y el movimiento de carga y personas en la región, son expresiones de este cambio.
A pesar de la tendencia a la baja de la participación comercial en el PIB chino, la combinación de un fuerte crecimiento económico con el tamaño del mercado interno asegura que China continuará aumentando su influencia en la economía global. Se estima que para 2019, el flujo comercial chino superará los USD 5,1 billones y el número de países con China como su principal o uno de sus principales destinos de exportación continuará creciendo.
La influencia de la economía china continuará aumentando a través del canal de inversión extranjera directa, tanto como fuente como destino. Para 2018, según Unctad, el stock de inversión extranjera directa en China ya era de USD 1.6 billones y la inversión china en el extranjero era de USD 2 billones. Estos números casi se duplican cuando se les agregan los datos de Hong Kong y Macao.
Pero en un futuro cercano, China experimentará una tercera ola formidable de cambios. Consolidar el consumo como la principal fuente de dinamismo y crecimiento convertirá aquel país en una gigantesca locomotora de demanda, pero a una escala mucho mayor que la observada en Estados Unidos en su momento equivalente de transformación. El espacio para el crecimiento del consumo es enorme, no solo porque aporta solo el 54% del producto, sino también por el tamaño de la clase media. Como consecuencia, analizaremos la conversión de "hecho en China" a "hecho para China", que tendrá implicaciones aún más profundas para la economía mundial que las transformaciones anteriores.
Dicha conversión requerirá enormes capacidades de suministro de bienes, servicios, productos básicos y recursos hídricos, lo que creará oportunidades comerciales y de inversión sin precedentes mucho más allá de Asia. También veremos cambios significativos en los mercados financieros y de capital, las monedas de cambio y los medios de pago, y las normas técnicas y regulatorias asociadas con ese comercio e inversión.
La América Latina podría beneficiarse enormemente de esta futura ola de cambio. Pero los beneficios serán mayores cuanto más se prepare la región para optimizar y aprovechar los impactos de esas oportunidades, incluidas las políticas que favorecen la industrialización de la ventaja comparativa y la diversificación productiva. Con este enfoque, el conocimiento, el financiamiento, el comercio, la inversión y la infraestructura, especialmente la integración regional y aquellos que promueven la competitividad y la productividad, deberían formar parte de la agenda de compromiso de la región con China.