Demografía y pandemia: qué revelan las muertes por Covid-19 en América Latina
Este blog está escrito por Lucila Berniel, Dolores de la Mata y Guillermo Cabral.
La pandemia del Covid-19 ha golpeado intensamente a la mayoría de los países de América Latina. A pesar de las fuertes medidas iniciales para promover el distanciamiento social, los esfuerzos no han sido suficientes para evitar la propagación del virus y sus consecuencias sobre la salud han quedado a la vista. De acuerdo con la información disponible a octubre de 2020, en promedio para todo el mundo la pandemia ha producido 133 muertes por millón de habitantes. Lamentablemente, nueve de los 20 países con mayor cantidad de muertes por millón son latinoamericanos. Del resto, diez son países desarrollados (europeos más Estados Unidos).
En esta entrada, y a través de dos enfoques que consideran las estructuras etarias en los países y los niveles habituales de mortalidad, proveemos nueva evidencia acerca del impacto que la propagación del virus está teniendo sobre la salud de los latinoamericanos. Estos ejercicios muestran que la región está aún peor que lo que las simples comparaciones de muertes por millón de habitantes muestran.
El primer ejercicio compara la diferencia entre la mortalidad esperada por Covid-19 y la moralidad observada en cada país, haciendo algunos supuestos sobre contagios y letalidad. Este enfoque tiene en cuenta que la mortalidad esperada por Covid-19, bajo ciertas condiciones, debería ser más baja en países con poblaciones más jóvenes (como los países de América Latina) que en países más envejecidos (como los europeos). Esto se debe a que, como muchos estudios han mostrado, la letalidad por Covid-19 es considerablemente más alta en la población adulta. Para construir el número de muertes esperadas, realizamos el siguiente ejercicio hipotético: asumimos que todos los países tuvieron la misma tasa de contagios (5% de cada grupo etario) y calculamos así la cantidad de contagiados por grupo de edad en cada país. Luego, aplicamos la tasa de letalidad por edad (calculada como muertes por Covid-19 sobre casos positivos) que fue observada en promedio para un grupo de países que representan grados variados de gravedad de la pandemia (Italia, España, Corea del Sur y China). Sumando las muertes esperadas en cada grupo de edad llegamos al total de muertes esperadas para cada país.
El gráfico 1 resume los resultados de este ejercicio para un grupo de países seleccionados de América Latina y Europa más Estados Unidos. En el eje horizontal está nuestro cálculo de muertes esperadas por Covid-19 por millón de habitantes y en el vertical las muertes observadas. En primer lugar, cabe notar que todos los países europeos presentan niveles de muertes esperadas por Covid-19 mayores a los países latinoamericanos. Estas diferencias capturan, precisamente, las diferencias en las estructuras etarias. En cambio, los desvíos verticales de los puntos por encima de la línea de 45 grados muestran muertes observadas en exceso a las esperadas, dada la estructura etaria de cada población y bajo los supuestos de contagio y letalidad antes mencionados. Por su parte, los desvíos verticales por debajo de la línea de 45 grados muestran que las muertes observadas son inferiores a las esperadas. El gráfico muestra que, en general, el desempeño de los países latinoamericanos es muy deficiente: con la excepción de Paraguay y Uruguay, los demás países presentan niveles de mortalidad menores pero muy cercanos a los esperados (Argentina) o mayores que los esperados (resto de los países latinoamericanos). Los países europeos, por su parte, presentan niveles de mortalidad por debajo de los niveles esperados, siendo Alemania el país con mejor desempeño. Entre los desarrollados, Bélgica y Estados Unidos son los de peor desempeño en términos de la diferencia entre mortalidad esperada y observada (están más cerca de la línea de 45 grados).
Bajo los supuestos utilizados para el cálculo de las muertes esperadas del gráfico 1, estos resultados apuntarían a una menor capacidad sanitaria de la región o una mayor letalidad del virus debido, por ejemplo, a una mayor prevalencia de ciertos factores de riesgo frente al Covid-19. No obstante, la mayor mortalidad observada en países latinoamericanos podría ser el resultado, también, de mayores niveles de contagio. En cualquier caso, los resultados apuntan a una mayor debilidad de los sistemas sanitarios tanto para controlar mediante el testeo, trazabilidad y aislamiento la propagación del virus, como para tratar de manera adecuada y oportuna a la población afectada por la enfermedad.
