Lo que las aplicaciones de seguimiento de contactos no pueden hacer por los gobiernos
Con más de 4 millones de casos diagnosticados en todo el mundo (y contando), los gobiernos están compitiendo contra reloj para frenar la creciente expansión del virus SARS-Cov-2. Al mismo tiempo, deben comenzar a prepararse para la reanudación de la vida y la economía, de lo contrario empeorará el ya alarmante pronóstico social en los tiempos post Covid 19. Tan cierto como la profundidad de la crisis que enfrentamos es el hecho de que la tecnología es un aliado importante en el diseño de respuestas para encontrar una salida a la escalada de la contaminación y una transición a la normalidad de la manera menos perturbadora posible.
Uno de los elementos importantes de la cadena de respuesta del gobierno son las aplicaciones dirigidas a los ciudadanos para difundir información, recopilar datos sobre posibles personas infectadas, monitorear casos confirmados e incluso rastrear la ubicación de las personas en tiempo real. En América Latina, casi todos los países (y varios gobiernos subnacionales) ya han invertido en el desarrollo público o privado de algún tipo de solución a este respecto.
Estas aplicaciones tienen diferentes combinaciones de funcionalidad, según las necesidades y capacidades de los países, pero se pueden clasificar en términos generales en tres tipos: comunicación con el ciudadano, asistencia remota y rastreo de contactos. Los dos primeros tienen la función principal de enviar datos, comunicaciones oficiales y recibir información sobre los ciudadanos, y complementan otras estrategias de comunicación como plataformas digitales y centros de llamadas. Las aplicaciones de Argentina, Brasil y México, además de las funciones oficiales de comunicación de datos, permiten a los ciudadanos informar síntomas y ser remitidos a centros de salud si es necesario. Permiten, por parte del gobierno, una estimación del número de posibles infectados y su ubicación.
En Uruguay, las aplicaciones también permiten la interacción directa entre ciudadanos y gobiernos a través de chats y teléfonos. En Panamá, las aplicaciones ROSA (Respuesta Operativa de Salud Automática) y NICO (Notificación Individual de Caso Negativo Obtenido) permiten, respectivamente, que las personas con COVID-19 sean atendidas virtualmente y que los ciudadanos testeados y no infectados reciban resultados y recomendaciones sobre cómo mantener la distancia social. Todas estas iniciativas han tenido éxito en apoyar la detección de pacientes y evitar que se exceda la capacidad de atención de hospitales y centros de salud.
Las aplicaciones de seguimiento de usuarios aún tienen una penetración incipiente en Occidente. En América Latina, solo Colombia y Perú tienen aplicaciones de esta naturaleza. Sin embargo, son el gran objeto de deseo y discusión de los gobiernos de hoy, y están avanzando rápidamente en Europa, Estados Unidos y Oceanía. Permiten el monitoreo de la ubicación de los ciudadanos, la emisión de alertas en caso de contacto con personas y la comunicación con aquellos que no cumplan con las medidas de aislamiento o que salgan de un radio predeterminado. Desde un punto de vista técnico, son más complejas que las aplicaciones de comunicación y asistencia remota y plantean una serie de problemas relacionados con la gestión de datos y la privacidad de los usuarios. Sin embargo, generan información valiosa, especialmente para las fases de reanudación de la vida social en los países, como mapas de calor de los infectados, seguimiento de contactos e información a los usuarios sobre estar dentro de una zona de riesgo.
Con la disponibilidad del código fuente de tecnología TraceTogether de Singapur y la entrada de Apple y Google en el desarrollo de soluciones comunes para el seguimiento de contactos, la llegada de estas tecnologías a la región será cuestión de tiempo. Al mismo tiempo, las soluciones relacionadas con los aspectos de privacidad de estas herramientas han evolucionado rápidamente, mediante técnicas innovadoras de encriptación y rastreo (o seguimiento) de contactos que no requieren activar la ubicación de los teléfonos.
¿Por qué ninguna de las aplicaciones salva vidas por sí sola?
Con la excepción de las tecnologías de rastreo que utilizan antenas de teléfonos celulares, que no requieren aplicaciones para monitorear, las que sí realizan el rastreo de Bluetooth o GPS, sí requieren que la aplicación esté instalada. Por lo tanto, requieren la adhesión masiva de los usuarios para generar datos e información fiables para la toma de decisiones. En Corea del Sur, la adhesión a la aplicación es obligatoria para ciudadanos y residentes, bajo pena de multa y / o prisión. En Singapur, donde la descarga de la aplicación es opcional, la tasa de adhesión a principios de abril era solo del 12%. En ninguno de los casos la penetración de la aplicación sería suficiente para garantizar un seguimiento de contactos efectivo por sí solo.
En América Latina, donde el 45% de la población aún no tiene acceso a servicios derivados de la conectividad digital, se supone que la efectividad del seguimiento por este medio es aún menor. Sin embargo, algunas iniciativas para incentivar el uso de aplicaciones pueden ser útiles para ampliar la adhesión. En Colombia, por ejemplo, un acuerdo entre el gobierno y los operadores telefónicos ofrecerá un gigabyte de internet a quienes descarguen y registren la aplicación CoronApp.
Es razonable suponer que los éxitos de los países asiáticos tienen más que ver, por un lado, con el uso de tecnologías complementarias (seguimiento por cámaras y transacciones con tarjetas de crédito como en Corea del Sur, por ejemplo) y, por otro, con el uso de procesos asociados a la tecnología. En Singapur, el proceso de seguimiento de contactos se realiza mediante una combinación de herramientas analógicas y digitales e implica el mapeo de las actividades del individuo infectado, las herramientas de análisis de datos, el análisis de imágenes captadas por cámaras, las entrevistas puerta a puerta y la aplicación TraceTogether.
El análisis de estos ejemplos muestra que los gobiernos necesitan más que aplicaciones. También carecen de infraestructura de datos y protocolos que estén alineados con la escala y la velocidad del desafío de la pandemia y las prerrogativas de privacidad de su población. Los países como Uruguay, que tienen procesos y archivos de salud digitalizados, generalmente están en una mejor posición para manejar la tensión entre tecnología y procesos, y también la mencionada entre privacidad y el imperativo de la capacidad de respuesta. Esta es una lección particularmente importante para América Latina y sus sistemas de gestión de crisis. La tecnología tiene un valor importante en la lucha contra la pandemia en la región, y debe entenderse como parte de la cadena de respuesta. Es tan esencial como el esfuerzo de coordinación analógica para aprovechar mejor lo que el mundo digital puede ofrecer.
Ha llegado el momento de la resiliencia digital para los gobiernos. La creación de la Dirección de Innovación Digital del Estado de CAF, desde donde promovemos gobiernos más ágiles, abiertos e innovadores a través de nuevas tecnologías e inteligencia de datos, refleja nuestro compromiso de apoyar esta agenda de transformación para los gobiernos de la región.