La importancia de los sistemas agroalimentarios para afrontar la pandemia
Prácticamente todos los países del planeta han destacado el rol de la seguridad alimentaria –disponibilidad, acceso, estabilidad e inocuidad de alimentos- para superar la pandemia del COVID-19. Con las restricciones de movilidad, los supermercados se llenan de personas en busca de alimentos e implementos de higiene.
Existe una correlación entre nutrición saludable y capacidad de respuesta inmune de nuestro organismo frente a cualquier enfermedad, lo cual es posible sólo accediendo a una oferta constante de la gama recomendada de alimentos. La demanda de cítricos como fuentes de vitamina C, por ejemplo, llegó hasta a quintuplicarse en algunos mercados.
Las circunstancias evidencian la importancia de la soberanía alimentaria de los países, lo que significa cubrir buena parte de estas necesidades básicas con la oferta nacional, a partir de una base productiva fortalecida y resiliente. Adicionalmente, considerando que el COVID y otras enfermedades a lo largo de la historia han tenido su origen en reino animal, la sanidad agropecuaria cobra aún más importancia de la que ya tenía.
La pandemia hace también más visibles las brechas económicas y sociales de nuestros países, la vulnerabilidad alimentaria de las familias pobres, y de aquellas que han empezado a quedar en el desempleo y la desocupación, está dada por su restricción financiera para acceder a estos nutrientes. La respuesta de los países para atenuar la emergencia social ha sido diversa (bonos, transferencias, entrega directa), ya que si a la situación actual se le agregara una crisis alimentaria, tendríamos una amenaza mucho más letal.
Aún así, a nivel de la producción primaria se han venido observando dificultades en muchos casos por la menor disponibilidad de transporte para canalizar la producción, pero también la provisión de insumos, equipos y la flexibilización de medidas para el tránsito de la mano de obra hacia el campo, que requieren un tratamiento urgente. Ecuador, por ejemplo, habilitó rápidamente cuatro corredores agrologísticos para asegurar estos flujos hacia las ciudades.
Los gobiernos trabajan en mecanismos para asegurar que la producción y comercialización de alimentos sigan operando, lo que incluye el comercio internacional de los mismos. Por ejemplo, China reabrió sus compras de granos y frutales, entre otros, reactivando los mercados de exportación de muchos de nuestros países, que sin esa demanda pueden verse seriamente restringidos. Recordemos que América Latina y el Caribe es responsable de aproximadamente el 25% de las exportaciones globales de alimentos.
Los responsables públicos de varios países han ido difundiendo también guías y buenas prácticas para los actores a lo largo de toda la cadena agroalimentaria. A la preocupación sobre la inocuidad y trazabilidad se agregan ahora las alarmas sobre la salud de sus operarios y cualquier posible contagio hacia los consumidores. Es probable que en el futuro cercano deban habilitarse sellos que aseguren vía trazabilidad que el recorrido de todo lo que compramos y los puntos de venta están “libres de COVID”.
Una dimensión crítica de estos sistemas son justamente los hábitos de compra y consumo. Por ejemplo, en Perú, el censo aplicado a los mercados urbanos (2016) destacaba ya que en Lima un 75% de personas compran sus alimentos principalmente en estos mercados, y en provincias se escala a cerca del 90%. Esto hacía previsible que estos serían focos de grandes concentraciones de personas, contraviniendo las recomendaciones para evitar mayores contagios. Por lo tanto, la organización de estos canales y las buenas prácticas de distanciamiento y gestión sanitaria serán claves para la contención del virus –y de otras futuras situaciones de crisis.
Por su parte, los restaurantes y diferentes modalidades de venta de alimentos preparados han tenido una parada drástica, que en algunos países tiene el alivio de los aplicativos de delivery aún operando, pero en general este es uno de los sectores más afectados y deberá acelerar su adaptación a nuevos modelos de negocios para subsistir. Además de diversas innovaciones, la reapertura de locales físicos tendrá que acatar las normas de distanciamiento, protección y trazabilidad que ya se ven en China y otros países que transitan ese proceso, aunque con mayores ventajas en comparación con Latinoamérica, gracias a su nivel de digitalización.
Con todo esto, no podemos predecir cómo será el panorama global en pocos meses, pero es indudable que los sistemas agroalimentarios que hacen posible nuestro sustento diario tienen “sobre la mesa” una serie de retos que van requerir grandes esfuerzos.