¿Quién tiene computadora e internet en casa para seguir aprendiendo?
El cierre de escuelas es un componente clave de la estrategia de respuesta ante la pandemia COVID-19, ya que pueden disminuir la transmisión viral, sobre todo cuando se complementan con otras medidas de distanciamiento social. Sin embargo, esta medida puede tener un alto costo social, incluyendo una caída en los aprendizajes de los estudiantes.
La evidencia empírica muestra que la pérdida de clases tiene un efecto negativo sobre los aprendizajes, particularmente en poblaciones marginadas, y deja secuelas de largo plazo en el mercado de trabajo. Para evitar este efecto negativo, los sistemas educativos de la región han puesto en marcha diversas estrategias para dar continuidad al proceso de enseñanza-aprendizaje. En estos esfuerzos, la educación en línea tiene un rol preponderante.
No hay duda acerca del enorme potencial de la educación en línea para el desarrollo de actividades de enseñanza-aprendizaje. No obstante, para que esta funcione se requiere que haya varias cosas en su sitio. Como mínimo, en un contexto de confinamiento en casa, el aprendizaje en línea requiere de la disponibilidad en los hogares de una conexión de internet y de dispositivos adecuados para el uso de los materiales educativos y de las plataformas de comunicación en línea. Desafortunadamente, este no es el caso en muchos de los hogares latinoamericanos.
La Gráfica 1 muestra la disponibilidad de computadoras en hogares para varios países de América Latina, según su nivel de ingreso y ubicación en zonas urbanas o rurales. Como salta a la vista, en muchos hogares de la región no hay una computadora. El acceso varía entre países, pero dos patrones comunes emergen: la probabilidad de que haya una computadora en el hogar aumenta con el ingreso familiar y es más alta en los hogares urbanos que en los rurales. Es decir, hay una clara brecha por ingreso y urbano/rural en la disponibilidad de computadoras en el hogar -si bien la magnitud de estas brechas también difiere por país.
No hay datos comparables actualizados, representativos a nivel nacional y por nivel de ingreso, sobre la disponibilidad en los hogares de una conexión de banda ancha a internet. La Encuesta CAF 2019 aporta información al respecto para 11 ciudades de la región (ver Gráfico 2). El patrón se repite: no todos los hogares cuentan con conexión de banda ancha a internet y este acceso aumenta con el ingreso familiar. De manera preocupante, es de esperar que los niveles de cobertura aquí reportados sean menores en las localidades no cubiertas por la Encuesta CAF en estos países.
La desigualdad en el acceso a computadoras e internet va a la mano con la desigualdad en el acceso a otros insumos para el aprendizaje en casa, como contar con libros y un lugar para estudiar; y, aún más importante, con la desigualdad en la educación y el empleo de los padres, que ante eventos adversos son aún más determinantes para los aprendizajes. A esto se suma que la emergencia actual está afectando con mayor fuerza a los hogares más pobres (con mayor empleo informal y precario), ampliando las brechas socio-económicas pre-existentes.
En resumen, debido a la desigualdad en las condiciones de vida en los hogares, la pandemia del COVID-19 puede aumentar la desigualdad en los aprendizajes y, por lo tanto, la movilidad social y el crecimiento económico a futuro. Esto en una región, como la nuestra, que ya se caracteriza por una alta desigualdad en los aprendizajes.
Un reto central para las políticas educativas en la emergencia actual es, entonces, evitar que se profundice la desigualdad en los aprendizajes, poniendo el foco en las niñas y niños más vulnerables. Fortalecer el uso educativo de la televisión, un medio con mayor disponibilidad en los hogares más pobres, y la distribución de materiales impresos puede ser una opción prioritaria en varios contextos. Así como recurrir a los teléfonos celulares, siguiendo protocolos adecuados, para mantener contacto con los estudiantes. Es indispensable también el diseño de estrategias para cuando termine el cierre actual, que permitan que las puertas de las escuelas y los aprendizajes se abran también para quienes más lo necesitan.