¿Hay espacio para medidas de política monetaria no convencionales en América Latina?
El combate a la pandemia de coronavirus ha sometido a la economia global a un choque excepcionalmente desfavorable. Las medidas de confinamiento, necesarias para controlar la propagación del COVID-19, han trastocado las rutinas de producción, distribución y consumo de bienes y servicios, levantando serias amenazas sobre el funcionamiento de las empresas y la estabilidad de los empleos.
En correspondencia con esta grave coyuntura, las respuestas de política económica han sido excepcionales. Si bien en materia fiscal han sido anunciados diversos programas anticíclicos para atajar los estragos de la crisis, los paquetes de estímulos monetarios se han destacado, tanto por su oportunidad como por la magnitud de los valores envueltos. Y es que en circunstancia como las actuales, los bancos centrales juegan un papel preponderante, llamados a preservar las condiciones de liquidez de un intranquilo mercado financiero y a estimular el crédito a empresas y familias, como mecanismo compensatorio a los choques económicos del coronavirus.
En 2007-08, durante la crisis financiera global, los bancos centrales se enfrentaron a retos similares a los planteados hoy. El nerviosismo imperante en los mercados financieros, con violentos movimientos de capitales en búsqueda de instrumentos seguros, generó varios conatos de iliquidez que debieron ser atendidos por las autoridades. Posteriormente, con estos problemas solventados, la preocupación de los banqueros centrales se enfocó en destrabar la oferta del mercado de crédito, atascada por las dificultades que atravesaban las entidades bancarias y las propias consecuencias del deterioro económico. En este contexto, surgieron los llamados instrumentos “no convencionales” de política monetaria como alternativa para estimular el crédito y, en definitiva, la economía.
Cuando se habla de instrumentos no convencionales se hace referencia a:
- La estrategia de colocar los tipos de interes de referencia en niveles extremadamente bajos, o incluso negativos, que permitió quebrar las expectativas deflacionarias de medio plazo y recuperar la pendiente ascendente de la estructura de tasas de interés.
- El redimensionamiento de las operaciones de préstamos a la banca para brindar un mayor soporte a la oferta de crédito al sector real, con la ampliación de los vencimientos de los instrumentos existentes, la aceptación de una mayor gama de garantías elegibles y el establecimiento de condiciones especiales para que estos créditos fuesen redireccionados a empresas privadas no financieras.
- Los preanuncios monetarios o forward guidance que sirvieron para clarificar los objetivos de las autoridades, práctica especialmente importante en una época donde reinaba la incertidumbre sobre las perspectivas económica.
- Los programas de compra de activos financieros que dieron espacio a la aparición de los famosos programas de Expansión Cuantitativa (Quantitative Easing). Bajo esta modalidad los bancos centrales intentaron activar canales distintos al crediticio, como la señalización o el rebalanceo de portafolio, para estimular la economía.
En esta coyuntura del COVID-19, con desafíos similares a los encontrados en 2007-08, los principales bancos centrales del mundo han reforzado el uso de los instrumentos no convencionales de política monetaria como parte de su estrategia contracíclica. Sin embargo, al considerar que los lockdowns y las medidas de confinamientos generan un mayor impacto sobre las empresas medianas y pequeñas, la estrategia se ha realizado con algunas innovaciones, dando paso a lo que pudiera catalogarse como una “nueva generación” de medidas no convencionales, específicamente diseñadas para desbloquear el circuito de préstamos a este segmento del sector privado.
Así, la Reserva Federal lanzó el programa Main Street Business Lending, enfocado en facilitar préstamos a pequeñas y medianas empresas que se encuentren con problemas de liquidez por el Coronavirus. El Banco de Inglaterra experimenta con el Term Funding scheme with additional incentives for Small and Medium-sized Enterprises, que prevé liberar recursos hasta 9% del PIB a empresas, mientras que el Banco Central Europeo mejoró las condiciones de acceso a los TLTRO-III (Targeted Longer Term Refinancing Operations), para que las entidades bancarias puedan redirigirlos a empresas y hogares.
Hasta hace poco, pensar en la aplicación de alguna de estas medidas en América Latina hubiese sido impensable, sin embargo, gracias el desarrollo institucional y, claro, la magnitud de la actual crisis varios bancos centrales de la región se han alentado a incorporar alguno de estos instrumentos en su kit de herramientas monetarias. Así, el Banco de la República y el Banco de Central de Chile están llevando compras de activos financieros, mientras que en Brasil el Congreso aprobó una enmienda constitucional para dar al banco central más libertad para comprar bonos del gobierno y otros activos durante esta crisis. Incluso, podría mencionarse el programa de compras de cartera de préstamos para pequeñas y medianas empresas con garantías adelantado por el Banco Central de Reserva del Perú, que si bien no entraría en las definiciones de instrumentos convencionales, destaca por la magnitud de las inyecciones de crédito suministradas (4% del PIB).
En América Latina, la aplicación de los instrumentos monetarios no convencionales, y de las novedosas herramientas lanzadas por los principales bancos centrales en esta coyuntura del COVID-19, pudiera ser una efectiva alternativa para destrabar la trasmisión de la política monetaria al mercado de crédito. Mas aún, considerado que en varios países los tipos de interés se encuentran en niveles excepcionalmente bajos, quedando poco espacio para estimular la economía vía cortes adicionales de tasas.
No obstante, la experiencia aprendida de los países avanzados indica que la aplicación de estos instrumentos monetarios no convencionales exige ciertas condiciones de base que no necesariamente aplican a todas las economías de la región, como un contexto de muy bajas tasas de interés, expectativas de inflación ancladas o mercados de renta fija profundos. Además, es importante que estas acciones del banco central sean desarrolladas bajo un sólido marco institucional, donde exista un amplio convencimiento que, por ejemplo, una compra masiva de bonos gubernamentales (o corporativos) no responda a presiones políticas para financiar el déficit público (o de sectores económicos específicos).
Con todo, la excepcional coyuntura que trajo la crisis del coronavirus exige de los bancos centrales tomar respuestas oportunas, eficaces y responsables, adaptadas a esta nueva normalidad, tal como sugiere la frase del Premio Nobel de la paz, Muhammad Yunus: “De las grandes crisis surgen las grandes decisiones”.