La importancia de la productividad en tiempos de crisis
Las medidas de distanciamiento social y confinamiento para frenar al COVID-19 han paralizado la actividad económica. La pregunta ya no es si habrá una recesión sino si recuperaremos la senda previa del producto y a qué velocidad. Sin duda, un deterioro prolongado de la productividad en nuestras economías retardaría la recuperación.
¿Por qué cae la productividad en estos episodios de crisis? ¿Por qué cuesta restablecerla? La respuesta, al menos en parte, tiene que ver con la destrucción de relaciones de producción que son difíciles de reconstruir. Ejemplo de esto son el cierre de empresas productivas que no resisten la fase aguda de la crisis, o la destrucción de empleo en empresas sobrevivientes y su consecuente pérdida capital humano. Otro, la destrucción de las relaciones entre empresas dentro de la cadena de suministro de insumos.
Las relaciones de insumo-producto son intensas y operan como mecanismo de propagación y amplificación de choques, tanto domésticos como externos. Lo que pasa en una empresa particular, afecta también a sus empresas clientes y proveedoras. Así pues, cuellos de botellas en ciertos servicios o productos, magnifican el impacto de choques, tal y como ocurre en el mercado petrolero por la congestión de los servicios de almacenamiento. Durante grandes crisis, estos cuellos de botella pueden generalizarse y comprometer la suficiencia de la producción de bienes y servicios esenciales. Además de operar como mecanismo de propagación, estas relaciones son importantes para la productividad al favorecer la división del trabajo; el acceso a insumos en la cantidad, calidad y variedad necesaria; el acceso a financiamiento; la difusión de conocimiento y la cooperación (CAF, 2018).
Estas relaciones no son invariantes; al contrario, pueden debilitarse durante recesiones. Por ejemplo, un trabajo reciente estudia cómo cambia número de vínculos de insumo-producto de empresas chilenas cuando estas recibe choques vinculados al comercio internacional. La respuesta es gradual, con la elasticidad a los tres años duplicando la del primer año, y no linealidad, con el número de vínculos respondiendo muy poco a choques pequeños, pero fuertemente a choques grandes (Huneeus, 2018). Estos hechos apuntan a que, en el contexto de una Pandemia, existen riesgos de rompimiento persistentes en estas relaciones, lo que puede ralentizar la recuperación.
La perspectiva de relaciones insumo-producto puede ayudar al Estado a diseñar medidas de mayor impacto para suavizar la caída y acelerar la recuperación. En primera instancia, sirve como criterio de focalización. Algunos sectores son más vulnerables en virtud de su dependencia de insumos muy congestionables o altamente especializados, para los cuales el proveedor no es fácilmente sustituible, como, por ejemplo, las industrias vinculadas a la elaboración de equipos y componentes electrónicos y mecánicos, incluyendo la elaboración de equipos médicos. Otros, son más importante como demandantes de insumos, lo que le confiere capacidad de arrastrar la demanda. Finalmente, algunos sectores tienen un rol más protagónico como proveedor de insumos; tal es el caso de servicios logísticos, de transporte, la energía, y el comercio, así como la producción de productos químicos y el petróleo (CAF, 2018).
Muchas intervenciones durante la crisis del COVID-19 han tenido un sesgo, por buenas razones, hacia las PYMEs. La consideración de relaciones de insumo-producto abre el espectro. Muchas empresas de mayor tamaño puede ser demandantes de insumos de empresas más pequeñas y a la vez, oferentes clave de insumos. Intervenciones en empresas grandes, se propagarán por las relaciones de insumo-producto hacia sus proveedores y clientes.
Mas allá de la focalización, es importante tomar acciones para promover el buen funcionamiento de las relaciones de insumo-producto, tanto durante la fase aguda de la crisis, como en la fase de recuperación. Al respecto, un área de trabajo es el comercio internacional; la otra, intervenciones dirigidas a promover la eficiencia y la capacidad de respuesta de servicios clave en función de su grado de influencia como proveedor de insumos. Estas dimensiones, aunque de naturaleza estructural, también tienen aplicabilidad en el contexto de crisis.
Algunas acciones que pueden tener resultados en el corto y mediano plazo son reducciones, al menos transitorias, de barreras al comercio para insumos esenciales y la incorporación de TICs en servicios aduaneros. Para favorecer una respuesta de las actividades claves en la fase de recuperación, y evitar cuellos de botella, conviene flexibilizar la contratación de trabajadores, una dimensión donde la región está rezagada respecto a países de la OCDE, así como remover otras limitaciones operativas al crecimiento de las empresas.
Intervenciones en al área financiera también puede ser útiles. Ciertos instrumentos de apoyo financiero pueden servir para defender y fomentar relaciones cliente-proveedor. Por ejemplo, fondos dirigidos explícitamente al apoyo de proveedores de empresas líderes y/o el uso de las relaciones de insumo-producto (y deudas al interior de estas) como garantía, puede ser eficaces a estos fines. Finamente, el sector público puede jugar un rol promoviendo la coordinando y facilitando el acceso a información relevante.
Las políticas públicas influirán en la respuesta de las economías de la región al choque del COVID-19. Una perspectiva que tome en cuenta, proteja, y promueva, las relaciones de insumo producto, puede suavizar la caída y favorecer una recuperación más vigorosa.