Gráfico 1: Muertes esperadas y muertes observadas por Covid-19 por millón de habitantes
El segundo enfoque compara las muertes observadas por Covid-19 con las muertes totales (por todas las causas) ocurridas en el país. Este ejercicio intenta hacer más precisas las comparaciones internacionales del impacto del Covid-19, teniendo en cuenta diferencias tanto en la estructura etaria como en factores de riesgo subyacentes que podrían agravar la mortalidad por esta enfermedad. El gráfico 2 presenta el porcentaje que las muertes por Covid-19 representan del total de muertes ocurridas en promedio para un período reciente (2010-2016) en cada país. Se muestran allí los porcentajes para toda la población y, en aquellos países donde la información está disponible, también por grupo etario (mayores de 50 años y menores de 50 años). La razón para tomar un promedio de muertes por todas las causas en los años recientes y no las muertes por causas distintas al Covid-19 obedece a que no todos los países cuentan con información actualizada. Una ventaja de este indicador es que indirectamente controla por características inobservadas de la salud en la población, que se reflejan en el número absoluto de muertes por todas las causas en un período pre-pandemia.
El gráfico del panel A muestra que, con la excepción de Uruguay y Paraguay, el impacto del Covid-19 es en general más severa en América Latina que en los países europeos y en Estados Unidos. A esta misma conclusión se llega independientemente de la categoría etaria que se observe (Panel B y C). A excepción de Uruguay y Paraguay, la mortalidad por Covid-19 en América Latina es muy alta, y representa entre un 12 % (Argentina) a un 36 % (Perú) de las muertes por todas las causas observadas en el período 2010-2016. El caso de Argentina se asemeja al de Suecia, España y Estados Unidos donde las muertes por Covid-19 observadas representan entre un 11 % y un 13 % de las muertes por todas las causas. Un dato relevante que surge de los paneles B y C del gráfico 2 es que, si bien el Covid-19 está teniendo un mayor impacto sobre los mayores de 50 años en todos los países, la magnitud del impacto entre las personas menores de 50 años no es despreciable en América Latina, en especial en Panamá, México y Perú.
Gráfico 2: Muertes por Covid-19 (promedio diario) como porcentaje de muertes por todas las causas (promedio diario en el período 2010-2016)
En esta entrada hemos utilizado dos enfoques distintos, pero complementarios, ya que apuntan a considerar tanto las características etarias de las poblaciones como los niveles habituales de mortalidad en los países y así ayudan a entender mejor el desempeño que han tenido los países de la región en respuesta a la pandemia. Ambos nos llevan a la misma conclusión: salvo Uruguay y Paraguay, a los países de Latinoamérica les ha ido bastante peor que a los países europeos y Estados Unidos. Este hecho, que ha pasado desapercibido por la relativa juventud de la región, no es un resultado sorprendente dada la baja capacidad de respuesta sanitaria y otras dificultades que enfrentaron nuestros países, como la limitada cobertura de sus sistemas de protección social en la pre-pandemia.
Para finalizar, cabe destacar los casos de Uruguay y Paraguay en el control de la mortalidad inducida por la pandemia. En el caso de Uruguay destaca la exitosa implementación de la estrategia de “testear, rastrear y aislar”. En el caso de Paraguay se debe destacar la temprana implementación de medidas de distanciamiento social (desde el 10 de marzo, con solo dos casos confirmados), la utilización de albergues con estadía mínima de catorce días para los repatriados y también la política de transferencias de ingresos, que utilizó exclusivamente medios digitales para evitar la aglomeración y abarcó al 25% de la población mayor a 18 años. Sin embargo, cabe destacar que para seguir siendo efectivos en la contención de pandemia los países necesitan sostener sus esfuerzos a lo largo del tiempo, hasta la llegada de la tan deseada vacuna.