Las microfinanzas en tiempos de COVID-19
Las opiniones de los autores del blog Visiones, no necesariamente representan la postura oficial de CAF.
Es conocido el efecto que está teniendo la pandemia a nivel sanitario, económico y social, pero desconocemos el alcance real de las repercusiones finales que se tendrán en estas tres áreas.
Todos los sectores están tomando las previsiones del caso, con mayor o menor atino, y los sistemas financieros van adecuando sus protocolos y carteras de crédito a las circunstancias. No hay que descartar que el impacto económico de esta pandemia puede ser de dimensiones no vistas. Dentro de estos sistemas financieros se encuentran las instituciones de microfinanzas, o microfinancieras, que atienden al nicho productivo más bajo de la economía como es la micro y pequeña empresa, principales generadoras de fuentes de empleo en América Latina y el Caribe.
Sin embargo, una porción relevante de la cartera de las microfinancieras está dirigida al sector informal, el mismo que no goza de los diversos apoyos gubernamentales que benefician a las empresas a través de las instituciones financieras. Las micro y pequeñas empresas (mype) se encuentran en una zona gris entre la formalidad y la informalidad, lo que ocasiona un potencial riesgo para el sector, porque muchos préstamos corren con la alta probabilidad de convertirse en activos improductivos por lo que tendrían que ser provisionados.
Los problemas que tiene el sector de las microfinanzas son diversos. Entre los más significativos están la baja colocación de créditos post COVID-19 por un sector productivo parado; un flujo de liquidez en caída por las reprogramaciones de sus créditos, que les permita cumplir con sus pasivos internos y externos; el potencial deterioro de su cartera que implique un aumento de las provisiones y, por lo tanto, un mayor consumo de capital y, finalmente, alto nivel de iliquidez por retiro de depósitos o restricción de fuentes de financiamiento.
Por otra parte, esta crisis también generará un mayor sector informal, producto del desempleo y de la falta de condiciones para formalizarse, lo que motivará a las instituciones microfinancieras a elevar el monto promedio de sus créditos, hundiendo aún más a las microempresas. Esto puede desencadenar en una espiral fatal considerando, además, que la microempresa se ha venido descapitalizando en este periodo de crisis.
Finalmente, debemos cruzar los dedos que esta situación no genere movilizaciones como las provocadas después de la crisis de 2008-2009, como fue la creación de deudores morosos que exigían la condonación de deuda. Afortunadamente, Basilea ha ido protegiendo en algo más a los sistemas financieros y a sus depositantes, pero no deja de ser un riesgo latente.
Las soluciones posibles son diversas y van desde lo estructural a lo productivo. En este sentido, habrá que definir la capacidad de los diferentes países para inyectar recursos financieros para apoyar a la mype, a través de fondos de financiamiento dirigidos en condiciones razonables de plazo y tasas, así como la promoción o fortalecimiento de fondos de garantía que incentiven esa ayuda. Estos fondos de garantía de crédito permitirán a las instituciones microfinancieras poder cumplir con sus reprogramaciones de crédito, generar menos provisiones, o al menos diferir su pago, y tener la capacidad y voluntad de seguir prestando a las mypes. Del mismo modo, será importante que se fortalezcan los fondos de garantía de depósito para dar confianza a los depositantes, para que no retiren sus ahorros que provoque un problema de iliquidez sistémico.
Por otra parte, la reapertura de los mercados será la que active la actividad productiva, donde las grandes empresas jalen a las microempresas con las que trabajan y no se corten las cadenas de valor ni tampoco las cadenas de pago. Asimismo, es importante que se generen oportunidades y condiciones para que la gente tenga capacidad de consumo, puesto que no sirve de mucho otorgar créditos a las empresas si la población no tiene la capacidad de consumir sus productos y servicios.
Por el lado de la cooperación internacional, las multilaterales deberán jugar un rol preponderante en el apoyo al sector, no sólo por un tema económico, pero fundamentalmente por el impacto social que esto representa. Ese apoyo se debe ver traducido en diversos mecanismos de financiamiento a las microfinancieras, con líneas de crédito nuevas, reestructuradas y/o reprogramadas, que se adecúen en términos de plazo; apoyo al fortalecimiento patrimonial, ya sea con mecanismos de inversión o deuda subordinada que mejore la solvencia financiera de las entidades, que está afectada por la crisis y, finalmente, cooperación técnica para mejorar sus capacidades de gestionar la crisis de manera eficiente, mejorar sus procesos de transformación, digitalización y modernización, que genere mayor eficiencia y eficacia en sus operaciones. Todo esto no será tarea sencilla. Asimismo, las agencias de cooperación de los países desarrollados que cuentan con programas de ayuda a las microempresas y al sector rural deberán tener un rol protagónico en el apoyo a este sector.
Finalmente, es innegable que las mismas instituciones microfinancieras precisarán de una nueva estrategia para seguir siendo jugadores importantes en un nuevo mundo, donde las condiciones, paradigmas y costumbres habrán cambiado.