Oportunidades desde la economía circular en el contexto del post COVID-19
La economía circular se basa en lo que se ha denominado un modelo de “mariposa”, o de gestión regenerativa, con un ala que consiste en identificar las oportunidades de rediseño de los procesos técnicos que utilizan materiales no renovables, finitos, abióticos, y otra que comprende los procesos ecosistémicos, con materiales renovables y bióticos.
Sus impulsores señalan que más que un nuevo cuerpo conceptual, es una forma de repensar los modelos de producción, con orientación a la eco eficiencia (reducir los impactos ambientales), pero también de eco efectividad, optimizando costos a través del mejor aprovechamiento de los factores de producción, empezando por reducir el desperdicio de bienes valiosos.
Europa ha avanzado de manera sustantiva –bajo el marco de su Pacto Verde- tanto en la aplicación como en el diseño de políticas y marcos promotores de la economía circular. La ciudad de Ámsterdam, por ejemplo, ha formulado un plan para cambiar todos sus procesos vitales hacia una economía totalmente circular en el 2050, lo que la economista Kate Raworth de la Universidad de Oxford ha concebido como modelo de “donaugth” y que sirvió de base para este rediseño, con el que se espera reducir el consumo de materiales nuevos en un 50%. Universidades como Wageningen y The Hage, también en Holanda, tienen cátedras y programas online para motivar comunidades de práctica en todos los ámbitos de la producción.
Si bien reciclar es una de las formas de aportar a la “circularidad” de un proceso, muchos bienes que se destinan al reciclaje, en algún momento ya no pueden seguir en ese ciclo, con lo cual pasarán a engrosar los desperdicios de materiales. Por eso, la economía circular va más allá, aplicando procesos de pensamiento sistémico para diseñar desde el inicio los productos y sus procesos de fabricación con materiales que si pueden mantenerse circulando en el proceso indefinidamente. Se trata de reducir, reciclar, re-usar y restaurar.
Este enfoque cobra mayor importancia cuando nos enteramos que algunos materiales vitales para la humanidad están agotándose, por ejemplo, el fósforo. En forma de fosfatos, este elemento resulta clave para la fertilidad de los suelos, y ya ¾ partes de sus fuentes se encuentran contaminadas con metales pesados o en zonas de difícil acceso, con lo cual, eventualmente este material será escaso, caro e incluso desaparecería. Increíblemente, también el oro va en ese camino, siendo importante para usos científicos, industriales, médicos, entre otros además de los de reserva de valor y joyería. En otro ámbito, no es un dato menor que un tercio (1/3) de todos los alimentos producidos en el Mundo se desperdician, muchos podrían mejorar sus cadenas de distribución para atenuar estas pérdidas, y/o ser segregados y redirigidos a procesos de obtención de energía u otros subproductos y materiales.
Pero la pandemia del COVID-19 expone más aún el modelo lineal de producción y consumo de usar y desechar. Las afectaciones en las cadenas de suministro globales mostraron que depender excesivamente de los flujos de materiales y bienes intermedios nuevos es altamente riesgoso. Por otro lado, al reducirse la presión extractiva sobre ecosistemas frágiles, estos tienen la oportunidad de regenerarse o mantenerse equilibrados; recordando que muchos nuevos virus u otras enfermedades podrían aparecer por alterar estos espacios. De igual manera, por sus vínculos con el potencial de la bioeconomía y sus innovaciones en materiales, métodos y productos, puede incorporar modelos de producción sostenible, en los que Latinoamérica tiene una base de biodiversidad con mucho que aportar.
Latinoamérica tiene casos interesantes de aplicación e innovación en esta línea de desarrollo, no obstante, a nivel de marcos promotores y políticas, aún. En la recuperación post COVID-19, vamos a necesitar una visión mucho más agresiva en este sentido. Panamá por ejemplo instaló en el 2019 un Centro de Economía Circular, promovido por el sector empresarial e industrial y el Ministerio del Ambiente, esperemos que muchos más países generen espacios de innovación en este ámbito. Desde CAF identificamos en esta vertiente la oportunidad para una reconversión innovadora de los sistemas productivos hacia una mayor sostenibilidad, proceso que sin duda afianzaremos con nuestros aliados para el desarrollo.