Seguridad alimentaria nutricional ante el COVID-19
Este artículo está escrito por Miguel Guzmán y Dilberth Cordero
América Latina y el Caribe venía experimentando una desaceleración del crecimiento económico, tanto por factores globales como por situaciones particulares de cada país y la correspondiente repercusión en los grupos vulnerables, cuyas brechas de pobreza, malnutrición, educación, acceso al agua segura y otros servicios esenciales se mantenían o presentaban una escasa mejora, comprometiendo el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
A finales de diciembre surge una preocupación sanitaria en China fruto de casos de neumonía atípica en la ciudad de Wuhan, posteriormente identificada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como el nuevo virus SARS CoV-2 responsable del COVID-19, que en marzo sería declarada como pandemia.
Las respuestas de los países (implementadas en momentos diferentes) han sido diversas, aunque con un denominador común: restricción del contacto interpersonal directo. Sin duda, estas medidas han demostrado – en el pasado y actualmente – su efecto en la reducción del contagio de las enfermedades transmitidas de persona a persona. Para finales de marzo, 1.000 millones de personas en el mundo estaban en cuarentena, con severas limitaciones en su movilidad y trabajo.
En este contexto, los Estados hacen sendos esfuerzos para mantener las cadenas de valor de productos alimentarios y sus servicios relacionados en operación; sin embargo, disponibilidad, acceso y utilización biológica de los alimentos (componentes de la seguridad alimentaria) se ven severamente afectados y, por tanto, asegurar el abastecimiento permanente para las familias se convierte en un verdadero desafío. Esta situación es más evidente en las ciudades capitales, cuyas elevada densidad poblacional e importantes desigualdades, las colocan en una situación particularmente vulnerable
En ese sentido, la inseguridad alimentaria y su impacto sobre el estado nutricional (desnutrición, sobrepeso/obesidad) se cierne sobre los países y sus grupos más sensibles, entre ellos niños y mujeres. Varios elementos protectores, que podrían mitigar la situación, están ausentes o no pueden desarrollarse al menos aceptablemente; por ejemplo: desplazamientos en la cadena de suministro o, acceso físico y económico seguros a centros de expendio de alimentos frescos (algunos productos básicos han incrementado su precio por limitaciones logísticas o por especulación).
CEPAL proyecta una caída promedio de 5,3% en el PIB de ALC para 2020, en un escenario de también contracción global promedio de 3% según el FMI (el peor desde la Gran Depresión) y con un volumen de comercio mundial que podría caer entre 13% y 32%, estimado por OMC. Asimismo, 113 millones de personas ya enfrentaban una grave inseguridad alimentaria (insuficiente aporte calórico para cumplir con actividades habituales) antes del COVID-19 (según FAO), y es justo este segmento el que afrontará una mayor debilidad y por tanto, el deterioro de su dieta básica y sus condiciones de vida en general.
Bajo estas consideraciones, la seguridad alimentaria nutricional es seguramente uno de los retos más relevantes – una tarea prioritaria para hoy y para el día después. Las medidas de salvaguarda sanitaria han generado una disrupción en las formas en que los individuos han encarado la cobertura de sus necesidades básicas, entre ellas salud, alimentación y nutrición.
Así, el COVID-19 ha modificado los patrones de vida y de consumo, afectando las operaciones del mercado, generando cambios en los modelos de producción y todos sus servicios relacionados (p.ej. logísticos y financieros), revelando un conjunto de discusiones relacionadas con sus efectos actuales y, sus impactos en el corto y mediano plazo. Algunos a considerar son:
- Establecer regulaciones sanitarias, de inocuidad y bioseguridad para la habilitación gradual de las operaciones en la cadena de suministro (personal y procesos).
- Fortalecer los sistemas de monitoreo de los mercados de alimentos y otros productos básicos, en la intención de evitar malas prácticas comerciales como el acaparamiento de stocks y la especulación.
- Fortalecer los mecanismos y programas de protección social que garanticen el acceso a alimentos nutritivos, basados en recomendaciones nutricionales de cada país y partiendo del derecho a alimentación adecuada.
- Definir políticas y medidas de soporte al sector agroalimentario previendo la disponibilidad de materia prima, insumos y recursos financieros seguros y suficientes para encarar las campañas agrícolas, ciclos pecuarios y procesos industriales necesarios para asegurar el abastecimiento interno y las exportaciones durante la emergencia y luego de la misma.
- Promover la modernización de los modelos de producción y comercialización mediante la incorporación de mejores prácticas y de tecnologías digitales que permitan escalar la productividad, facilitar las operaciones en la cadena de suministro y simplificar las transacciones en la cadena de pagos.
- Fortalecer los sistemas alimentarios locales, particularmente en las ciudades, vinculándolos con las principales cadenas de suministro de alimentos y otros productos básicos.
- Promover entre la población recomendaciones nutricionales clave, con enfoque de curso de vida y de los 1.000 primeros días de vida, como medio para mejorar la dieta, en especial en los segmentos más vulnerables y con un notable énfasis en la lactancia materna.
- Fortalecer los sistemas de información relacionados con prácticas nutricionales y estado nutricional, particularmente de niños y mujeres embarazadas
- Incorporar y/o actualizar políticas sobre medidas de bioseguridad para todos los actores que participan en la cadena alimentaria (productores, transportistas, distribuidores, comercializadores, clientes, etc.)
- Promover la internacionalización de mipymes a fin de incrementar los ingresos externos para el país y dinamizar la actividad económica.
- Promover la inclusión financiera mediante la bancarización de la población y la formalización de las empresas como mecanismo para poder participar activamente de los mecanismos de apoyo al sector productivo y a la población.
Es recomendable que los países y los organismos interesados, enfrenten el desafío de la seguridad alimentaria nutricional de manera prioritaria, como una medida de mitigación necesaria a corto, mediano y largo plazo.