¿Por qué es importante la perspectiva de género en el sector energético?
Este blog está escrito por Pablo Cisneros y Edgar Lara.
Las políticas energéticas sectoriales se consideran socialmente neutrales, pero tienen efectos diferenciados sobre hombres y mujeres debido a los roles de género y las opciones técnicas y económicas que subyacen en ellos. En ese sentido, la relación entre género y energía se puede analizar desde varios aspectos:
- facilitación el trabajo de doméstico,
- la salud de las mujeres
- obras de infraestructura y seguridad de las mujeres
- participación laboral de las mujeres en el sector
La energía es necesaria tanto para actividades productivas y remuneradas, así como para el funcionamiento y el trabajo reproductivo en los hogares; esos dos espacios de consumo de energía eléctrica o de otras fuentes al analizarse desde la división sexual del trabajo, la cual ha conducido a que las mujeres históricamente asuman mayoritariamente el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado y los hombres el trabajo remunerado, consecuentemente permite intuir que los beneficios percibidos en cuanto al acceso y uso de la energía no son iguales entre mujeres y hombres.
Como se ha señalado, a las mujeres se les asigna el trabajo doméstico, y el acceso a la energía constituye un factor clave para la gestión del mismo. La falta de combustibles o de recursos energéticos en general, hace que, en muchos países en vías de desarrollo, particularmente en las áreas rurales, las mujeres tengan la responsabilidad de conseguir combustible (leña), especialmente para las actividades de preparación de alimentos. Los esfuerzos y el trabajo femenino sirven para compensar la falta de energía asequible para cocinar o calentar; se estima que en promedio se requieren entre 2 y 20 horas por semana para recolectar leña u otras fuentes de energías tradicionales.
Existen otros beneficios indirectos derivados del acceso a la energía para el trabajo en los hogares, por ejemplo, la tarea del trasporte de agua puede ser aliviada mediante la instalación de bombas y ampliación de redes que suministren agua a los hogares, considerando que las mujeres y las niñas son responsables de la recolección de agua en 8 de cada 10 hogares con agua fuera de la vivienda.
Ampliar las oportunidades de acceso a la electricidad con perspectiva de género contribuiría a disminuir el tiempo y el esfuerzo necesario para completar las tareas domésticas, lo que consecuentemente permite aligerar el trabajo reproductivo de las mujeres y facilitar la inserción al trabajo reproductivo o desarrollar actividades que generen ingresos. Estudios evidencian que la electrificación doméstica en Nicaragua permite que las mujeres rurales tengan un 23% más de probabilidades de trabajar fuera del hogar; mientras que en Guatemala las mujeres en las aldeas con electricidad tienen 9 puntos porcentuales más de probabilidades de ser empleadas, así como también, facilita que las mujeres dediquen un 34% menos de tiempo a la cocina.
En términos de salud, las mujeres están más proclives a enfermedades pulmonares obstructivas crónicas por exposición al humo debido a la preparación de alimentos a base de leña, mayoritariamente en las áreas rurales; asimismo, hay evidencia que “la contaminación doméstica por combustión de biomasa es uno de los principales factores de riesgo para infecciones respiratorias bajas agudas en niños”. Por lo tanto, las mujeres, niños y niñas se ven más afectadas que los hombres por los impactos en la salud relacionados con la falta de recursos energéticos y el uso de energías y combustibles tradicionales, por el tiempo que pasan en los hogares.
Cuando se trata de proyectos de energía que impliquen obras civiles de gran dimensión, como centrales hidroeléctricas u otras, que generan gran afluencia de mano de obra, esto puede ocasionar y crear algunos problemas sociales tales como la trata de personas, prostitución, matrimonios forzados, acoso sexual, proliferación de enfermedades, etc. Estos impactos negativos afectan a las mujeres de manera más significativa, por lo que es recomendable diseñar protocolos de actuación para el personal y campañas de prevención e informativas en las poblaciones aledañas a la obra. Asimismo, desde la perspectiva de la seguridad ciudadana, las soluciones de alumbrado público contribuyen a la prevención de la violencia contra las mujeres.
Por otra parte, en relación con la participación laboral de las mujeres, por ejemplo, en Chile la participación femenina en el sector energético es de 23%, frente al 77% que representa la fuerza laboral masculina, mientras que, en los altos cargos, el 25% de los directores, el 10% de los CEO, 18% de los gerentes, 17% de los subgerentes son mujeres. Para promover la participación de las mujeres, se requiere de acciones que garanticen prácticas de contratación y formación técnica y profesional libre de sesgos de género, que promuevan una mayor inserción en las diferentes actividades del sector.
Habiendo reconocido que el sector energético no es ajeno al trabajo de las mujeres en los hogares, a los beneficios en términos de salud, a las vivencias de éstas en las áreas de las obras de infraestructura y la segregación sexual del trabajo en el sector; transversalizar la perspectiva de género e incorporar las preocupaciones y necesidades de las mujeres en las políticas y proyectos de energía constituye una oportunidad de trabajar a favor de un agenda que propicie la autonomía y el empoderamiento de las mujeres. La transversalización, no solo depende del sector energía sino del concurso de otros actores claves del desarrollo de los países de la región: gobierno, academia, organizaciones sociales, y sin duda la banca multilateral. Por ello, desde CAF se continuará impulsando la agenda de género y trabajando en la incorporación paulatina de esta importante temática en las operaciones relacionadas con el sector energético.