¿Qué pasa si la recuperación no es en "V"?
A diferencia de la crisis financiera del 2008, esta vez experimentamos una crisis con un fuerte choque simultáneo de la oferta y la demanda a nivel mundial. Esta inusual combinación, sumada a los enormes recursos fiscales de emergencia, sugiere que la fase de recuperación de la economía es poco probable que sea en "V".
El formato de la recuperación dependerá de la extensión temporal de la parálisis económica, los impactos fiscales de la crisis, la capacidad financiera y las condiciones de gobiernos y bancos, los efectos de la crisis en sectores esenciales, el grado de sincronización del ritmo de salida de la pandemia y las condiciones de consumo, entre otros factores críticos.
De hecho, existen una serie de factores que conducen a una recuperación lenta y con la posibilidad de graves daños económicos y sociales. Entre estos factores están la interrupción de las actividades productivas, el impacto fiscal, el aumento en los costos de financiamiento de cuentas públicas, las dificultades de liquidez, la eficacia limitada de las políticas monetarias, las posibles disfunciones en las cadenas logísticas, el comercio exterior y los servicios públicos esenciales, el aumento del desempleo, la caída de los ingresos y la recesión en Estados Unidos y Europa.
En este contexto, La vuelta a la normalización de la actividad económica en China no podrá ayudar a acelerar significativamente la recuperación de la economía mundial ni a través del canal de comercio exterior ni del canal fiscal. Especialmente porque esta economía enfrenta debilidades internas que limitan su capacidad para grandes acciones fiscales.
¿Qué se podría hacer? Por mucho que sea necesario contener el "fuego" de este momento, también es importante tener en cuenta la necesidad de preservar los recursos y la capacidad de acción para las próximas etapas de esta crisis sanitaria, social y económica.
Por mucho que se reconozca que el momento es de profunda gravedad y emergencia, es necesario actuar con prudencia y planificar el uso de recursos escasos teniendo en cuenta la necesidad futura de recursos financieros y no financieros, fiscales y no fiscales. Tal planificación puede ser esencial para ayudar a acortar la fase de recuperación, hacerla menos dolorosa y poder actuar de manera más efectiva y ordenada. Por lo tanto, es necesario considerar una estrategia más amplia para secuenciar las intervenciones y la necesidad correspondiente de recursos e instrumentos adecuados para cada fase.
Lo más importante en la fase actual es apoyar las acciones públicas de emergencia en las áreas social y de salud, así como a las micro y pequeñas empresas, y proporcionar liquidez a los mercados financieros. Pero si el tiempo de inactividad económica persiste, es probable que, en una segunda fase, también se necesiten instrumentos y recursos para apoyar la continuidad de actividades y servicios esenciales, cadenas de suministro y logística, comercio exterior, incluidas las importaciones de insumos y otras necesidades. En la fase de recuperación se necesitarán instrumentos y recursos apropiados para reconstruir sectores económicos críticos, mercados y sistemas y, probablemente, más apoyo macroeconómico y social.
De esta manera, es necesario trabajar con un arsenal de instrumentos articulados a corto y mediano plazo. El uso de "agua" debe planificarse, ya que el “fuego” puede ser largo y tener diferentes manifestaciones. En cualquier caso, el uso de instrumentos menos convencionales también debe considerarse, si es necesario.
A pesar de las inmensas dificultades, la buena noticia es que, aunque se trabaja bajo una presión profunda e intensa, muchas autoridades son conscientes de esos desafíos. La otra buena noticia es que los sistemas financieros de muchos países son sólidos, en parte debido a las medidas macro prudenciales y regulatorias adoptadas en los últimos años. Preservar esta condición marcará la diferencia en la fase de recuperación.
En este punto, una cosa es segura: cuanto mayor sea la articulación, coordinación y planificación, mayor será la capacidad para optimizar el uso de recursos escasos y mejorar el impacto de las intervenciones públicas y privadas. Esto parece ser válido tanto a nivel interno de cada país como a nivel de cooperación y esfuerzos internacionales.